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15 de mayo, 1940

     Taehyung, aún después de casi 3 semanas, se encontraba a sí mismo todas las noches recordando cuando bailó con Jungkook sin importarle si tenía miedo, al tomar su mano supo que todo en el mundo estaría bien si lo tenía consigo. Fue tan cómodo que poco le importaba que se considerase un pecado, porque él se sintió más que bien.

     Como consecuencia de tanto coqueteo sutil, cada vez que se veía con Jungkook, sus mejillas no podían evitar ponerse rojas, mientras escuchaban lo que el Señor Heo tenía que decir acerca de los relieves, con su puntero delgado señalando la pizarra de tiza posada en el centro del salón. A Taehyung le había empezado a agradar la sensación tibia de su pecho cuando Jungkook le sonreía y estuvo perdiendo el tiempo en su cabeza pensando en qué eran ese montón de cosquillas que él solía sentir cuando estaba cerca del menor.

     Kim Taehyung nunca había sentido nada similar y ahora estaba tan perdido, aturdido y confundido por todo lo que su cabeza imaginaba.

     Semanas más tarde, él y Jungkook volvieron a encontrarse en el jardín Serendipia para charlar sobre los meses y sus problemas, para comentar el estado del clima que cambiaba mucho por la llegada futura del verano, que ponía muchas ferias y estaba a punto de entrar a su apogeo.

     Se sentaron en el pasto verde oliendo las flores a su alrededor y cruzando el nerviosismo palpable de sus cuerpos temblorosos.

     —Así que Taehyung ojos color canela ¿Has estado bien? —Jungkook fue el primero en hablar,  suspirando ante la increíble brisa.

     —He estado aburrido, Jeon Jungkook ojos color chocolate, espero profundamente que sus últimas semanas hayan sido mágicamente plácidas —contestó con sencillez mirando al chico a su lado que estaba demasiado ensimismado en cortar las hojas de una pequeña margarita a punto de morir.

     —Fueron peor que mierda, Kim—ambos soltaron pequeñas risas burlistas y luego se vieron fijamente—. Pero te he visto a ti y eso las hace más fáciles de llevar.

     —¿Es así? ¿No importa que solo haya sido en clases mientras el Señor Heo nos consume hasta el alma?

     —No importa cómo ni cuándo te mire, será suficiente para que todo el tormento en mi interior cese al instante.

     En esa tarde, Jungkook y Taehyung siguieron hablando de temas triviales luego de que el mayor haya cambiado de tema bruscamente al notar que el rumbo de la conversación estaba yendo donde él no podía manejar. Se fueron pasadas las 4 jugueteando y empujandose entre risas torpes.

     Cuando Taehyung llegó a casa, pudo jurar que su corazón estaba saliéndose de su pecho, latiendo tan fuerte que saltaba en su lugar haciéndole saber a Taehyung que estaba guardando sentimientos muy fuertes, demasiados como para retenerlos en ese pequeño hueco.

     Taehyung pensó en Jungkook y se plantó al espejo, viendo su reflejo a un chico normal que dentro de sí guardaba una clase de romanticismo por un chico.

     Un chico.

     Recordando aquello, aquel pecado de tener esos pensamientos por un chico hizo que odiara el reflejo que veía, porque él era un marica. Y todos odian a los maricas. Él no quería serlo y dentro de su cabeza se desató una batalla constante que no dejaba de hacerlo sentir culpable. Era tan frustrante.

     Mientras tanto Jungkook se había quedado en la ciudad para comprar unas cosas, entre ellas un bonito broche de sol que había visto en una tienda de antigüedades, era como del siglo XX o algo así le dijo el delgaducho señor que le había atendido después de haberle gritado a su esposa sarta barbaridades. A Jungkook le incomodó en sobre manera pero se mantuvo ahí para comprar el broche viejo, estaba a un buen precio.

En esta y mil vidas kth+jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora