"No ser amados es una simple desventura; la verdadera desgracia es no amar"
Narra Marcus.
—Ya falta poco, mi reina —le digo ante los gritos que suelta. De pronto se me ha hecho eterno este camino al hospital.
¿Por qué tenía que entrar en labor de parto justamente ahora?
¿Por qué se adelanta un mes y por qué tengo que estar solo a cinco horas de viaje de todos los demás?
¿Por qué estoy tan nervioso cuestionándome todo esto?
—¡MARCUS! —grita de nuevo, esta vez sujetando mi brazo con fuerza mientras se retuerce en el asiento. Estoy sudando, lo juro.
—Falta poco —repito lo que llevo diciendo desde hace rato. Veo por fin las instalaciones del hospital y acelero. Al llegar, me bajo y entro rápido para que me ayuden. Lo hacen unos paramedicos que enseguida la colocan sobre una silla de ruedas y la conducen al interior del hospital.
—Señor, debe parquear bien el auto —me pide un chico de pronto.
—¡Si me dejas te mato! —sisea Rose. Pongo los ojos en blanco y le doy las llaves al mismo chico.
—Por favor —pido, señalando a mi esposa que vuelve a gritar por las contracciones. El joven suspira y asiente, saliendo con las llaves—. Debo llamar a todos —le digo y asiente, haciendo lo que la doctora le pide que haga, no sé algo de la respiración. Viví esto hace demasiado años atrás, ni siquiera recuerdo lo que procede. Tenía planeado algo completamente diferente para esta noche. Como llevar a Rose a la casa acá en Roma y hacerle el amor hasta que amaneciera, resulta que ahora está por nacer el fruto de nuestro amor.
—Todavía te falta dilatar más, querida —le dice la doctora una vez ya nos han trasladado a una habitación de urgencias.
—¡No, no puedo esperar más! ¡Saquenmela! —pide Rose a gritos. Yo me encuentro en una esquina de la habitación sin tener muy claro lo que debo hacer.
—No funciona así, cariño. Sé que quieres que esto termine rápido, pero aún te falta —insiste la mujer de manera calmada.
—¡Me importa una mierda! —grita en español. Miro a la mujer a ver si ha entendido algo. Agradezco que me mire confundida. Gracias a Dios no lo ha entendido.
—Dice que si no hay otra manera —miento. La mujer suspira.
—Te pondrán una inyección para ayudar al proceso y vendré dentro de unos minutos a revisarte —declara. Es astuta y rápida, así que sale antes de que Rose comience a insultarla en español.
—Preciosa, calmate. Esto pasará pronto —prometo. Me regala una mirada que facilmente podría enterrarme tres metros bajo tierra.
—Marcus, esto duele. Duele mucho. Si quieres que me calme, enfrenta tú este dolor o pide que me la saquen ya —sisea sin alzar la voz, lo que le da un toque más amenazador.
—Voy a llamar a todos —digo y hago lo mismo que la doctora: huyo a tiempo. Una vez fuera de la habitación y de los gritos de Rose, le marco a Ian que inmediatamente se pone a gritar al contarle. Alejo el celular y suspiro. Es que son tan iguales que me vuelven loco—. ¿Quieres calmarte? Se supone que nacería en un mes más —le recuerdo.
—Cogeremos el jet y estaremos en un santiamén allá —declara—. Y, papá —me llama—, felicitaciones y gracias —dice. Sonrío.
—Lleguen rápido. Ella los quiere aquí y yo los necesito aquí porque Rose no deja de gritar a todos. Yo estoy incluido en ese todos —aclaro para que entienda la gravedad del asunto. Ríe gustoso y yo cuelgo.
Cuando regreso a la habitación, está llena de enfermeros y la doctora que me mira.
—Se puso a pujar para iniciar el parto. La llevaremos a la sala de parto. ¿Vendrá usted o hay que esperar a su esposo? —Ignoro como siempre hago su incredulidad.
—¡El es mi esposo, bruta! —declara Rose en español. Agradezco que sea en español.
—Yo soy su esposo —hablo calmado. La mujer alza las cejas, pero las vuelve a bajar rápido y asiente.
—Muy bien, síganme —pide y sacan a Rose en una camilla y yo los sigo de cerca. Llegamos a otro cubiculo y me entrega uno de esos trajes que se ponen sobre la ropa para entrar a lugares que ameriten la máxima limpieza. Tiene un nombre, lo sé, pero no puedo pensar con claridad ahora. Agradezco no haberme desmayado como Ian cuando iban a nacer los mellizos.
Cuando entro a la sala de cirugías, Rose está con las piernas abiertas y gritando. Veo que la doctora se está colocando los guantes y yo me acerco a mi esposa para tomar su mano. La forma en la que la presiona amenaza con cortar mi circulación, pero no la suelto.
—¿Listos? —pregunta la doctora, posicionándose en el medio de las piernas de Rose. Los dos respondemos que sí en diferentes tonos. Rose, obviamente en un grito. Dudo mucho que sepa hablar como una persona normal en estos momentos. Yo respondí sin ocultar mis nervios en mi voz.
La mujer le ordena pujar a Rose y ella presiona aún más fuerte mi mano. Ni siquiera la creía tan fuerte. Pasados unos minutos que si me preguntan se sintieron como horas, escuchamos el llanto de mi hija. La doctora la saca y lo primero que veo es su cabello tan rubio como el sol. Enseguida se lo entrega a una de las enfermeras y veo como la depositan en una mesa alejada y comienzan a limpiarla con una manta.
Apenas la regresan y la colocan en los brazos de Rose, me fijo en toda ella. es tan pequeña, blanca y sus ojos son verdes. Definitivamente salió idéntica a Rose.
—Rosemar —dice Rose de pronto, mientras acaricia la cabeza de nuestra hija—. Rosemar Lucia —repite, mirándome a mí. Sonrío.
—Me encanta —confieso y ella agranda su sonrisa. Me inclino hacia al frente y beso su frente antes de besar la de nuestra hija.
Tengo una hija preciosa. Después de tantos años, he vuelto a tener un hijo. Y esta vez es con mi reina. Con mi Rose. Tenemos nuestra propia principessa.
***
Regreso a la habitación que le cedieron a Rose en el hospital con la ropa de bebé que me pidió comprar para vestir a nuestra hija, pero me encuentro con ya toda mi familia adentro. Recibo todos los abrazos de felicitaciones y noto que he llegado tarde, ya Lucia está vistiendo un trajesito completo color verde. Miro a Rose y ella ríe.
—No lo pedí yo —aclara. Niego con la cabeza, pero sonrío.
—Yo lo traje. Imaginé que no querría vestirla con otro color —dice Arianna. Si siguen consintiéndola menos va a dejar de amar ese color.
—Es hermoso el nombre que le pusieron. Tiene un poco de los dos —dice ahora Rodolfo, que es quien tiene a Rosemar en sus brazos.
—Es perfecto —admito, acercándome a mi esposa para besar su frente y tomar su mano.
Ya ni siquiera sé qué número puedo darle a este día en la lista de los mejores días de mi vida porque es que cada día junto a Rose es maravilloso.
—Per Sempre —susurro en su oído, inclinándome un poco más. Mueve su rostro para mirarme a los ojos justo cuando Rodolfo le entrega a Rosemar y ella la sostiene.
—Per Sempre —promete y besa mis labios.
Espero que alguien esté capturando este momento para la eternidad porque ni con mi mejor imaginación, podría hacerle justicia.
Y ahora sí, se acabó lo que se daba, amores. Aviso de una vez que no habrán extras en este libro. Ya todo fue dicho, ¿a poco no?
Pd: ¿Qué les pareció el nombre de la nueva Lombardi?
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Per Sempre. [Completa]
RomanceLa tercera y última entrega de la trilogía Lombardi está aquí para revelar lo que ha sido de la vida de todos. Han pasado ya 10 años desde el final del primer libro... ¿Cómo va la vida de todos los involucrados en ese final? ¿Qué ha pasado con las d...