Capítulo 20

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Akram Giadala 

Observo los documentos frente a mí.

Me froto la sien con la mano derecha, mientras que con la izquierda cierro la carpeta. Me enderezo, tomando una pose más rígida y las personas frente a mi me miran expectantes.

-¿Que opina, señor Giadala? – se anima a hablar uno de los socios.

Recorro mi mirada por cada uno de los presentes -los mejores abogados del bufete y del país, hombres poderosos que podrían intimidar a cualquiera, menos a mi. Para mi son solo un montón de imbéciles a mi cargo- mi mirada los pone nerviosos, haciendo que el sudor les corra por la frente.

Colocó una de mis manos hecha puño en mi boca, tratando de disimular la sonrisa de satisfacción que me causa ver el miedo en sus rostros.

-Mi perro lo haría mejor -comento con sequedad. Una risa nerviosa escapa de sus labios, logrando fastidiarme- ¿acaso dije algo gracioso? -exclamo con molestia. Las risas cesan y los veo tragar grueso- ¿saben que representa el apellido Giadala? -pregunto y sin esperar una respuesta, vuelvo a hablar- Perfección, somos perfección y todo lo que tenemos, todo cuanto creamos no puede ser menos que eso -mi voz es gruesa e imponente sin necesidad de ponerme a gritar- No soy un hombre paciente, me gustan las cosas a tiempo y bien hechas y esta no será la excepción.

Me levanto de mi silla e inhalo un par de veces para poder mantener la compostura, mientras camino por el lugar.

-Si están aquí es porque son los mejores en sus respectivas ramas, pero me parece que no llegan a las expectativas de este bufete -suspiro con falsa lástima- hoy seré piadoso y les daré una última oportunidad, quiero para mañana en mi escritorio un informe completo y detallado de la persona en cuestión, quiero saber de que sabor fue su primera papilla -ordeno, coloco ambas manos con fuerza contra da la mesa, inclinándome levemente- esto no es un puto juego de niños, es un posible futuro socio y no aceptaré ningún tipo de error ¿entendido?.

Los observo asentir repetidas veces, con el terror plasmado en sus rostros.

Siento mi teléfono vibrar en mi bolsillo, lo tomo aún observándolos y contesto la llamada sin ver de quien se trata.

-Hola hermano ¿puedes hablar ahorita? -escucho preguntar a Alonzo al otro lado de la línea.

Frunzo el ceño extrañado.

-¿Ocurre algo? -pregunto un tanto preocupado.

Veo a los abogados frente a mi observarme como idiotas, a lo que enarco una ceja en su dirección y tapando el micrófono de mi celular les ordeno que se larguen. Escucho a Alonzo decir que no ocurre nada y frunzo aun mas el ceño.

-Entonces ¿para qué me llamas? -pregunto, sentándome en la mesa.

-Estoy con Luca y el quería hablar contigo para contarte algo -me explica. Un sentimiento cálido se adueña de mi pecho, a la vez que me molesto porque el idiota no me haya pasado al niño de una vez.

-¿y me lo dices hasta ahora? ¿Por qué no me llamaste antes imbécil? -reclamo, sabiendo que lo más seguro era que el niño se lo hubiese pedido desde hace un rato y el lo tenía esperando.- pensé que algo había ocurrido idiota.

-No mates al mensajero, hasta donde se, estabas trabajando y no quería interrupirte. -exclama con molestia.

Ruedo mis ojos y pellizco el puente de mi nariz con la mano que tengo libre.

-Me importa un carajo lo que creas, si el niño quiere hablar conmigo, que me llame y punto -exclame molesto.

No entendía muy bien el porque, pero el pensar que el mocoso se sintiera desilusionado por no poder hablar conmigo, me molestaba de sobremanera y que fuese por culpa de Alonzo, sólo hacia que quisiese golpearlo -aunque sabía que Alonso no tenía la culpa del todo y que se había preocupado en no molestarme mientras trabajaba, me era imposible no enojarme aún así con el. Y si a eso le agregábamos, que los imbéciles que trabajaban para mi, me habían hecho enojar…

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora