32: Norte y Sur convergen

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En la pequeña estación de autobuses de La Mira, Julián y Marina esperaban a que anunciaran su salida rumbo a Mesoneros, ciudad donde él se había criado. Los acompañaba la señora Alina, naturalmente, sentada junto a su emocionada hija que anhelaba emprender esta nueva aventura junto a su amado. Él por su parte intentaba mantenerse sereno, y aunque todavía se sentía nervioso por lo que iba a descubrir en este viaje, quería tener fe en que fuese lo que fuese no habría de destruirlo, pues ya no era un vulnerable perdedor solitario. Ahora tenía amigos, poquitos y que pecaban de borrachos, pero buenos amigos, una suegra algo temible pero sabia y una novia maravillosa con la que próximamente formaría su propia familia.

Más tarde llegaron don Sam y Kike, que apurados corrieron a la terminal con el temor de no alcanzar a despedirse de su camarada. Entonces Julián se sintió aún más apoyado y los recibió con un fuerte abrazo.

Felicitó nuevamente a Kike por su reciente boda con la Chepina, acaecida apenas una semana atrás en una ceremonia en la que por supuesto Julián y Marina fueron invitados. Se extendió también la invitación a la señora Alina, pero ésta declinó respetuosamente siguiendo la imposición de su luto; no obstante, enviaría para los recién casados un espléndido regalo. Así pues, sólo la pareja acudió al casorio y, si bien la presencia de la bruja menor puso nerviosos a algunos asistentes, pronto esa tensión se esfumó cuando los hijos de la Chepina se le acercaron y comenzaron a reír y jugar con ella. Entonces se celebró la boda por todo lo alto, marcando el inicio de una bella familia; ahora la mujer y sus dos hijitos vivían con Kike y su padre, llenando de amor sus corazones, e incluso los perros no tardaron en caer rendidos ante los cariñosos pequeños.

A partir de entonces, Kike tendría la actitud de todo un hombre responsable. Si bien aún era adepto a las fiestas, al futbol y a la cerveza helada, a sus treintaiún años tendría la motivación necesaria para progresar en la vida. Eventualmente, conseguiría un trabajo estable en un supermercado y ganaría lo suficiente para que su viejo padre se retirara del mar. Por su parte, su mujer seguiría lucrando con la pescadería y tiempo después saldría embarazada de una niña, que vendría a complementar la felicidad familiar.

Todo este buen porvenir lo podían entrever las sonrientes brujas, y no podían sentirse más satisfechas con las drásticas medidas empleadas para salvar a esa buena gente.

–Gracias, carnal, por haber pospuesto tu viaje para asistir a mi boda.

–No tienes nada que agradecer. Al contrario, gracias a ti por invitarnos.

–Ya nomás me falta cumplirle a mi Chepina con la adopción legal de sus...nuestros chamacos.

–Hazlo. Un niño necesita un hogar y esos niños te quieren –hizo una pausa, mientras su ánimo decaía un poco–. Mírame a mí, aquí voy a buscar respuestas de quien no me quiso.

Kike lo miró con tristeza, sin saber qué decirle.

Fue entonces que la señora Alina intervino:

–Todo saldrá bien, hijo, ya lo verás.

Julián volvió a rascarse la cabeza.

–Sí, lo entiendo. Es sólo que...no sé...

–Las cosas no fueron como piensas, te lo aseguro.

El joven torció la boca, mientras su amorosa novia lo tomaba del brazo.

–¿Listo, amor? –le besó la mejilla–. Ya mero anuncian la última llamada.

Y en efecto, enseguida sonó en los altavoces la última llamada para abordar el autobús.

Julián y Marina levantaron su equipaje, se tomaron fuertemente de la mano y abandonaron la sala de espera con la bendición de sus seres queridos, quienes se quedarían ahí hasta que el autobús hubiese partido.

De Norte a SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora