18: La propuesta

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A partir de las nuevas averiguaciones, todos los esfuerzos y recursos de Abel Rianchos se enfocaron en hallar a un solo hombre: Julián, el ex-empleado de la empacadora. Los pocos que lo conocían lo describieron como un muchacho solitario, muy reservado con su vida personal; sólo se sabía que era un infeliz huérfano carente de familia, pareja o hijos con quienes presionar para hacerlo aparecer; tenía unos cuantos amigos en el trabajo o su vecindario, pero nadie que lo conociera lo suficiente como para dar información útil. Aun así, tal como lo había ordenado el patrón, todo aquel que hubiera tenido cercanía con el muchacho nunca más se le volvería a ver; de todas formas, eran gente humilde y no importarían tanto como los poderosos caídos en la matanza, a quienes organizarían misas en la catedral, pagadas por el mismo hombre que los había mandado a ejecutar.

Tras extender la búsqueda, se descubrió que en el tiradero de la ciudad un pepenador había visto a un joven con su descripción, aventando algo a un tonel encendido y luego echando a correr hacia la carretera del sur; era un testimonio vago, pero era un buen inicio. A partir de ahí, todo empezó a ir como la seda.

–El cabroncito se cambia el nombre a cada lugar que llega –informó el Todojunto–. Trabaja unos días de lo que sea donde no le pidan papeles y luego se larga. Con la foto la gente lo reconoce a luego.

Abel se echó a reír, complacido por los nuevos avances.

–¡Pos sí! Pinche larguirucho, cara de pambazo... –hizo una pausa, mientras encendía otro puro–. 'Ta bueno, entonces es un hecho que se larga cada vez más pa'l sur...

–Correcto, mi patrón. Si todo va como lo planeado, nuestra gente se irá de Hondonada 'orita mismo y llegarán a San Lázaro. Si para entonces el cabrón se nos adelantó, buscarán en los alrededores, preguntarán a los lugareños y pronto lo apañaremos antes de que se nos pele otra vez.

Abel se recostó contra el respaldo de su asiento de cuero.

–Tengo que vengarme, nadie me va a ver la cara de su pendejo...

–Así será, mi jefe. Sabrá que con usted nadie se mete.

–Aquí todos saben quién soy yo. En especial aquel pendejo que trabajaba pa' mí...se quiso burlar de mi autoridad, porque todos saben que quien esté bajo mis huevos no puede ser tocado...

–Nos lo cargaremos a la chingada al cabrón. Le haremos justicia a su hijo, que en paz descanse.

–Sí, y debe ser antes de que nazca el otro.

El Todojunto se quedó boquiabierto.

–¡Patrón! No me diga que uste y su esposa...

–¡No seas pendejo! Esa vieja me tiene harto, preferiría cogerme una vaca en vez de esa bruja aceda... –se echó a reír, junto con su matón que también era su compadre–. No, a la que le tengo puesto el ojo es a mi nalguita del palacete, esa hembra sí tiene ovarios para engendrar un nuevo heredero, ahí está ese putillo como prueba de que sabe parir; sólo espero que el siguiente no salga tan maricón y prieto. Como sea, 'ora que Joan está con Diosito, ya nada me ata a la vieja que lo parió...

–¿Quiere que me encargue de "enfriármela"? –se ofreció el Todojunto solícito.

–El pedo es que tiene gente que la protege –murmuró Abel con pesar–. Su pinche familia se pudre en billetes, acuérdate, y si le tocamos un pelo se nos armaría un desmadre.

–Hay maneras, patroncito, hay maneras...

–No, tú mejor encuéntrame a ese infeliz y tráemelo de los huevos; ésa es toda tu chamba. De mi vieja me encargaré yo, tendré que hacerlo limpio y con abogados para evitar pleitos.

De Norte a SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora