7: Calor de hogar

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El bonito parque central de La Mira estaba algo vacío, a pesar de ser fin de semana. Quizás se debía a que las playas acaparaban toda la atención de la gente, quizás era porque los transeúntes que había por ahí se alejaban tan pronto divisaban a la hermosa pero temible bruja. Con una encantadora sonrisa y una nieve de limón en la mano, ella paseaba junto al mozo que se hacía llamar Pablo mientras ambos conversaban alegremente, como si se conocieran de toda la vida.

Él había acudido a la casa de ella, muy puntual y con sus mejores ropas, para cumplir con aquella cita pendiente. Ella se había sentido nerviosa, revisando su maquillaje obsesivamente; por un momento, creyó que él no llegaría. Sin embargo, al verlo llegar desde su ventana se llenó de gozo y salió disparada a su encuentro, despidiéndose muy apenas de su madre.

Importándole un comino lo que le advirtieran en su trabajo, o lo que los chismosos pudieran viborear de él al verlo con ella, para Julián era la gloria estar con esa hermosa joven. Marina era graciosa, inteligente y muy encantadora, siendo la primera persona en mucho tiempo con quien él podía desenvolverse sin máscaras, ni nombres falsos...sólo siendo él mismo. Muy pronto, Julián se daría cuenta de que era la primera vez que le gustaba seriamente una chica, por lo que reafirmó su intención de no dejarse influenciar por rumores.

Además, ¿qué cosas podría ella haber hecho, peores que las que él había realizado?

–¿Cómo es que te llamaron Marina? –inquirió, para hacer más conversación.

–Pues mi madre me nombró así en honor al mar, así que sí, acertaste –respondió ella sonriente–. Pero casi nadie me llama por mi nombre, prefieren decirme "bruja menor".

Julián frunció el ceño.

–¿En serio?

Marina se encogió de hombros.

–A mí me parece lindo.

Se hizo un silencio, en el que ambos terminaron sus respectivos helados mientras seguían caminando hacia la gran fuente central. Ahí él se detuvo, la tomó de la mano y la obligó a detenerse también.

–Oye...sé que tenemos poco de conocernos, pero tú ya sabes que me gustas y, pues, quiero saber si... –tragó saliva, mientras la atraía suavemente hacia él–. Si yo te gusto, al menos un poco...

Marina sintió cómo la cara se le ponía roja como un tomate.

–Te daré mi respuesta –dijo–, cuando me digas tu verdadero nombre.

–¿Cómo lo supiste? –cuestionó él a media voz–. ¿Cómo supiste que uso un nombre falso?

–Yo...sólo acerté. Tengo fama de bruja, ¿recuerdas? Sólo estaba jugando...

La joven bruja sonreía nerviosa, sintiéndose exhibida ante esos ojos verdes, que sin creerle del todo la sondeaban en silencio. Fue entonces que ella entendió cómo debía sentirse la gente a la que ella miraba.

De pronto, él estuvo dispuesto a revelarle su nombre real:

–Mi nombre es Jul...

Su confesión fue atajada por unos labios muy dulces, que repentinamente se unieron a los suyos.

Julián se quedó atónito, pero enseguida entrecerró los ojos y disfrutó del beso, que inició primero con suavidad para después aumentar de intensidad; absortos en el beso, ambos se abrazaron cada vez más fuerte.

Cuando por fin separaron sus labios, la ruborosa chica apenas podía sostenerle la mirada.

–No es necesario que me digas tu nombre real. Tus razones tendrás para ocultarlo...

De Norte a SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora