Capítulo 30🔥

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Querer es una palabra muy débil para describir lo que siento.

Cuando entro a la habitación, ya mi esposo no tiene esa horrible máscara que le ayudaba a respirar artificialmente

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Cuando entro a la habitación, ya mi esposo no tiene esa horrible máscara que le ayudaba a respirar artificialmente. Además de que sus ojos, sus hermosos océanos me miran con amor. Los míos se llenan de lágrimas.

Me lanzo a sus brazos sin mediar cuidado y él se queja un poco. Me alejo de inmediato.

—Perdón, mi rey —susurro ya llorando. Marcus sonríe débilmente y me limpia las lágrimas. La doctora me acaba de decir que es normal que a Marcus se le dificulten ciertas cosas tras estar en coma, sin embargo, aseguró que por haber sido de tan solo horas, cualquier efecto que tenga, será pasajero.

—Está bien, mi reina. Te extrañé tanto —confiesa, haciendo que más lágrimas broten sin control de mis ojos.

—No vuelvas a dejarme —suplico entre lágrimas—. No vuelvas a dejarme. Mucho menos con una carta, Marcus. Te lo prohíbo. Te prohíbo dejarnos —ordeno sin poder dejar de llorar. Marcus toma mis manos y las acaricia.

—Nunca voy a dejarte, la mía regina. Nunca lo haré —promete. Asiento e intento secar mis lágrimas.

—Creí que iba a perderte. No puedo perderte, mi amor. No ahora. No nunca —declaro, negando con la cabeza. Marcus sonríe y lleva mis manos a su boca.

—Jamás vas a perderme, Rose. Soy más tuyo que mío. Perderme a mí sería perderte tú misma y eso es imposible —dice. Él siempre sabe qué decir y cómo decirlo. Él siempre sabe cómo enamorarme más y más.

—Te amo, Marcus. Lo nuestro es por siempre, no lo olvides —le recuerdo. Marcus sonríe.

—Per sempre, mia regina —promete. Sollozo de nuevo.

—Per sempre, mio re —acepto de vuelta. Muerdo mi labio cuando recuerdo lo que le grité hace unas horas—. ¿Escuchaste algo de lo que te dije hace unas horas? —pregunto cuidadosa. Marcus arruga el rostro. Suspiro. Es obvio que no.

—Siempre puedes repetirlo, mi reina —me alienta. Sonrío triste.

—Marcus, mi Marcus —digo y tomo ahora yo sus manos y las llevo a mi vientre, Marcus abre aún más los ojos, mirándome atento—. Estoy embarazada, mi amor. Estoy esperando un hijo nuestro y está sano. Este está sano —repito. Los ojos de Marcus no tardan en humedecerse.

—¿De verdad? —insiste. Asiento, mordiendo mis labios. Marcus comienza a llorar mientras sonríe. Son lágrimas de felicidad, supongo—. ¡Sono l'uomo più felice del mondo, la mia regina! —exclama feliz entre llanto de alegría.

—También soy la mujer más feliz del mundo, mi rey. Seremos padres. Tendré un hijo tuyo, mi amor —digo si poder creérmelo aún. Marcus me hala hacia él y sin importar nada, me besa. El monitor que mide su frecuencia cardíaca comienza a pitar. Me alejo, pero él solo me mira sonriente.

—Ignoralo. Estoy feliz. Estoy extasiado, mi amor. Te amo —promete, alargando la o de amo. Sonrío.

—Yo también te amo, pero no creas que voy a olvidar tan fácil el que me hayas ocultado esto y que hayas querido darme consuelo en caso de que algo te pasara con una simple carta. Estás en problemas, Marcus Lombardi, y el estar embarazada de ti no te ayudará en lo absoluto —zanjo. En realidad no estoy molesta, pero debo enseñarle que él no puede hacer estas clases de cosas sin obtener repercusiones.

Ya sé, ya sé, no es un niño, pero es hombre, los hombres son como niños, así que igual aplica.

Marcus se atreve a reír suave. Sin embargo, su risa logra el efecto deseado y me encuentro amándolo todavía más de cuando entré hace rato.

—Puede que el estar embarazada de mí no me ayude, pero se me ocurren varias maneras de hacer que me perdones —declara muy seguro de sus palabras. Yo contengo un jadeo. Él no puede ponerme cachonda en un cuarto de hospital después de que no supe nada él. No puede. No puedo ser tan débil. ¿O sí?

Ay, estoy tan enamorada de este hombre que es imposible no caer en cualquiera de sus juegos. 

Si me dice salta, ahí voy yo y salto como un un canguro feliz. Aunque en mi caso sería más una liebre porque no es como que sea muy alta. 

—Marcus —advierto y él vuelve a reír. Me encanta que esté tan feliz—. Ian y los demás también están muy preocupados. ¿Quieres verlos? —Me obligo a preguntar. La verdad es que no quiero irme. Quiero quedarme aquí con él hasta que lo den de alta, pero sé también que las personas que están ahí afuera, están tan preocupadas y ansiosas como yo. Marcus asiente con una sonrisa.

—¿Y Luciano? —pregunta ahora.

—Él está bien. Se está recuperando satisfactoriamente y pronto podrá ser dado de alta. Al igual que tú —prometo.

—Me alegra que él esté bien, yo también lo estoy, la mía regina. Cuando salga de aquí voy a consentirte a ti y a nuestro bebé, mi amor. ¿Te imaginas otra Zoe, un Jordy o un Liam? Solo espero que no sea como Ian de pequeño —admite, mirándome con terror. Río bajito.

—¿Por qué no? —pregunto al ver que él no dice nada más.

—Porque era muy intranquilo. Dañaba todo a su paso. Se desnudaba. Era como que no le gustaba ninguna ropa encima. Se le ponía algo y él de inmediato se lo quitaba —explica. Ríe suave, yo lo imito. Me puedo imaginar un Ian bebé, corriendo desnudo por toda la casa. 

—Así que era desnudista. Bueno, esperemos entonces que no salga como Ian bebé —bromeo. Marcus sonríe con amor. Ya sé con qué me voy a reír de Ian un buen tiempo. 

—Te amo —dice de pronto. Sonrío.

—Y yo te amo a ti, mi rey —prometo—. Voy a decirles que pasen —aviso y me inclino para dejar un beso sobre su frente.

—Nacerá, Rose. Este bebé nacerá —promete, tomando mi mano y sujetándola fuerte. Paso saliva sin que pueda verme.

—Sé que sí, mi amor. Va a nacer y será tan fuerte como tú —declaro, creyendo con total seguridad mis palabras.

Este no será como los embarazos anteriores. Este embarazo sí va a darse y dentro de siete meses tendré a mi hijo en mis brazos, con Marcus a mi lado. Seremos felices y viviremos felices por siempre. Dejo otro beso en su frente, volviendo a girarme y luego sí camino con rumbo a la puerta para decirle a Ian que ya puede entrar a verlo.

Mi esposo volvió.
Mi Marcus sigue vivo.
Él no va a morirse. No aún.
Vamos a tener a este bebé juntos y vamos a criarlos juntos también.
Nos quedan muchos años más de vida y de matrimonio.
No estoy lista para perderlo y él no está listo para irse.

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Per Sempre. [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora