Sin lluvia no hay flores
Narra Selene.
Decir que no estoy rebosante de felicidad, sería mentir. He deseado esto desde hace tanto que ahora que lo tengo, es como si nunca hubiera esperado nada porque esto es mejor que lo pude haber deseado.
Tener a Ian diciéndome cuánto me ama es todo lo que deseaba. El haber prometido una mejora, es un plus. Pero el que haya preparado con tanto esmero esto, me tiene tocando la cima del cielo.
Llevamos ya un rato en la carretera. Rato que yo me he dedicado a hacer cariños en la mano de Ian que reposa sobre mí pierna y oliendo mis rosas. Son preciosas.
Veo que estacionados frente a uno de los hoteles más lujosos de toda Florencia y siento como mi corazón se expande un poco más de felicidad. Ian baja del auto para ayudarme a salir antes de que el valet parking reciba las llaves de Ian y él tome mi mano para entrar al lujoso hotel. Yo pensé en dejar las rosas en el auto, pero preferí traerlas. De verdad me siento como si apenas me estuviera cortejando. Se siente de maravilla.
Ian no pasa por recepción, sigue derecho hasta el final del pasillo donde entramos a un elevador con cristales polarizados. Marca el único piso que tiene para la opción y comenzamos a elevarnos. Ian no ha soltado mi mano en todo el recorrido. La siento sudada.
Quizás está igual de nervioso que yo.
Cosa rara porque llevamos casados casi seis años. Por lo que lo que vamos a hacer, lo hemos hecho demasiadas veces. Sonrío al recordar que él es el único que me ha tocado.—Te amo —susurro de pronto al sentir la necesidad de recordárselo. Ian sonríe.
—Y yo a ti. Primero las damas —dice cuando las puertas se abren y delante de nosotros está una típica habitación presidencial. Preciosa, glamurosa, elegante y discreta al mismo tiempo. Hay muchos cristales polarizados, colores rojos, negro y dorado.
Ian se adentra más a la habitación, dejándome a mí en todo el recibidor para él ir a tomar la botella de vino que está sobre la mesa ratonera con las dos copas. Se acerca a mí y me hace sostener las dos copas, luego de yo dejar las rosas sobre la mesa más cercana que tengo.
Destapa la botella con destreza y reímos al botar espuma.
—Por un nuevo comienzo —propongo cuando ya ambas copas están llenas. Ian sonríe y chocamos las copas, luego bebemos—. ¡Ian! —chillo cuando me quita la copa y me alza, dejando mi trasero a la altura de su cara. Él ríe.
—Tengo muchos planes contigo hoy, preciosa —advierte y algo en mi bajo vientre se contrae.
Ian sigue derecho la habitación y entra al baño conmigo a cuesta. Me baja justo a unos pasos de la tina y se acerca a la encimera. Me percató de que hay un kit de productos de aseos, envueltos en una de esas bolsas de regalo que son transparentes con dibujos. ¿Saben el nombre? Yo no.
Ian lo toma y se gira para devolverse hacia mí.
—Esto es para ti. Pero planeo estrenarlo yo —confiesa. Río bajito—. Desnudate —ordena. Paso saliva. Nunca me he desnuda do para él. Lo sé, lo sé, llevamos muchos años, pero siempre es él quien me desnuda.
Suspiro y saco primero los pies de los zapatos de tacón, después comienzo a bajar los tirantes de mi vestido, al llegar a mi cintura, veo a Ian contener la respiración. Lo imito. Mis senos están al aire y sé que le encantan.
Termino de quitarme el vestido para quedar solo con mi tanga de encaje negro.
—Entra en la ducha, de espaldas a mí. Apoya las manos en la pared —vuelve a ordenar, pero esta vez su voz sale más ronca. Está tan excitado como yo. Tomo aire y hago lo que pidió. Las baldosas frías erizan de inmediato mis peones, endureciéndolos con solo un toque. Chillo cuando Ian me da una nalgada fuerte.
Me estremezco al sentir un líquido recorrerme toda la espalda. Huele a almendras. Es de mis aromas favoritos. Jadeo cuando Ian comienza a repartir caricias en forma de masajes por toda mi espalda.
Si hay algo que Ian sabe hacer mejor que cualquier otra cosa que no sea el sexo, es dar masajes. Es experto en eso. En relajarte y hasta hacer que te duermas en solo minutos. Pero hoy no puedo dormirme. La Excitación es tanta que estoy más que despierta. Cuando llega al inicio de mis nalgas, lo escucho tomar aire, pero no las toca, sino que lo siento de nuevo en mis tobillos.
Si tortura aumenta más que lo que lo fue en mi espalda. Esta subiendo lentamente por mis piernas, sé que cuando llegue arriba, al inicio de mi sexo, me voy a correr sobre sus dedos sin tan siquiera tocarme. Ya me tiene contrayendo la vagina y eso que no ha hecho más que un masaje. Estoy tan mal.
Como predije, cuando se acerca a mi sexo, siento mi orgasmo pedir a gritos que lo libere.
—Ian, por favor —suplico. La verdad no quiero correrme sin él tan siquiera hacer algo ahí. Es vergonzoso correrte por un masaje.
—¿Quieres que te toque? —pregunta y lleva sus manos a mí sexo. Chillo cuando presiona porque no puedo retenerlo más y me corro, mojando no solo sus dedos, sino también mi tanga. Ian gruñe—. Oh, preciosa, ven aquí —pide y me gira para apoderarse de mi boca. Juro que si vuelve a bajar su mano a mi sexo, volveré a correrme. Me está besando como si estuviera haciéndome sexo oral. Lo deseo tanto.
De pronto siento el agua comenzar a mojarnos. Abro los ojos, alejando e de su boca para comprobar si él se desnudó. Lo hizo.
—Pretendía hacerte más, pero lo haré luego de tomarte aquí, te deseo mucho —confiesa. Sonrío y vuelve a besarme. Lo siento cuando mueve mi hilo y se introduce en mi interior con fiereza. Estoy resbaladiza, por lo que su miembro entra fácilmente, pero perturba todo mi organismo. Lo alerta.
Comenzamos una danza perfecta en la que él me alza, yo me dejo caer y ambos gruñimos cuando nos conectamos hasta el fondo. Extrañaba esto. Lo extrañaba a él.
No pasa mucho tiempo para volver a sentir las corrientes acumularse en mi vientre, pidiendo ser liberadas, así que no me retraso más y muerdo su labio inferior mientras me corro sobre él. Gruñe y se vacía en mi interior.
Duramos un rato más así, mientras recuperamos el habla de nuevo. Al bajarme, Ian toma uno de los productos que me compró y noto que es jabón líquido. Sin pedírmelo, me vuelvo a dar vuelta para que quite ahora el aceite que me huntó. El problema es que yo estoy tan caliente que cada caricia suya es una punzada en mi entrepierna. ¿Qué me sucede?
No lo sé, solo quiero que vuelva a hundirse en mi interior. Que me vuelva a hacer correr sobre sus dedos, si boca o su miembro. Donde sea.
—Ian —susurro, aunque parece más un jadeo.
—Lo sé, lo sé. También me tienes mal, preciosa. Deja que te quite esto y volveré a hundirme en ti. Te lo haré tanto está noche que no creo que puedas dormir algo, preciosa. Te deseo —promete. Muerdo mi labio.
—Estoy deseándolo —confieso y él gruñe.
Se ganaron su maratón y les traigo noticiaaaaaaaa: Comenzaré a actualizar diario Per Sempre. Síiiiii. No sé la cantidad aún, pero será diario.
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Per Sempre. [Completa]
RomanceLa tercera y última entrega de la trilogía Lombardi está aquí para revelar lo que ha sido de la vida de todos. Han pasado ya 10 años desde el final del primer libro... ¿Cómo va la vida de todos los involucrados en ese final? ¿Qué ha pasado con las d...