Capítulo 7

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Un sonido agudo y realmente molesto me saca de mi inconciencia.

Aprieto los párpados con fuerza tratando de  desperezarme. El ruido insistente era verdaderamente fastidioso y no podía entender de donde provenía, sino hasta que por fin el sueño logró alejarse -con gran dificultad- de mi sistema. Y pude notar que se trataba de la alarma de mi celular.

Estire el brazo para apagarlo, aún con los ojos cerrados. Un quejido de pereza repercutió en mi pecho, fastidiada cuando la voz de mi consciencia me ordenó levantarme para ir al trabajo.

Quiero que sea sábado –me queje mentalmente.

Una chispa de confusión encendió una alarma en mi mente y terminó por desaparecer parte del adormecimiento que quedaba en mí -me incorporé en la cama y frote mis ojos mientras mi ceño se fruncía- entonces me di cuenta.

Hoy es sábado -Me recordé con cierta emoción – Se me olvidó apagar la alarma -me dije a mí misma, mientras me recostaba una vez más en la cama, esperando a que Morfeo me llevará de nuevo.

El sueño estaba a punto de vencerme, pero había algo que no me permitía volver a los brazos de Morfeo. Sentía que algo se me estaba olvidando ¿pero que era?. Mi mente divago por unos segundos más buscando la respuesta a esa pregunta. Hasta que la halló -la respuesta me hizo incorporarme de golpe en la cama, mientras luchaba con las sabanas que parecían no querer dejarme ir- 

-Luca ya debe estar despierto -me digo con la culpa tiñendo mi voz- ¿como pude olvidar a mi hijo?.

Mientras me vestía apresuradamente, recriminándome el haber olvidado a Luca escucho el timbre de la puerta sonar.

Frunzo el ceño y me terminó de colocar las zapatillas para ir a ver quien es. Salgo de mi habitación y noto que la puerta de el cuarto de Luca sigue cerrada, por lo que la abro y me asomo encontrándome con un Luca completamente dormido.

Su cabeza estaba apoyada en la almohada, sus ojos estaban cerrados y sus labios creaban un pequeño puchero; mientras sus brazos rodeaban a su osito de peluche. Pensé por un breve segundo que era una broma y que trataría de asustarme o algo por el estilo -era muy extraño que estuviese dormido a esta hora- pero caí en cuenta de que no era así.

No era de extrañar que estuviese agotado luego de jugar todo el día de ayer con su tío -no se de donde saca tanta energía ese par- sin contar el hecho de que se durmió a las tres de la mañana viendo películas.

El sonido del timbre vuelve a retumbar en la casa, sacándome de mis pensamientos. Cierro la puerta con cuidado de no despertarlo y me apresuro a la puerta de entrada. Frunzo el ceño al ver quien se encuentra del otro lado de la puerta.

-Por fin abres piccola, me estaba muriendo de frío acá afuera -dice entrando en la casa, lo veo dejar su chaqueta encima de un mueble, mientras cierro la puerta- ¿Te acabas de levantar? pareces desorientada -un tono burlón se filtra en su voz, le contestaría pero estoy más ocupada intentando recordar en que momento se fue Alonzo de mi casa….si es que se fue.

Observo a Alonzo suspirar para luego darse la vuelta y dirigirse a la cocina, aún algo desorientada decido seguirlo. Al llegar lo veo dejando unas bolsas -que no había notado que traía- en el mesón.

-Siéntate piccola -ordena con suavidad aún dándome la espalda, mientras señala con su mano uno de los taburetes.

Con pereza me acerco a uno de los taburetes y me siento en él, quedando a un costado de Alonzo. Ahora que me fijaba mejor en él, pude notar que su cabello rubio se encontraba mojado al igual que su ropa.

-¿Está lloviendo? -pregunte con curiosidad, a lo que el asintió con la cabeza mientras me entregaba un vaso de Starbucks. Lo tome viéndolo de forma interrogativa.

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora