Capítulo 47

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Apenas Dulce llegó a la universidad, sintió un escalofrío recorrer su espalda, con el miedo latente de que Christopher la miraría con asco, o le diría algo que no sería capaz de soportar. Se sentía cansada, y su rostro lo denotaba. Las ojeras mostraban las horas de sueño que las pesadillas le habían quitado. Habían vuelto las sombras en sus sueños, y las asquerosas manos de él... todo lo que vivió reducido a pesadillas que le quitaron su noche de tranquilidad.

Caminaba por el césped de la universidad, cruzando el campus de par en par para llegar a su clase, cuando unas manos agarraron fuertemente su cintura. Lanzó un grito pero la mano le tapó la boca, no permitiendo que nadie la escuchase.

-Shh... soy yo –la voz de Christopher logró que una ola de alivio recorriera su cuerpo. –necesito que hablemos, ahora –pidió.

-Casi me matas del susto, Uckermann –dijo ella rodando los ojos –tenemos clases, no puedes faltar, llevas cuatro días aquí. –dijo ella frunciendo el ceño.

-Diré que me sentía mal, el cambio de aire, ya sabes –dijo guiñando un ojo –ahora...vamos. –le agarró la mano con fuerza y casi la arrastró fuera del campus. Caminaron algunas cuadras, mientras Dulce se preguntaban hacia donde iban, Christopher aún debatía mentalmente que decirle. Llegaron a un gran edificio, donde Christopher entró, sin soltarle la mano. La rubia recepcionista lo saludó con amabilidad. Dulce sonrió débilmente.

-¿A dónde vamos? –preguntó confusa al subir al ascensor.

-A mi apartamento –contestó Christopher con tono seco.

Ella no dijo nada al respecto, pero miró de reojo a Christopher, quien miraba hacia el frente sin soltarle la mano. Sonrió, ver el hermoso rostro de Christopher era algo impagable. ¡Dios, cuanto lo había extrañado! Tenía unas enormes ganas de lanzarse a sus brazos, besarlo y no dejarlo ir jamás, pero se quedó quita en su lugar hasta que el ascensor abrió las puertas. Bajaron, Christopher sacó sus llaves y abrió. Ella observó el acogedor apartamento en que Christopher se hospedaba. Lucía ordenado y amplio, además él vivía solo por lo que tenía gran espacio para él. El rizado cerró la puerta con llave, y volteó para verla a los ojos.

-Siéntate –ordenó. Ella se sentó en el sofá, Christopher fue por un vaso de jugo para ambos. Ella bebió, algo intimidada por la actitud tosca del muchacho. Ambos terminaron de tomar jugo y se miraron. Christopher fue a sentarse junto a ella, se miraron unos segundos. –Yo quería... -comenzó el rizado algo nervioso –dios, esto es difícil.

-Solo dilo. –dijo ella, esperando lo peor.

-Dulce perdóname –ella frunció el ceño por la sorpresa –yo... no supe cómo reaccionar, me sentía mal conmigo mismo, debí haberte protegido y... -comenzó a costarle hablar. -Dulce te amo tanto que solo pensar lo que pasaste sola, todo lo que te guardaste –Christopher le tomó la mano y la miró, sus miradas casi quemaban. –mi amor, perdóname... te prometo, que desde ahora, nunca te dejaré sola y te protegeré de todo, te lo juro –sonaba desesperado, herido y lleno de ansias, solo quería demostrarle que el daría la vida por ella si fuese necesario. –yo... -sus ojos se cristalizaron, y ella se acercó y lo abrazó con fuerza. Ambos sintieron que eso era lo que necesitaban, estar cerca del otro, sin palabras de por medio, sin nada más que sentirse uno al otro. –te amo con toda mi vida, como nunca había amado... y yo quiero ser capaz de... quiero poder ayudarte a sanar esas heridas, enterraremos ese pasado para no dejarlo salir otra vez... -besó su frente y la abrazó otra vez.

-Christopher no tengo nada que perdonarte... tú debes perdonarme por dejarte –susurró ella mirándolo a los ojos. Sus rostros estaban a centímetros. –yo también te amo mi vida, y no quiero dejarte nunca más...

Cerraron los ojos y dejaron que sus labios se tocaran después de todos esos meses. La memoria jamás le hacía justicia a la realidad. Sus labios se presionaron suavemente, con inseguridad, con miedo a volver a intentarlo. Dulce no soportaba tener poco de él, así que abrió su boca para permitir a Christopher profundizar el beso. Lo que en un principio había sido un roce de labios, ahora se había transformado en una batalla, una guerra entre sus bocas intentando definir el dominio de la otra. Dulce sentía como todo volvía a ella, la felicidad y el latido desbocado de su corazón, sentía que la sangre corría por sus venas otra vez, mientras Christopher la besaba como si no hubiese mañana. Christopher sentía que todo era tan irreal, pero no quería dejar escapar el momento. Necesitaba más, y más y más de ella, necesitaba besarla, sentirla, tocarla y hacerla suya otra vez, saber que ella no se iría otra vez. Sus manos se metieron bajo la camiseta de la muchacha, tocando su piel, sintiendo fuego ante el contacto. Se recostaron en el sofá, ella bajo él, sin despegarse, con falta de aire en los pulmones. Las manos de Christopher pasaban por su vientre, provocando que su cuerpo temblara bajo él, haciéndola sentir fuego recorriendo su piel. Subió sus manos hasta los pechos de la chica, rozándolos por sobre su brasier, y sin dejar su boca descansar. Podían sentir que la boca les dolía, les quemaba, pero aun así la necesidad del otro era mayor. Cuando las manos de Christopher bajaron por su estómago para meterse por los pantalones de ella, Dulce lo empujó con fuerza y se separó bruscamente de él.

Christopher la miró con gesto de disculpas. Había olvidado todo, por completo. Ella tenía los ojos llorosos. Se volteó, dándole la espalda a Christopher. El suspiró, se mordió el labio nervioso. Y se acercó para rodearla con sus brazos. Ella no dijo nada ni se opuso.

-Lo siento... -susurró el suavemente en su oído, haciéndola suspirar –sé que es difícil, no te obligaré a nada.

Ella volteó y le sonrió débilmente. Los fantasmas del pasado seguían ahí, seguían presentes en su vida, y costaría bastante quitarlos del camino.

-Escucha –dijo él poniendo sus manos en las mejillas de la muchacha –jamás podré entenderte, pues tú fuiste la que sufrió, pero te juro, te juro por todo lo que tengo que yo te haré superar eso, estaré contigo en todo lo que necesites princesa. Te lo prometo –besó la cabeza de la chica, quien derramaba lágrimas silenciosamente. La abrazó con cuidado, ella temblaba y sentía miedo, era imposible superar todo de la noche a la mañana.

ɦσω τσ ɩσɣɛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora