Capítulo 46

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Ya no había escapatoria, Christopher estaba ahí, caminaba con paso inseguro, como asegurándose de que todo era real. Ella no lo miró otra vez, tampoco pronunció palabra alguna. Sus manos temblaban, tenía miedo del futuro, miedo del momento y miedo del pasado. ¡Era una cobarde! Necesitaba fuerza, pero tampoco sabía qué hacer.

-Dulce -dijo ahora con voz firme el rizado. Ella no levantaba la vista, mantenía su cabeza entre sus manos, mirando al suelo. Su sedoso cabello caía, impidiéndole ver su rostro. –mírame cuando te hablo, por favor –sonaba tranquilo, más de lo que jamás creyó que estaría al verla otra vez. Habían sido entre cuatro o cinco meses, pero se le habían hecho demasiado eternos. Y ahora que estaba ahí, necesitaba una explicación. Una razón que justificara todo el dolor que había pasado.

Ella por fin levantó la vista. Sus ojos rojos, con rastros claros de llanto. Dolía verla tan apenada, pero estaba tan feliz de volver a mirarla a los ojos.

-¡Oh dios! Realmente eres tú –dijo maravillado -¡No tienes idea como te extrañé! –dijo acercándose a ella, listo para acogerla entre sus brazos, pero ella bruscamente se levantó y se separó. -Dulce ¿qué pasa?

-Christopher...nosotros ya no somos nada –dijo ella intentado sonar firme. Aunque su voz demostró toda la inseguridad.

-¿Dulce? ¿Hablas enserio? ¿En solo cuatro meses ya no soy nada para ti? –preguntó frunciendo el ceño.

-Christopher, en cuanto me fui, todo acabó. –dijo ella ahora con más firmeza –así que por favor, permíteme retirarme. –comenzó a caminar en la única dirección posible, junto a Christopher, pero él la agarró fuerte del brazo.

-Espera, no te irás, no ahora. Me debes una explicación –dijo el un poco molesto. Estaba al borde del colapso. Emoción, nervios pero ahora rabia.

-No te debo nada, Uckermann –dijo fríamente. Pero Christopher, quien la conocía más que ella misma, solo dijo.

-Veo en tus ojos que estás actuando –dijo Christopher con una mueca burlona –te conozco tanto Dulce Espinosa, más que tú misma. Sé que cuando tienes rabia o impotencia no puedes contener las lágrimas, y que cuando mientes, intentas mantener la mirada, pero no te dura demasiado, como lo acabas de hacer. Y sé que estás a punto de llorar, porque estás evitando mi mirada ahora mismo. –dijo Christopher acercándose a ella.

-Déjame –dijo ella con la voz quebrada

-¿Por qué Dulce? ¿Por qué cariño? –preguntó él acariciándole el cabello. –solo dímelo, sabes que yo sea como sea te comprenderé mi amor... -susurró cerca de su oído. Aspiró su perfume, intentando grabárselo para siempre.

-No Christopher –su voz ya no mostraba firmeza, estaba quebrada, comenzó a llorar, solo lloraba. No tenía idea como decirlo. No sabía que decir, tenía miedo, pero no quedaba mucha escapatoria.

-Dímelo mi amor... yo puedo ayudarte, sabes que lo haré –dijo él aferrándola a su cuerpo. No podía dejarla ir, no ahora.

-¡No te amo Christopher! –gritó ella. Christopher sintió su pecho apretarse, pero pese a que una parte de él le creyó, al mirarla a los ojos solo dijo.

-¡No más mentiras, Dulce! Vamos con la verdad ¿quieres? –ahora estaba molesto -¡dime porque! ¿Por qué me dejaste sin más que una maldita carta?! ¿Crees que eso explica algo? NADA –gritó -¡se supone que confiabas en mí!

-Sí confiaba en ti –dijo ella llorando a mares. Christopher luchaba por no echarse a llorar. La miró con dolor, lleno de dolor y rabia.

-¡Entonces dime! ¿POR QUÉ MIERDA TE FUISTE ASÍ? –gritó alteradísimo. Ella lo miró atemorizada, pero totalmente dolida. Los ojos de Christopher brillaban, esperando la oportunidad de dejar salir lágrimas -¿o realmente no me amas? ¿Tienes a otro? ¿Qué?

ɦσω τσ ɩσɣɛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora