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10 de septiembre, 1945

     El sonido de la bofetada fue casi ensordecedor en medio del denso silencio, sonando agudo e irritante para cualquiera. Taehyung llevó su mano hasta su mejilla derecha que picaba dolorosamente, y con rapidez un calor se concentró en la zona, quiso chillar pero se guardó todo tipo de ruido que pudo soltar. Alzó la cabeza y se enderezó, no deseando verse débil.

      —¡Son unos imbeciles! —gritó Yoongi enfurecido a tal grado que su cara se pintaba de rojo—. ¡¿Cuántos años tienen?! ¡Maldita sea, qué mierda tienen en la cabeza!

     —Lo siento, hyung —es lo único que pudo articular. La mirada de Yoongi era dura, y lograba hacerlo sentir pequeño y tonto—. Sólo no imaginamos que Hoseok podría entrar ¿Sabes?

      —¿Hoseok? ¡Pudo entrar cualquiera, maldición, cualquier persona! Y entonces Jungkook no estaría reposando en esa cama ni tú aquí viéndome así ¡Estarían muertos, Taehyung! ¡Colgados en la plaza central como animales! —Yoongi parecía a punto de tener un colapso, queriendo llorar de la ira y deseando buscar una manera de volver a tener un poco de control—. Estás tranquilo ahora porque pude hablar con Hoseok y porque el chico tiene corazón, pero lo que hicieron...

       —Sé que estuvo mal, por favor.

       —No, tú no tienes idea. Tus vecinos pudieron escuchar, entonces no solo pusieron su vida en riesgo, pusieron en riesgo la de todos nosotros ¿O tú qué crees? ¿Que no te preguntan acerca de todos tus amigos y cercanos? Fueron descuidados, desconsiderados como un par de adolescentes sin percepción de la realidad.

        El menor tuvo que hacer algo que nunca se imaginó, solo para redimir un poco la culpa que le carcomía el alma a bocados hartos. Se puso cara y suelo, sus rodillas golpeándose en el proceso y su frente bien pegada al frío mármol, rogando por perdón. Porque Yoongi tenía razón, tenía razón al enojarse de esa forma, se merecía más que solo un golpe en la mejilla porque Jungkook estaba aún recuperándose de los golpes brutales que Hoseok había dejado en él; todo eso era producto de su poco cuidado. Si hubiese entrado otra persona, la historia definitivamente no sería la misma.

      —Cielos, no, levántate —lo tomó del brazo pero Taehyung se afirmó más al suelo. Yoongi sintió su corazón doler cuando escuchó un sollozo del menor, sus hombros sacudiéndose levemente— Perdóname, no debí explotar así. Es solo que... Cuando te escuché llorando en el teléfono contándome todo, yo sentí terror, un pánico que se hizo un nudo en la boca del estómago. Sólo pude pensar que sería la última vez que escucharía tu voz.

      —Yo no quise, hyung, créame por favor. Sólo estábamos necesitando del otro ese día, Jungkookie no se sentía bien, yo quería que-que no pensara tanto en nada —su llanto se hizo pronunciado porque la culpa era como una roca pesada en su estómago, los recuerdos de ver a Jungkook envuelto en sangre golpeando sin consideración su memoria—. Sé que cometí un error, lo lamento tanto.

        Los brazos de Yoongi le cubrieron cálidamente, se permitió llorar y aceptó gustoso los besos que dejaba en su mejilla adolorida, sintiéndose como un niño entre los brazos de su hermano mayor luego de una travesura. Se desmoronó con todo el peso de sentirse responsable cayéndose de su espalda, temió tanto de ya no ver a Jungkook, de que lo alejaran de su tacto porque lo amaba demasiado, perder a Jungkook sería como perder el mundo entero, y Taehyung no quería pasar por eso nunca, así tuviera que dar su propia vida para que su amante estuviese feliz y vivo. Ni tener a Jungkook era una perspectiva que lo rompía de mil maneras, él no quería vivirla en lo absoluto, no de nuevo.

En esta y mil vidas kth+jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora