1: Matar o morir

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Cuando Julián huyó de su pueblo, el primer problema que tuvo que resolver fue la sangre en su ropa. Quizás el asesinato había sido un remedio muy extremo, pero es que él simplemente no quería meterse en problemas y tuvo que defenderse. Todavía no digería del todo la gravedad de lo que había hecho, y no lo haría hasta que se hallara muy lejos de ahí, entonces tendría mucho miedo y se consolaría pensando que fue cuestión de vida o muerte, asesinar o morir. Además, era cierto que ya estaba cansado de agachar la cabeza como un perro con tal de no provocar a ese desgraciado, todo por no haber nacido en cuna de oro como él.

Paso a paso, Julián se alejaba de la ciudad en la que había cometido su feroz homicidio: Real Dorado. No había tiempo para pensar o siquiera sentir, lo único que debía de hacerse era huir y no mirar atrás. ¿Quién iba a creer que sería un simple muchacho, armado con un simple cuchillo, el verdugo de un pez tan gordo como el hijo del jefe? Ni el pobre Joan, ni su temible padre, ni ninguno de sus guardaespaldas que se suponía debían protegerlo, se imaginaban la tamaña desgracia que provocaría aquel muerto de hambre.

Vicente Joan Rianchos Garza había sido en vida un tipo muy, pero muy despreciable, descendiente de una de las familias más influyentes de la región. De veintisiete años, era un joven afortunado en casi todos los aspectos que siempre obtenía lo que quería: un auto de lujo, una botella del mejor tequila o alguna chica que viera por ahí, todo lo conseguía con tan solo tronar los dedos. No obstante, en su interior Joan enfrentaba un serio conflicto, y este era su irremediable predilección a los muchachos de rasgos delicados, casi femeninos, a los que gozaba agredir en extremo para desahogar sus reprimidos deseos.

Por eso, cuando Joan miró a ese joven alto y de ojos esmeraldas que trabajaba en la empacadora de su padre, la atracción que sentía hacia él, enfrentada con la homofobia inculcada en su mente, hizo que empezara a acosarlo sin descanso, siempre acompañado de sus guardaespaldas. La víctima en cuestión era Julián, que al ser un humilde empleado no tenía de otra más que soportar insultos, burlas y amenazas a punta de pistola casi todos los días. Hasta que finalmente todo culminó una fría madrugada de enero.

Momentos antes de la tragedia, Joan se divertía en el mejor antro de la ciudad, custodiado por sus tres guaruras. Ya bastante borracho, con premura requirió los servicios de Elsy la Chuparrosa, una despampanante bomba rubia experta en el uso de la lengua, afamada por prodigar "las mejores mamadas de la región".

Pero cuando le dijeron a Joan que ella no se había presentado a trabajar, éste enfureció:

–¡CON UNA CHINGADA! –bramó mientras se ponía de pie–. ¡¿Cómo es que esa perra no está aquí cuando yo la quiero?! ¡¿Y ahora quién me la va chupar?! ¡¿TÚ?!

El distinguido gerente temblaba mientras esbozaba su mejor sonrisa.

–Señor Rianchos, de verdad lamentamos profundamente este inconveniente. Permítame ofrecerle en su lugar a otra de nuestras chicas, que le aseguro no le decepcionarán...

–¡A la chingada con esas viejas aguadas! –interrumpió Joan, tratando de desenfundar su revólver–. ¡¡Si me digno a venir a este chiquero de mierda es porque quiero a la Chuparrosa!!

–Entonces, señor Rianchos. Permítame unos minutos para localizarla y traérsela...

–¿No entiendes, cabrón, que ya no aguanto? –Se colocó una mano en la entrepierna–. ¿Dónde quieres que la ponga, cabrón? ¡¿En qué agujero la meto?! ¡¿En el tuyo?!

Ante esta amenaza, el gerente se pegó de espaldas a la pared.

–Señor, es que ella vive aquí cerca. No tardará en venir, se lo aseguro...

Joan tomó una de las botellas que tenía sobre su mesa y sin miramientos la arrojó hacia el horrorizado gerente, que por un pelo logró esquivarla y salir corriendo del privado.

De Norte a SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora