Capítulo 51

403 36 4
                                    

-¿Y ahora tienes miedo? Eres un cobarde –dijo ella riéndose. Tomó la mano de su novio, casi arrastrándolo mientras abría la puerta de su casa. Christopher se mordía el labio o se sacudía el cabello a cada segundo. Dulce rodaba los ojos, después de todo, Christopher le había pedido conocer a su padre y ahora estaba muerto de miedo.

-¿Y si no le caigo bien? –preguntó el rizado. Ella lo hizo pasar y cerró la puerta tras ella.

-Te adoraran, yo lo sé –dijo ella con una sonrisa. Christopher la miró con desconfianza, caminó tras ella. -¡Llegamos! –dio un gritito para que su padre bajara. Christopher se sacudió el cabello otra vez, como si eso le fuese a quitar el nerviosismo.

Entonces apareció el padre de Dulce. Christopher no lo conocía, pues él se había ido antes de que él conociera a Dulce. Era un hombre bastante alto, de contextura delgada. Sus ojos eran color café verdoso, reflejaban una alegría y una vitalidad dignas de imitar, tenía las facciones algo finas, Dulce se parecía bastante a él. Al sonreír, tenía dientes blancos y bonitos, y su sonrisa parecía iluminar el lugar, tal como la de Dulce. Se acercó al muchacho y le tendió la mano con amabilidad.

-Hola muchacho, soy Fernando Espinosa, padre de esta hermosa chica –dijo dándole una sonrisa cariñosa a Dulce, quien sonrió ampliamente.

-Hola señor, soy Christopher Uckermann… novio de esta hermosa muchacha –dijo sonriéndole a su novia. Ella se rio divertida, mientras sus mejillas se coloraban.

-Solo dime Fernando –dijo el hombre. Volteó en dirección a las escaleras de la casa y gritó -¡Hija, ven a saludar a tu cuñado!

Christopher sonrió al escuchar eso. El padre de Dulce lo había aceptado bastante bien, y al parecer le agradaba Christopher. Dulce le dio una tierna sonrisa. Se sentía tan bien que las cosas marcharan bien. Era como si todo fuese obra del destino, como si todo repuntara en su vida.

Una muchacha bajó las escaleras mirando curiosa. Era increíble el parecido que tenía con Dulce. Cabello largo y oscuro, ojos cafés, piel blanca y esa misma iluminadora sonrisa. Miró a Christopher, y le dio una amable sonrisa. Christopher le respondió la sonrisa. Dulce tenía una hermana muy bonita, era casi de la misma altura de Dulce, delgada y curvilínea, aunque su rostro la hacía ver más dura y ruda que su hermana, pues Dulce inspiraba ternura y fragilidad.

-¡Así que tú eres el famoso Christopher! –dijo la muchacha divertida, se acercó y besó la mejilla del muchacho con total naturalidad –soy Claudia, la bebé de la familia –dijo divertida.

-Christopher Uckermann –dijo el muchacho.

Así que la cena transcurrió bastante grata. Ambos se sonreían cuando se miraban. Christopher charlaba con el padre de Dulce como si lo conociera de toda la vida. La pequeña hermana de Dulce era mucho más extrovertida que su hermana, pero tenía aquella simpatía natural que caracterizaba a su novia.

-¿Y cuánto tiempo te queda de estancia en Nueva York? –preguntó el padre de Dulce.

-Cuatro semanas –contestó el chico. Dulce comenzó a toser. La sorpresa la había hecho tragar demasiado rápido. No se había dado cuenta como había volado el tiempo desde que Christopher llegó. Lo pasaban tan bien, incluso estudiando se divertían. La pregunta tomó por sorpresa a Dulce y más aún la respuesta. Christopher la miró algo preocupado y confuso.

-Estoy bien –musitó ella evitando su mirada.

-¿Y qué tal te ha tratado nuestra ciudad? –preguntaba Fernando. Christopher le contaba todo lo que habían hecho, y lo que más le gustaba. Mientras tanto Dulce meditaba ¿qué pasaría cuando pasaran las cuatro semanas? Christopher debía irse, debía seguir estudiando. Pero ¿y ella? ¿Volvería a Londres o se quedaría allí, lejos de su tortuoso pasado? No quería volver, pero tampoco quería dejar a Christopher. Y sería muy egoísta de su parte permitir que Christopher pensara siquiera en quedarse en Nueva York. Tenía a su familia, a sus amigos, y en realidad tenía toda su vida en Inglaterra. Y allí era donde pertenecía.

La cena se pasó volando. Era bastante tarde, y aunque Dulce le había pedido a Christopher que se quedara, él no había llevado ropa y no le parecía correcto, pues había conocido recién a su padre.

-¿Por qué no te vas a mi apartamento? –preguntó él -¿o prefieres quedarte?

-Quiero ir contigo. –dijo ella. Y disfrutar el tiempo que queda…

Christopher sonrió y la espero mientras guardaba ropa. Ella se despidió de su padre y fue con Christopher. Llegaron al apartamento, estaban callados, no había demasiado que decir. Ella estaba pensando en el hecho que solo tenían cuatro semanas para estar juntos, y le parecía poco. En realidad, ella quería estar toda la vida con él, ni sesenta años serían suficientes.

-Estás muy callada –observó Christopher -¿pasó algo nena?

-¿Realmente te vas en cuatro semanas? –preguntó mirándolo con desesperación. Si Christopher la dejaba, todo volvería. Absolutamente todo.

-Dulce... –dijo Christopher entendiendo el motivo de su silencio –amor… eso está establecido desde que llegué, no puedo quedarme –dijo de inmediato. No quería hacerle ilusiones a Dulce.

-Lo sé –dijo ella lanzando un suspiro. –no quiero dejarte.

-Yo tampoco quiero irme sin ti princesa –dijo acercándose a ella y rodeándola protectoramente, ella se refugió en su pecho intentando no llorar. –No estés triste, las cosas irán bien, ya verás.

-No irán bien si no estamos juntos –dijo ella mientras se separaba de Christopher para mirarlo a los ojos –gracias a ti estoy bien Christopher, gracias a ti he comenzado a sentirme un poco mejor. ¡No me pidas que esté sin ti otra vez! –dijo con los ojos llenos de lágrimas. Christopher intentó poner su mano sobre la mejilla de la muchacha, pero ella lo apartó bruscamente –no me dejes… -pidió con la voz quebrada.

-Mi amor… debo irme, ya lo sabes –murmuró Christopher –disfrutemos el tiempo que queda, y luego veremos qué hacer. A no ser… que quieras volver a Londres conmigo –musitó. Dulce se quedó helada viéndolo. ¿Volver? Si lo había pensado, pero su pasado estaba allí, y el culpable de que su vida se hubiese transformado en una verdadera mierda vivía allí. Christopher la miraba atento de sus reacciones, viendo el temor nacer a través de sus ojos. –solo si quieres.

-Christopher… -dijo ella en tono de súplica –tengo miedo.

-Lo sé cariño, pero sabes que conmigo nadie volverá a hacerte daño –dijo el firmemente. –Jamás –le aseguró acercándose a ella. Sus labios buscaron de inmediato los de ella. Necesitaba sentir su boca sobre la suya, quería seguir demostrándole que él era capaz de cuidarla, de asegurarle que podía ser su superhéroe otra vez, aunque sin volver a fallarle. –dios, no sabes cuánto te amo… -susurró sobre sus labios.

Dulce se abrazó al cuerpo de su novio, sintiéndose segura otra vez. Al parecer su decisión estaba tomada.

ɦσω τσ ɩσɣɛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora