13. La relatividad del exito.

79 3 0
                                    

Es sábado y me he terminado la despensa de la semana. Esta mañana desperté creyendo que podría ir a la cocina y prepararme un sándwich, pero claramente eso no pasó, ya que no encontré nada en el refrigerador más que un tomate a la mitad y un trozo de queso con hongos.

Casi vomito de sólo verlo.

Extraño a Lily, ella se encargaba de hacer las compras. Hemos estado hablando bastante seguido, e incluso me ha actualizado de cosas que han sucedido en Valley, como por ejemplo, el lío en el que se ha metido Scott con du novia... no hubo muchos detalles, pero nuestro amigo la está pasando mal, y no quise entrometerme más, así que estuve actualizándole de lo que he estado haciendo con el departamento y mis trabajos.

Otra cosa buena que ha sucedido hoy es que Finn me llamó, y debo admitir que ver su nombre en la pantalla de mi teléfono me aceleró el corazón. No por la emoción, sino del susto, ya que estaba de nuevo soñando despierta cuando eso sucedió.

Fue como invocar a un ente por la oüija.

Ahora mismo estoy frente al espejo de mi habitación intentando decidir que ponerme. Me colgó antes de que pudiera preguntarle a donde íbamos, fue la llamada más rápida de toda mi vida. Preguntó si estaba ocupada, respondí que no y me invitó a comer con él. Apenas dije que sí, mencionó que estaría aquí en media hora y colgó.

Ya ha pasado ese tiempo y yo sigo eligiendo que ponerme porque no ha visto mis mensajes preguntando que debo ponerme. No creo que vayamos a desayunar con el primer ministro, pero al menos quisiera saber si voy muy desaliñada o demasiado producida.

O tal vez sólo me emociona el hecho de que veré a Finn y estoy odiando todo lo que hay en mi armario.

Mi teléfono suena y veo que he recibido dos mensajes.

El primero dice: Lo que quieras esta bien.

Gracias, cabeza de balón. No sé que hubiera hecho sin ti.

El segundo dice: estoy afuera de tu edificio.

Opto por dejar lo que llevo puesto y acompañarlo con tenis blancos. Luego de eso sólo tomo mi bolso y salgo a tomar el elevador.

Una energía extraña me llena el cuerpo al pensar que vamos a salir, y no sé por qué lo pienso tanto si no es nada del otro mundo.

¡Basta!

Al salir me encuentro con la camioneta de los chicos estacionada. Abro la puerta de atrás y me encuentro con Finn mirándome desde el asiento del conductor.

-¿Soy tu chofer acaso? Ven al frente.

-Creí que vendrías con alguien.

-Pues no, ahora sube- me hace una seña antes de regresar la mirada al frente.

Cierro la puerta y subo al copiloto esta vez.

-Hola, amargado- digo poniéndome el cinturón.

-Hola, Helga- responde sin darle mucha importancia ya que parece ocupado intentando encontrar forma de incorporarse a la avenida-. ¿Qué te gustaría comer?

-Lo que sea esta bien.

-Debe haber algo que te guste más que lo que sea- acelera una vez que dejan de pasar autos.

-Como de todo.

-No quiero que me digas eso, quiero que me digas a donde ir. No conozco la ciudad.

ROMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora