El señor Abel Rianchos era un hombre de armas tomar, literalmente. Tan pronto fue a reconocer a su hijo en la plancha, se dio la vuelta y ordenó a su gente iniciar una exhaustiva investigación, en la que se determinaría que era necesario encontrar a los tres idiotas que debían protegerlo, pues era sospechoso que no aparecieran a pesar de haberlos mandado llamar. Así pues, se vieron en la necesidad de "visitar" a sus familiares y verificar que estos no los estuviesen protegiendo. Sin embargo, todos ellos declararon que no sabían nada.
Mientras ocurrían estas averiguaciones, la hermosa mujer conocida como Elsy la Chuparrosa todavía se encontraba convaleciente en su hogar. Una mañana en especial, se encontraba desayunando con la agotada cara desmaquillada, enfundada en una satinada bata roja y con el pelo despeinado; una imagen deplorable que hubiera desencantado a sus clientes, acostumbrados a gozarla como la sensualidad hecha mujer.
Terminaba de comer, cuando recordó que de nuevo había olvidado tomarse su antibiótico, por lo que de mala gana se levantó para ir por el frasco a su dormitorio. Sin embargo, se sobresaltó al oír el timbre.
Se asustó pensando que era Joan. Aun así, se convenció de que era mala idea hacerlo esperar.
No obstante, cuán grande sería su sorpresa al asomarse por la ventana del frente, pues el viejo hombre que llamaba no se parecía en nada a alguno de sus clientes. A pesar de hallarse encorvado, canoso y vistiendo humildes ropas, la impactada mujer no tendría problemas al reconocerlo.
Acobardada dudó en abrir, pero él insistía cada vez más. Sin más remedio, ella fue a enfrentarlo.
Elsy asomó su rostro muy apenas, mientras sostenía valientemente la severa mirada de su viejo padre; ella sabía que nunca sería perdonada por elegir el camino de la prostitución, por lo que le intrigaba bastante la razón que impulsaba a su rencoroso progenitor a presentarse hasta la puerta de su casa.
–Guadalupe –le dijo, usando su nombre de pila–. ¿No has visto a Roque?
–No... –tosió–. Hace días que no lo veo...
El hombre dio la media vuelta para retirarse, pero la preocupación lo hizo volver.
–¿No sabes dónde lo puedo encontrar?
–¿Por qué? –inquirió ella, cada vez más asustada–. ¿Le pasa algo a mamá, está enferma?
–No, es sólo que Roque no ha vuelto a casa. Y hoy se presentaron unos pelados preguntando por él.
–Seguro es gente de su patrón...
–Eran gente de su padre, del mero jefe. El patroncito murió.
–¡¿Qué?! ¿Joan murió? ¿Cuándo, cómo...?
–Salió en los diarios de antier. Lo encontraron tirado por los potreros, no muy lejos de aquí. Ni Roque ni ninguno de los otros guaruras aparecen desde entonces... –el anciano no pudo aguantar más y se quebró en llanto–. ¡Tengo miedo de que también me hayan matado a mi niño!
La mujer se atrevió a salir y abrazar a su padre, que no opuso resistencia.
–No, papá, él no está muerto. De ser así, lo hubieran encontrado tirado junto a Joan –hizo una pausa, mientras diseñaba rápidamente un plan–. Anda, vete con mamá y esperen mi llamada. Iré a buscarlo.
Luego de despedir a su padre, Elsy entró nuevamente a su casa y preparó la ducha.
A pesar de todavía sentirse débil por la enfermedad, consiguió las fuerzas necesarias para recuperarse con ayuda de sus medicinas. Después de la ducha, ocupó el resto de la mañana en acicalarse; se rizó la dorada melena, se maquilló, se colocó sus pupilentes verdes y se atavió con sus mejores galas. Cuando por fin estuvo lista, tomó su bolso y condujo rumbo al Vainilla Unicorn, su centro de trabajo.
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De Norte a Sur
RandomJulián ha asesinado al único hijo del mafioso de su cuidad, por lo que recorrerá el país entero ocultando su identidad. Es entonces que va al sur y llega a La Mira, un pueblo costero de calor infernal. Ahí conoce a Marina, una joven que junto a su...