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22 de julio, 1941

Jiwoon perdió la cuenta de las veces que sus padres le dijeron que Jungkook no era la mejor de sus opciones para un marido, porque era de clase media, con un comerciante fracasado como padre y un hermano mayor que se había montado a los Lee como una garrapata, chupando todo a su paso y tomando sus lazos familiares para obtener algo de prestigio en la sociedad; ellos suponían que Jungkook quería lo mismo con ella, quería darle su apellido para aprovecharse de su unión y así obtener los privilegios.

Pero ella sabía que Jungkook no era así, no era como sus padres lo describían, ella creía fielmente que Jungkook la amaba de verdad. Lo sentía en ese preciso instante mientras era sostenida entre esos fornidos brazos, luego de que Jungkook se tomara la hora de su receso y decidiera pasarla con ella, en lugar de comer habían estado hablando de cosas triviales y se habían besado, la abrazaba y la hacia reír ¿Por qué se tomaría tantas molestias si solo quería casarse y ya? Sabía que el amor no funcionaba así, y aunque sus padres y su hermano mayor le dijeran que no era un buen partido realmente, a Jiwoon no le importaba eso en lo absoluto. Era el indicado para ella, podía sentirlo muy bien.

—¿Quieres algo de comer, noona? He venido a tu casa como si nada, espero tus padres no se molesten —susurró, viendo desde el cobertizo de la casa el gran patio lleno de pasto y flores.

—No te preocupes, ellos no vendrán hasta la semana que viene. Mi hermano mayor está en la guerra y Hoseok tiene su propio departamento, estamos bien... Solos —lo último lo dijo con cierta suavidad, pero Jungkook pudo captarlo y le fue inevitable no sentirse nervioso. —¿Dijiste comida? ¿Quieres que prepare algo para ti?

—¿Por qué tendrías que prepararme algo de comer tú? No eres mi sirvienta —Jiwoon nunca había escuchado tal cosa antes, su madre le servía a su padre como una buena esposa y la esposa de su hermano a él también ¿No era Jungkook un hombre muy raro? —Digo, podríamos preparar algo ambos. Cuando nos casemos, noona, realmente no quiero que me hagas de comer y me quites los zapatos luego de trabajar o algo así, es raro, no es como si yo fuera un rey. No lo vayas a hacer.

Pero Jiwoon no prestó atención luego del "cuando nos casemos" sus ojos brillaron ante la simple mención del matrimonio, porque Jungkook sí lo estaba considerando a pesar de lo poco que llevaban como pareja. Era tan cálido, saber que no sería una de tantas para Jungkook, que era la elegida para algo tan importante como el matrimonio. Se separó del abrazo y siguió a Jungkook hasta la cocina, dispuesta a hacer una comida con él ya que el chico insistió tanto, y aceptaba eso de no tener que servirlo una vez estuvieran casados aunque fuese extraño; Jungkook era diferente a los demás hombres, más libertino, amoroso y sereno, nunca le había gritado aún si lo había hecho enojar varias veces y siempre se mostraba cuidadoso con ella, la mayoría de hombres con los que convivió siempre esperaron algo más de ella viendo sus pechos o sus pantorrillas pero Jungkook no era así.

Y eso le gustaba tanto, la enamoraba un poco cada vez más, con cada sonrisa que le daba, o cuando salían a comer y sabía que el amor era recíproco, que Jungkook sentía lo mismo por ella.

—Listo, encontré los ingredientes para hacer la tarta. Ayúdame, tú haz el relleno y yo haré la masa. —ambos asintieron ante el plan, empezando con sus deberes correspondientes.

Hasta que por error, Jungkook dejó caer el tazón de harina, esta esparciéndose por el aire manchándolos de blanco y haciéndolos toser. Jiwoon lo vio mal, notándose la cara y la ropa llena de harina, sin embargo al ver como había quedado Jungkook le fue imposible no romper en risas, los mofletes del menor blancos como sus cejas y la nariz. Parecía un tierno muñeco de nieve, sacudiéndose todo el polvo en su ropa sin darse cuenta de cómo tenía el rostro.

En esta y mil vidas kth+jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora