Kike había perdido la cuenta de cuántos tragos había tomado; estaba bebiendo con sus compadres de fiesta en El Avispero, su cantina favorita, tomando como pretexto la reciente victoria de su equipo de futbol, televisada en la enorme pantalla instalada arriba de la barra. No supo en qué momento sus compadres se habían ido, tal vez a pasársela bien con alguna muchacha. Él como hombre cabal tenía la intención de ser fiel a su Chepina, por lo que sólo recargó su silla contra la pared y se puso la gorra sobre sus cansados ojos para descansar.
No habían pasado ni cinco minutos, cuando dos jóvenes mal encarados, pero bien vestidos entraron a la cantina y tomaron asiento frente a la barra; con sólo ver sus sombreros bordados, sus lentes obscuros y sus botas vaqueras, era notorio que eran forasteros provenientes del norte.
Su recio acento los delató cuando pidieron al cantinero unas cervezas. Al momento de ser atendidos y quedar solos, uno suspiró pesadamente y declaró exhausto:
-Espero que aquí sí lo encontremos, cabrón. Ya estoy hasta la madre de buscar a ese pendejo.
-Para eso nos pagan, y nos pagan bien. Ya verás cuanta lana nos va a tocar cuando le demos piso.
Kike oyó la conversación y discretamente se enterró más en su rincón, por si fuera él al que buscaran. No se le venía a la mente un motivo en especial, pero más valía pasar inadvertido.
Sin embargo, lo que escuchó después lo sacaría de su error.
-¡Oye, cantinero!
El viejo cantinero se acercó solícito.
-A sus órdenes, caballeros.
-Necesitamos información...y confiamos en que ustedes tienen fama de discretos -dijo el forastero a media voz, mientras deslizaba unos billetes hacia el hombre.
-Pregunte usted... -respondió el cantinero, extendiendo la mano para tomarlos.
-Pos fíjese que andamos buscando a un parientito, que se nos peló huyéndole a una barriga que dejó allá en el rancho -dijo el otro forastero, mientras sacaba su celular y le enseñaba la foto de Julián-. Nos dejó dicho que vendría acá, y pos queremos hallarlo pa' decirle que el asunto se resolvió...
Naturalmente, el cantinero reconoció al joven en la foto.
-Por su expresión, mi estimado, creo que sí lo ha visto -acusó uno de los rufianes.
El viejo cantinero se percató de que esos dos eran gente peligrosa, y no podía poner su vida en riesgo dándoles una negativa. Sin embargo, también era un buen hombre, por lo que evitó mirar directamente a Kike y ponerlo en evidencia. Como dueño de un establecimiento de esta índole, ya sabría cómo barajárselas.
-Sí, hace tiempo llegó aquí un joven como ese, pero lo único que sé es que trabaja en los muelles. Lo pueden encontrar mañana temprano, cuando lleguen los pescadores al chinchorro.
El sicario lo miró con sus clarísimos ojos azules, mientras esbozaba una sonrisa.
-Usted es a todo dar, mi estimado. A todo dar -hizo una pausa y se empinó otro trago-. Ya entrados en gastos, necesitaremos un lugar pa' dormir esta noche.
-¡Por supuesto! Tengo cuartos disponibles en la planta alta, acá el joven se los mostrará.
En cuanto terminaron sus cervezas, los hombres subieron acompañados por el mozo de la cantina.
-Nomás que lleguemos al cuarto le hablamos al patrón...
Apenas desaparecieron por las escaleras, Kike salió atropelladamente de su rincón, pues con el susto hasta se le había bajado la borrachera. Entonces cruzó una mirada con el cantinero, que desde atrás de la barra le hacía silenciosas pero insistentes señas para que se fuera corriendo del bar.
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De Norte a Sur
RandomJulián ha asesinado al único hijo del mafioso de su cuidad, por lo que recorrerá el país entero ocultando su identidad. Es entonces que va al sur y llega a La Mira, un pueblo costero de calor infernal. Ahí conoce a Marina, una joven que junto a su...