Capítulo 40

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Escuchar el por que Slade me había dejado en Gotham me hizo recordar nuevamente todo lo que había sucedió en ese tiempo, y recordaba a la perfección, tan lucidamente como Bruce tuvo que darme el erróneo diagnostico de que padecía Síndrome de Estocolmo. Él estaba aterrado de pensar y de tener la simple idea de que me había estado lastimado todo ese tiempo, de que tal vez fue inconsciente y todo ello no era verdad. Pero yo sabía que él nunca podría hacerme daño, nunca podría lastimarme. 

Me dolía verlo de esa forma, ambos estábamos rotos y heridos de alguna manera. Me acerque a él y vi como quería evitar que lo tocara aún tenía un poco de miedo de que pudiera hacerme daño, pero él nunca lo haría, sería lo ultimo que se atrevería a hacer en su vida. Herirme. Lastimarme.

El sentir nuestros labios tocarse después de tanto tiempo era algo grato y placentero, el sentirlo nuevamente cerca de mi era un deleite y una oleada de paz y calma que había olvidado como se sentía volvía a mi, me sentía a salvo en sus brazos. Yo no quería soltarlo, nunca y él no podría volver a dejarme y aunque intentara hacerlo yo no lo permitiría. Sentir sus manos aferrarse a mi cuerpo, acercándolo a él, sosteniéndome con fuerza y acariciando ligeramente sobre mi traje me causaba ligeros escalofríos asegurándome de que esto no era un sueño, era real. 

Yo siempre lo había sabido, él me amaba, me ama y yo a él. 

Nuestros labios se separaron por escasos centímetros, me había besado con fuera y de una manera desesperada, pero que en el interior nos dejaba un gran alivio y un hermoso cosquilleo, abrí ligeramente mis ojos y pude ver su rostro, tan cerca y tal y como lo recordaba solo pequeños detalles que no pasaban desapercibidos por mi, su barba estaba un poco más larga al igual que su cabello, pero continuaba luciendo más que atractivo para mi. Mis labios estaban humedecidos por el beso y podía sentir su cálido aliento chocar contra el mío, respiraciones ligeramente agitadas, nuestras mejillas un poco enrojecidas y nuestras miradas dilatas. La suave y delicada caricia en mi cintura bajaba casi de forma imperceptible, acariciaba su cabellera blanquecina y continuaba siendo igual de suave, él de igual forma lo hacia con mi cabello era más largo de lo que había estado antes. 

— Se lo que piensas Slade — sonreímos ligeramente, ambos pensábamos y sentíamos lo mismo, el lugar no estaba mal, pero la reunión se acabarían dentro de unas horas y no serían suficiente para nosotros — pero no aquí  — me acerque a su oído teniéndome que poner de puntillas — tengo una habitación en este hotel — me separe de él para nuevamente estar frente suyo y en sus labios tenía una amplia sonrisa.

— Guíame y yo te seguiré — dijo, me separe de él y camine hacia donde había dejado mi mascara, le entregue la suya, nos las colocamos y tome su mano para salir de ahí, lo guíe por el pasillo dejando de lado el resto de las habitaciones, había una forma de entrar al hotel desde ahí, podía desactivar las cámaras hasta llegar a la habitación, era un camino fácil y tendríamos que subir por las escaleras de servicio donde no había ninguna cámara hasta que llegáramos al piso donde estaba la habitación. 

Subimos por las escaleras con prisa y cautela asegurándonos de no cruzarnos con alguien, aunque si lo hiciéramos no importaría, solo sería un pequeño juego antes de todo, cuando llegamos al piso donde estaba hospedado presione un par botones en el dispositivo de mi antebrazo todas las cámaras no funcionarían alrededor de dos minutos, tiempo más que suficiente para que llegáramos a la habitación. Caminamos con prisa por el pasillo y él se acercaba demasiado a mi, tomándome por la cintura y alzándome por pequeños segundos hasta que yo me separaba y continuábamos con nuestro camino, estábamos a poco metros de la habitación y él me había acorralado contra la pared, levantando mi mascara y la de él para comenzar a besarme, nos quedaba poco tiempo para que las cámaras volvieran a funcionar, me separe de la pared y comencé a retroceder sin separarme del demandante beso de alguna manera logramos llegar a la puerta abrirla y él la cerro una vez dentro simplemente pateándola. 

Síndrome de Estocolmo o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora