12. Soñar despierta.

69 3 1
                                    

Apenas terminé de desayunar con los chicos, Finn se ofreció a llevarme a mi departamento, dónde no pude volver a quedarme dormida. Eso no fue impedimento para dejarme soñando despierta por horas.

Tengo la extraña sensación de que el haber encontrado a BlueSquare o que ellos me encontraran a mí, ha sido como tal mi respuesta del universo al pedirle mi aventura. Lo había pensado antes, pero desde anoche no he podido sacarlo de mi mente.

Creo que podemos convertirnos en amigos, y realmente los aprecio. Han sabido hacerme sentir valiente de alguna forma, y quiero mantener eso en mi vida.

¿A quien engaño? Aunque si he pensado en eso, lo que ha ocupado mi mente y no puedo borrar es la sonrisa de Finn. Cada vez que esa sonrisa iba para mí, tenía una necesidad de acercarme a él. Tal vez hay una ligera posibilidad de que esté comenzando a gustarme.

O sólo confundo el cariño con eso.

Debe ser eso.

No puede ser que me guste un hombre sólo por mostrar decencia humana, no va a pasar.

Es guapo, eso es todo.

Dios mío, pero mi estúpido sueño...

-¡Tierra llamando a Chelsea!- Chasquean unos dedos frente a mi rostro y así mi mente vuelve al presente.

Uno de los nuevos meseros está frente a mí.

-¿Dijiste algo?

-Te pedí una cubeta- se recarga en la barra y yo asiento dispuesta a prepararla-. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

-Si, estoy bien- respondo segura.

Sólo pensando en mucho.

En personas especificas.

Personas que miden más de un metro ochenta y se ven muy bien en gorra.

¡Deja de pensar en él!

Entrego la cubeta a Paul y este va directo a su mesa correspondiente. Antes de que pueda volver a perderme en mis pensamientos, Helena aparece en mi campo de visión.

-Nunca te había visto tan distraída- se inclina en la barra para acercarse más a mi-. ¿Qué te tiene así?

Me limito a encogerme de hombros y finjo estar limpiando la barra, aunque lo haya hecho antes de que ella llegara.

-A menos que no sea qué, ¡sino quién!

A veces me molesta no poder ocultar las cosas, ya que mi cara siempre lo demuestra por completo. Sentimientos, pensamientos... mis padres también me lo decían. Que tan solo ver mis ojos podían adivinar en lo que estaba pensando. No me molestaba que otras personas lo notaran, pero cuando mis padres lo hacían era sinónimo de discusiones, por cosas que no había dicho, pero que mi rostro delataba. Más que nada porque me disgustaba mayor parte de lo que me decían.

-¿Qué comes que adivinas?

-¡Uhh!- Chilla dando vuelta a la barra y tomando asiento ahora de mi lado-. ¡Dime, dime! ¡Yo quiero saber! ¿Te gusta alguien? ¿Alguien de tu edificio?

Cuanta emoción.

-No me gusta nadie.

-Discutiste con alguien entonces.

Niego- No, Helena. Sólo que mi amigo Finn...

-¡El amigo guapo de mis primos!- Sonríe.- ¡Yo sabía que le gustabas! - Da palmaditas a la barra con emoción. - Ojo de loca no se equivoca- señala sus ambos ojos y luego a mi como la típica seña de: te estoy vigilando.

-No le gusto.

Su sonrisa se pierde en menos de un segundo.

-Bueno, ahora mismo no- me corrijo.

ROMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora