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Octubre 2 semanas - Viernes

Obviamente sus actos habían tenido repercusiones, al haber sido el causante de la pelea fue suspendido una semana y al de segundo año solo tres días. En ese tiempo por lo menos no hubo exámenes o entrega de trabajos, por lo que al pelinegro no le afectó del todo.

Aprovechó de dormir todo el tiempo posible antes de volver a la escuela, logrando recuperarse un poco del cansancio, seguía teniendo ojeras pero no tan pronunciadas y exageradas, tenía que ver el lado bueno de todo. Gracias a la comida que recibía en la noche por su compañero Blard también tenía una mejor alimentación, dos comidas al día era mejor que una. 

Pero por más que tuvo ese pequeño momento de calma fuera de la escuela, su pesadez nunca se fue, seguía atormentado por la experiencia que vivió, desde aquel momento en los baños como tales revelaciones que estrujaron su corazón. Geno seguía en su cabeza, un lindo joven albino que no tenía conciencia de la realidad, manipulado por creencias para nada sanas.

Como volvió a la escuela el jueves, su horario de sueño nuevamente se había alborotado, apenas había dormido el día anterior y ya estaba cabeceando el día viernes, al menos era último día de jornada laboral por la semana y el finde podría aprovechar de revisar las tareas con más tranquilidad. Ahora solo estaba sentado en un banco del patio, con la bufanda desgastada de siempre cubriendo hasta su nariz y con la capucha puesta, quería disfrutar un rato la suave nevada, aunque posiblemente se compraría un café con el dinero que tenía.

El ruido propio de pisadas sobre la nieve resonó en su cabeza, de soslayo pudo percibir que alguien se sentaba a su lado y no tuvo que girarse completamente para ver quién era: Geno.

Intentó no mirarle, la última vez que lo vio se había desquitado por el castigo y golpes que recibió por él, no se comportó de la mejor forma y por eso se arrepentía, en ese momento no había procesado toda la información escuchada, no obstante, siendo sinceros, todavía no lo captaba con claridad. Geno, quien estaba sentado a su lado sin decir nada, era el "famoso" fantasma de la escuela, el joven que si lo atraías a un lugar vacío, podía tener relaciones sexuales incluso sin conocerte.

No lo hubiese creído hasta haber sido testigo de ello aquel día en los baños.

— Hola. —Saludó el albino, con un tono sutil y bajito que apenas pudo escuchar el mayor a través del denso ambiente. Reaper hundió su mentón en su propio pecho, viendo sus guantes algo desgastados.

— Hey.

— ¿Cómo está tu ojo?

— Mejor, aunque me sigue doliendo si me toco el pómulo.

— Debió haber sido un gran golpe.

— Horrible, me habían inmovilizado y el puerco aprovechó de asestar el mejor golpe de su vida.

— ...¿Y tú dónde lo golpeaste?

— En el cachete.

— Cachete.

— Yep, ojalá se haya mordido la lengua, lo merece.

— ¿No te arrepientes?

Apretó los labios, pasándose discretamente las yemas de sus dedos a los restos de su moretón, seguía lastimado pero ya no estaba hinchado como los primeros días. En realidad, si lo sopesaba bien, volvería a meterse en muchas más peleas solo para defender el honor de su compañero, por más que su rostro se desfigurara, no se sentía capaz de dar un paso atrás, no quería que Geno fuese víctima de las personas malintencionadas.

Incluso en un país de primer mundo existía la crueldad.

— No.

— No me gusta. —Expresó entonces el albino, ahora que se daba cuenta, este estaba al otro lado del banco, abarcando una gran distancia entre ambos, intentó mirarle ahora a los ojos, a esos ojos claros y opacos— No me gustó que te hayas metido en una pelea, por algo que hice yo.

— Ya te lo había dicho antes, Geno.  El tacto físico no es algo que se deba hacer con cualquiera. 

— ¿Por qué? —El albino correspondió la mirada, con un pequeño mohín— Siempre me han hecho saber que me querían de esa forma.

— ¿Qué forma? —Geno se llevó las manos hasta su propio pecho, cerrando sus ojos sin ningún tipo de vergüenza en la cara.

— Tocándome. Mis padres desde niño me han tocado y besado, me decían que era una de las formas como demostraban todo el aprecio que tenían por mí.

Reaper abrió los ojos como platos, aterrorizado de la situación, antes había sospechado de eso pero no creía posible que los propios progenitores del adverso fueran los responsables de inculcarle esas nauseabundas acciones. Tragó saliva, tomándose unos segundos para poder hablar, su garganta se había cerrado por el impacto. Geno por su lado solo miraba sus pies, no tenía ningún ademán de verse afectado, como si lo que acababa de decir era lo más normal de mundo.

— ¿U-Una de las formas...?

— Me imagino que tú no fuiste criado así, habrán diferentes percepciones de cómo expresarte, yo lo fui así.

— N-N... ¿Y si no querías? ¿No te golpeaban?

Geno negó.

— Nunca me han golpeado, si no quería simplemente les decía que no, posteriormente me daban un abrazo y seguían con sus cosas y yo las mías. Nunca han hecho nada sin mi consentimiento, como debe ser, ¿no?

Quería que todo fuese una pesadilla y lo que acababa de escuchar no era cierto, pero ahí estaba Geno, arreglándose un mechón de cabello que caía, su nariz algo enrojecida por el frío que hacía, la suave nevada de antes había empeorado. Su mente había explotado en todos los horrores que tuvo que pasar el albino, lo distorsionado que era su vida para pensar que esa forma de crianza era normal, Geno había sido abusado por muchas manos y no era consciente de eso.

 El nudo en su garganta no pudo desanudar, solo pudo romper aquella distancia acercándose torpemente y así envolver su blanca anatomía entre sus brazos, en un fuerte abrazo. Estaba asustado y necesitaba re-ordenar sus ideas antes de avanzar un paso.

Geno no correspondió, pues seguramente también estaba dudoso de todo lo que ocurría, era el más perdido de todos modos.

— Hablemos más tarde. —Dijo Reaper, con mucha pena.

— Esta bien.

INCLEMENCIA | BLANCO Y NEGRO #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora