Capítulo Final

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Sus manos temblaban, mientras esperaba en la fría sala blanca. Su pie se movía insistentemente en el suelo, miraba a cada momento hacía aquel pasillo. Alexandra y Mía estaban en camino. Los doctores aún no salían a decirle nada, llevaban casi una hora con Christopher. Suspiró frustrada. Apenas Christopher había abierto los ojos la habían sacado, solo consiguió mirarlo un par de segundos, lo que bastó para que todo volviera a tener sentido rápidamente.

Alexandra y Mía llegaron y comenzaron a hostigarla con preguntas. Solo les dijo que había estado hablándole como siempre, y que él había presionado su mano, luego de eso lo hizo otra vez y abrió los ojos. Ellas asintieron y se sentaron a esperar. No querían avisar a nadie más, quizás era un reflejo y nada importante.

Luego de unos momentos, salió el neurólogo que atendía a Christopher.

-Hola –las saludó cariñosamente. Ya las conocía. –Bueno, iré directo al grano. –las tres sonrieron como pudieron, la ansiedad se las estaba comiendo. –Christopher despertó. No podemos decir con certeza el grado de daño aún, recién lo hemos enviado a unas pruebas. Demorará un poco, pero apenas estén realizadas, podrán pasar a verlo. Al parecer no existe pérdida de memoria, pues estuvo preguntando porqué habían sacado a Dulce de ahí. -Dulce sintió su corazón hincharse de alegría. Christopher había preguntado por ella, la recordaba. Se mordió los labios con fuerza para no llorar –lo que hemos analizado superficialmente es que le cuesta bastante hablar. Es por el trauma, pero probablemente no es permanente. Y en cuanto a otras cosas, las analizaremos con calma. –sonrió paternalmente. –Creo que son buenas noticias, es mejor de lo que siempre esperé.

La madre de Christopher no pudo evitar abrazar al médico. Estaba llorando de la alegría. Mía miró a Dulce y se sonrieron.

Más tarde fueron a la cafetería. Necesitaban un respiro antes de ver a Christopher. Habían dicho que las visitas serían de uno, y cortas. Dulce quiso ir al último. Así que una hora más tarde, el médico salió para informarles que podían comenzar a entrar.

Alexandra fue la primera. Eran algo así como diez minutos por cada una. Mía y Dulce mientras tanto no hablaban mucho. La emoción las mantenía mudas. El hombre que amaban, cada una de manera tan diferente, pero aun así tan incondicional, estaba a tan poco de ellas. Mía esperaba ver a su hermanito, lo extrañaba, había llorado tantas veces por temor a perderlo, y ahora podría verlo recuperándose. Por fin las cosas lucían mejor para la familia.

Dulce miraba al suelo, los nervios la consumían. Entonces Alexandra apareció llena de lágrimas. Abrazó a Mía con fuerza y la dejó ir a ver a su hermano. Alexandra no quiso contarle nada a Dulce, ella debía comprobarlo por si sola.

Los minutos eran eternos. Casi contaba los segundos para verlo. La emoción que sentía podía hacerla correr, pero debía controlarse, ser cautelosa. Christopher recién había despertado y no había que abrumarlo.

Tomó entre sus dedos el collar que Christopher le había regalado en el Empire State. Recordó el significado.

Te levantaré cuando estés cayendo. Por todas estas cosas que he hecho, creo que te amo mejor ahora.

Cerró los ojos y sonrió. En ese momento, Mía salió sonriendo.

Sus piernas casi no respondían. Las miró sonreír. Caminó casi con miedo a caer, y con ansias también. Un cosquilleo recorría su cuerpo. Mariposas en su estómago aumentaban sus nervios. Parecía que el pasillo no terminaba nunca. Llegó a la puerta y la abrió con cuidado. Levantó la mirada y los ojos verdes de Christopher se clavaron en los de ella.

Largos segundos, mantuvieron la mirada. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Dulce, Christopher se rio también. Dulce tuvo que recordarse a sí misma que estaba débil y no podía lanzarse contra él. Pero casi no podía controlar lo que sentía. Comenzó a llorar y fue hasta él. Lo abrazó con cuidado, él soltó un sollozo mientras hundía su cara en el cabello de la muchacha. Entonces se miraron y sus labios se juntaron. Entre sollozos y risas, consiguieron besarse. No podían definir lo que sentían. Era una muestra pura y clara de cuanto se amaban. Dulce cerró los ojos mientras sentía los labios de Christopher en su mejilla, su frente y su nariz, para luego bajar otra vez a sus labios. Las palabras sobraban. Tenían tanto que decir, pero el silencio lo completaba todo. Sus besos y caricias eran todo lo que necesitaban en ese momento.

ɦσω τσ ɩσɣɛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora