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Abril 1 semana — miércoles.

Las primeras veces en las que tuvo que ver a Geno con menor constancia la había pasado fatal, desde que su relación se había equilibrado era una costumbre verse todos los días en la escuela. En varios de esos días en la semana, se encontraban antes del horario de clases para desayunar juntos, posteriormente se veían a cada receso y se quedaban después del último módulo para aprovechar su tiempo juntos. Después de los fatales hechos llegaron a, técnicamente, vivir bajo el mismo techo por varios días, dormían en la misma cama, se daban afecto todo el rato, eran inseparables. Estaba claro que iba a terminar teniendo una sujeción en el albino y fue muy difícil sobrellevarlo en el momento que Geno se mudó y dejó de ir a la escuela con regularidad.

Los primeros días no se despegaba del celular para escribirle, incluso esperaba fijo en la pantalla hasta recibir su mensaje al instante; poco después revisaba cada unos minutos si estaba en línea hasta que solo revisaba el celular cuando sentía la vibración de la notificación de un nuevo mensaje en su bolsillo.

La calma en él llegó, pero eso no significaba que no atesoraba cada momento en el que podía ver a su querido amor, su energía se renovaba al instante y era difícil dejar de sonreír. Llevaba una semana sin verlo y sentía que era hora de reunirse una vez más, por desgracia, Geno no tenía exámenes ni médicos, los fines de semana estarían ocupados en sus respectivas tareas. De hecho, era primera vez en mucho tiempo que iba a ir a otra casa a realizar un trabajo grupal, iba a ser con su compañero Sans, tenían mucho que charlar para recordar sus momentos juntos, no debía descuidar sus otras relaciones.

A falta de casualidades que le permitan encontrarse con Geno, tuvo que forzar la situación. Después de trabajar y asistir a clases, fue al paradero al lado oriente de su escuela y no bajó donde usualmente bajaba; siguió de largo hasta la residencia del tutor de Geno.

No era una sorpresa que iba a visitarlo, durante la clase le preguntó si podía ir a su casa, el menor no supuso problema, mas, no se veía convencido debido a que Reaper había trabajado y por ende no había dormido en todo el día. El pelinegro tuvo que convencerlo de que una vez en casa dormiría diez horas si hacía falta, pero que no le rechazara su ruego de verlo. Geno rió, más bien escribió que reía, aunque a lo mejor solo había sonreído con brevedad antes de responderle, era muy extraño que alguien de verdad riera al momento de escribir una carcajada.

Al estar en la entrada, tocó el timbre. En esa casa, a diferencia de la anterior, no tenía un gran portón que dividía la residencia del espacio público, pero sí tenía un patio detrás bastante amplio como para correr sin tener que toparse con las limitaciones del terreno. La puerta no se abrió ni escuchó ruido proveniente del interior, al principio se asustó creyendo que Geno había huido porque no quería verlo, o quizás había caído un meteorito por detrás de la casa y estaba tocando una puerta que abría a la nada. Sus cavilaciones se detuvieron al escuchar algo, no desde el interior, sino, a un lado de la casa, en la esquina de esta misma que conectaba la fachada con el patio. Geno estaba de pie sin necesariamente esconderse en el bordillo de la pared, sería un choque de casualidades que hiciera eso al asemejarse a Stave; su cuerpo estaba visible al completo, con un abrigo que ya había visto antes y con la bufanda que le había regalado; como siempre era una figura digna de admirar por un buen rato.

— Hola. —Saludó el más bajo, Reaper miró a los lados antes de acercarse a él.

— Hola, cariño. —Respondió de vuelta, sus piernas temblaron por un momento por decir eso, pero tenía muchas ganas de decirlo.

Geno estiró las comisuras de sus labios, momento perfecto para el ojiazul para darle un saludo como merecían. Se inclinó lo suficiente para que sus labiales cayeran en los propios, su mano lo llevó a su espalda para atraerlo en ese sutil gesto, Geno correspondió cerrando sus ojos, suspirando en medio. Sentir su respiración en su rostro había sido curioso, no le incomodó para nada. Al separarse, Geno se alejó sin rastro de inconformidad, es más, su rostro ahora tenía ese color rojizo que Reaper amaba ver. El albino tomó su mano y lo llevó hasta el patio trasero.

INCLEMENCIA | BLANCO Y NEGRO #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora