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Septiembre 1 semana - Viernes

Desde la semana pasada estaba teniendo dolores de cabeza mucho más potentes, sus ojos ardían como si se hubiese pasado limones por encima, y si no fuese menos, nuevamente había llegado tarde a la primera clase de la mañana, siendo denegada su entrada al salón. Dejó caer su desgastada mochila al suelo sin soltar uno de los lazos y suspiró, no tenía las fuerzas para siquiera sentirse despechado por su situación. Caminó solo unos pasos arrastrando su mochila cuando tuvo un gran mareo, todo el mundo daba vueltas; Reaper tardó en darse cuenta que había superado su límite ese día y sin más, en pleno pasillo se desmayó.

No era primera vez que se desmayaba, pero siempre había evitado llegar a esos topes pues nadie podía buscarle, nadie más que sí mismo podía cuidarle. Posiblemente despertaría unos minutos después sin que nadie hubiese notado su descuido, mas lo impactante fue que al abrir sus ojos la luz del techo de la enfermería nublase su vista por breves momentos.

Había sido rescatado.

Intentando orientarse, pasó su mano sobre su frente con mucha lentitud, su cuerpo gritaba por no moverse, que lo dejase descansar al menos un momento más, pero no pudo atender a sus propios deseos por darse cuenta que no estaba solo. Allí, en la enfermería, al lado de su camilla había un joven mirándole atentamente; su cabello era tan blanco como la nieve, su piel solo tenía tonos rojizos por la sangre circulando por sus venas, dejándole en claro que era un ser vivo y no un fantasma quien estaba a su lado.

Parpadeó un par de veces, era la misma persona que había visto de espaldas la semana pasada.

- Qué bueno que despertaste pronto. -Dijo segundos después que Reaper se sentara todavía con las piernas dentro de las sábanas- Estaba caminando por el pasillo cuando te vi tirado en el suelo.

Su voz era una mezcla de firmeza y suavidad, no tenía ningún tono tímido e inspiraba una extraña confianza, Reaper se relamió sus secos labios para poder hablar.

- Gracias por traerme.

- ¿Te duele algo?

- No, espera, sí, pero será el golpe que me di al caer.

- El enfermero te curó la sien, tienes un parche.

Reaper entonces alzó las cejas con sorpresa, estaba todavía tan ido que no se dio cuenta que, efectivamente, tenía un pequeño parche cerca de su frente. Desvió la mirada hacia su propio cuerpo, siendo consciente del dolor muscular de mover tantas cajas en su trabajo nocturno. Parecía un muerto viviente.

Quería volver a agradecer al joven desconocido por darse el tiempo de traerlo hasta ahí, pero cuando volvió a la realidad notó que el de cabellos tan claros que parecían brillar ya se estaba levantando de su silla y se acercaba a él. En menos de diez segundos ya no estaba sobre el suelo, estaba sobre él.

Sí, el joven que lo ayudó en el pasillo estaba sobre él agarrando sus mejillas sin firmeza y plantándole un beso.

Tan inesperado había sido todo que Reaper tardó en reaccionar, sus ojos se movieron hasta el lado notando que no había nadie y por solo medio segundo casi se rinde a fuerzas desconocidas; por lo menos pudo reaccionar y apartarlo desde los hombros, mirándole retraído y algo asustado.

- ¿Pero qué te pasa? -Pudo balbucear, acorralado por el cuerpo adverso, por sus ojos celestes y opacos.

¿Por qué no había ninguna expresión de lujuria? ¿De mal intención? ¿De maldad?

El desconocido solo tenía una cara de confusión por haber sido rechazado.

- Ah... -Expresó el albino, un sonido de conclusión más que de duda- Me bajaré.

Tal como subió a la camilla, bajó sin decir ninguna palabra de disculpas. Reaper consternado de aquel suceso se deslizó por la camilla para recostarse, agotado mentalmente como para entender la situación.

- Gracias por traerme, sí. -Retomó el tema anterior, ya sin ser capaz siquiera de atisbar su persona- Pero preferiría descansar un rato, solo. ¿Sí?

- Bien.

El chico asintió mientras se daba vuelta, retirándose poco después.

INCLEMENCIA | BLANCO Y NEGRO #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora