La azabache troca que pertenecía a Joan Rianchos corría por el asfalto de la polvorienta carretera, con tanta velocidad que estaba a nada de acabarse el combustible. En su lujoso interior, Toño iba al volante pisando a fondo el acelerador, Valdo le daba indicaciones desde el asiento del copiloto y Roque miraba todo, confinado en el asiento de atrás. Planeaban desesperadamente la huida que mejor les conviniera, pues apenas llevaban unas horas de ventaja y no sabían desde cuándo los iban siguiendo los hombres de don Abel. Limitados por la gasolina, ya era urgente deshacerse de la camioneta que los delataba en su fuga.
–Escuchen, cabrones, esto es lo que vamos a hacer –indicaba Toño, sin despegar su vista del desierto camino, azotado por un quemante sol–. 'Orita que lleguemos al siguiente pueblo, nos metemos al primer lote que encontremos y ahí vendemos esta pinche troca. Y pos ya con dinero, jalamos cada quien pa' su lado.
–No, ¿qué pasó? –replicó Roque–. ¡Quedamos que íbamos a cruzar todos juntos!
Valdo rodó los ojos con fastidio, y se giró en su asiento para quedar frente al chico.
–A ver, pendejo, ¿tú quieres que te lleven tomadito de la mano o qué? Si no fueras pendejo y tuvieras dos dedos de frente, sabrías que al separamos sería más difícil que nos encuentren, que a que si seguimos en bola. Además, de pendejo me quedo a hacerla de tu pilmama –le dedicó una desdeñosa mirada–. Ya bastante mierda tenemos que limpiar por tu culpa, pinche hijito de mami.
–¿Qué dijiste, pendejo? –escupió Roque entre dientes.
Ambos muchachos se sostuvieron una mirada cargada de odio, mientras Toño los miraba de reojo. De pronto, Valdo esbozó una burlona sonrisa mientras respondía pausadamente:
–¿Qué? ¿Qué eres un hijito de mami? ¿Qué gracias a ella estás aquí, al mismo nivel de uno que se la tuvo que rifar con mucho esfuerzo? –conforme más hablaba, más indignado se le oía–. ¡¿Qué por culpa de tus putos berrinches, descuidamos al pendejo que nos daba de tragar?!
Roque temblaba de cólera, fulminándolo con la mirada.
–¡Mira, cabrón, mejor cállate antes de que te parta el puto hocico!
–¡Pues quiero ver lo intentes, pendejo! ¡Quiero ver que lo intentes, se ve que no tienes los huevos!
En un arranque de ira, Roque asestó el primer golpe en la nariz de Valdo, a lo que éste respondió con otro en la mandíbula. Entonces ambos comenzaron a forcejear, hasta que Toño pisó el freno, sacó su pistola y les apuntó mientras exasperado vociferaba:
–¡A ver, hijos de la chingada! ¡Se calman o aquí mismo los bajo! –siguió gritando aun al ver que los dos idiotas detenían su pelea y asustados alzaban las manos–. ¡Me tienen hasta la madre con sus puterías! ¡Ya dense un beso y lárguense pa'l motel, chingada madre!
–¡Pinche Toño, no seas mamón y ya baja eso! –respondió Valdo, con las manos en alto.
–¡Si, cabrón! ¡Si seguimos acá parados, nos van a atrapar! –agregó Roque, disimulando su pavor.
Pero Toño siguió apuntándoles, con esos anteojos brillando de maldad.
–Díganme un motivo pa' que no les meta su plomazo ahorita mismo, o pa' que mínimo no se queden en este puto desierto mientras me llevo esta troca –apuntó a Valdo, que se movió ligeramente–. Ni lo intentes, pendejo. Más tardarás en sacar tu pistola, en que yo ya te desfiguré la jeta...
Valdo volvió a alzar las manos, ahora temblorosas. Sonrió patéticamente para aminorar la tensión.
–Ya, cabrón, ya estuvo. No nos volveremos a pelear en lo que queda de camino...te lo juramos por la misma virgencita –miró de soslayo a Roque–. ¿Verdad, pinche Roque? No le volveremos a dar lata.
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De Norte a Sur
RandomJulián ha asesinado al único hijo del mafioso de su cuidad, por lo que recorrerá el país entero ocultando su identidad. Es entonces que va al sur y llega a La Mira, un pueblo costero de calor infernal. Ahí conoce a Marina, una joven que junto a su...