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11 de febrero, 1946

      Las exhibiciones en Londres habían terminado, por eso se encontraban bajando del tren en la estación de París, dispuestos a llegar hasta el vehículo que los llevaría a casa de la abuela de Yoongi.

     —¿La casa de la abuela de Yoongi? —preguntó Taehyung a Jungkook, impresionado de que ese fuera el lugar donde se hospedarían.

     —Sí, es una señora muy amable. Nos ha dejado quedarnos en su casa, que es enorme por cierto, ya que está cerca de la galería donde estarán mis obras —explicó Jungkook, dejándole su maleta al cortés señor que sería su chófer. Iba a guardarlas en la cajuela del auto, con las de los demás.

     —¿Ya conoces a la señora, y la casa?

     —A la señora sí, viajó a Corea una vez. Pero la casa no, nunca había venido a París.

     —Esto será como escarbar en la infancia de Yoongi —se puso pensativo de repente—. Es un poco extraño, él sabe todo sobre nosotros y de él no sabemos nada...

     —Es porque pacté con el diablo —le susurró Yoongi por detrás a Taehyung, haciéndolo brincar del susto porque no lo esperaba. Soltó una risa dejando su maleta al señor chófer también, agradeciéndole rápidamente—. ¿Hyung te asustó?

     —¡Casi se me ha detenido el corazón! —suspiró, escuchando la risa de todos sus "amigos" incluso de Jungkook—. ¿En serio pactaste con el diablo?

     —Cariño, yo soy el diablo —e hizo una sonrisa de lado que Seokjin catalogó como seductora.

     —Yoongi perfectamente podría ser el diablo por lo sabio que es, y lo viejo también —Namjoon se burló, recibiendo un empujón del mentado luego pero eso no lo detuvo de reír con absoluta gracia.

     Todos se metieron al vehículo, haciendo burlas sobre la avanzada edad de Yoongi aun si Seokjin era mayor que él. Solo parlotearon sin parar todo el corto viaje hasta casa de la abuela de Yoongi, y a veces se detuvieron a ver el paisaje afuera de las ventanas. Era lindo, se sentía una libertad impresionante estar ahí, solo ellos cinco como el grupo de amigos más felices del mundo, disfrutando de todo lo que había alrededor y haciendo bromas juveniles absurdas que incluso hacían reír al chófer porque Yoongi le traducía lo que los chicos decían en coreano.

     Cuando llegaron, el mismo hombre les ayudó a llevar las maletas hasta la entrada. Fue Taehyung quien sacó dinero de su billetera, dejando una buena cantidad de propina al chófer, agradeciendo su amable servicio. Después las puertas de la gran casa se abrieron dejando ver a una señora de al menos unos setenta años, casi que ochenta. Yoongi no tardó en envolverla entre sus brazos, aspirando su característico olor a rosas y pan, porque su abuela amaba hornear.

     —Hola, nana —besó la frente de su abuela, su francés sonando fluido aun con su falta de práctica—. ¿Me extrañaste?

      —Oh mi hijo, claro que te extrañé —fue turno de la mayor de dejar un sonoro beso en cada mejilla de su nieto, ahuecando su rostro en ambas manos mientras este la sostenía contra su cuerpo—. ¿Viniste con tus amigos, los que tanto presumes?

     —Sí, ya conoces a Seokjin, Namjoon y Jungkook. El chico de cabellos revueltos es Taehyung —el mentado alzó la mano en saludo cuando escuchó su nombre y la mujer le dio una sonrisa—. Hemos venido porque Jungkook hoy en día es artista plástico, algunas de sus obras serán exhibidas en Europa —dio un rápido contexto, su abuela abriendo la boca impresionada.

En esta y mil vidas kth+jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora