35. Manos frías y corazones calidos.

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¿Tinis plinis piri miñini?

Debí mentir y hacerme la difícil.

Bueno, no. Estoy en contra de eso de hacerse la difícil, sólo logras perder el interés, pero sigo ligeramente molesta. Creí que me invitaría a una cita. ¡Y es que no pido mucho! Un helado o una charla en el parque era más que suficiente, pero al parecer Finn tenía otra cosa en mente.

-¿Ya te has cansado?- Pregunta reprimiendo una risa.

-Oh, cállate- entrecierro los ojos al mirarlo.

Es una linda actividad, pero sinceramente ya me duelen los brazos. No he desayunado, y ya va a ser medio día, así que espero irnos pronto antes de que comience a sudar. El sol por si sólo ya me vislumbra demasiado.

Finn se acerca, se quita la gorra que lleva y la pone en mi cabeza.

-¿Mejor?- Sonríe.

-Mis ojos sí, mis brazos no.

-Claro, dame eso entonces- me quita la caja y continúa el resto del camino llevándola él mismo.

Hemos venido a donar todos sus libros a la biblioteca publica. Al parecer eran más de los que creí que serían, porque Riley también ha donado los suyos, incluyendo los muchos que usó mientras aún estudiaba medicina. Todos sus libros estaban en dos cajas, pero eran tan pesados que tuve que llevar de par en par hasta la entrada de la biblioteca.

Creo que di como seis vueltas sólo con esos. No entiendo como hacía para llevarlos en una mochila, seguro que dejar la escuela lo salvó de una fractura de espalda.

Sigo a Finn a paso apresurado y me adelanto para abrirle la puerta, para que pueda pasar. Sin embargo, esta vez no me meto a la marea de personas que está dejando libros sobre una mesa, sólo me quedo de pie frente a la puerta de cristal, mirando mi reflejo y esperando por él.

Anoche me dijo que saldríamos, aunque cuando pregunté, se limitó a decir que era una sorpresa, así que no me molesté en preguntar porque sabía que no me lo diría.

Luego llegó por mí, y creí que tal vez ahora si me diría, pero me equivoqué de nuevo.

Ni siquiera hubo un beso de saludo cómo el día que desayunamos en Mr. Waffle.

Que decepción.

La parte buena es que ahora sé que luzco bien con gorra.

-Listo, Helga- me giro al escuchar su voz.

Viene caminando hacia la puerta, y cuando llega frente a ésta, la abre haciendo un gesto con su cabeza para que salga yo primero.

-¿Has despertado con ganas de ser caritativo?- Pregunto cuando atravieso el marco de la puerta.

-Sí, hace como una semana- ríe y pone su brazo sobre mis hombros.

Miro su mano y noto cómo en realidad está hecha un puño, en lugar de ponerla sobre mi hombro.

Vaya, su confianza hacia mí aún tiene límites.

-Pero había estado muy ocupado trabajando, y si no lo hacía hoy ya no podría hasta quien sabe cuando- dice mientras continuamos caminando por el gran jardín que hay frente a la biblioteca.

Es muy lindo, y tiene un camino de concreto. Según el letrero que estaba en la puerta, toda la semana estuvieron aceptando donativos de libros, pero supongo que al ser sábado, toda la ciudad ha llegado aprovechando que no tienen que trabajar.

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