Capítulo 43

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Me alejo mientras siento mis manos temblar y la sangre deslizarse por las mismas hasta caer en el suelo como pequeñas gotas carmesí. Mi respiración errática mueve mi pecho de arriba abajo de manera frenética y una migraña bestial se adueña de cada parte de mi sin dar tregua alguna. 
 

Observo el cuerpo inerte de Jayden aun colgado al techo, mientras la sangre se escurre a través de las múltiples heridas que se le habían infligido. 
 

Escucho el resoplido de Enrico continuo al sonido tintineante del cuchillo siendo arrojado al piso, acompañado por los quejidos lastimeros provenientes de aquella mujer. Debía admitir que me sorprendía que aun siguiese con vida, pocos sobreviven a tales torturas. Claro era el ejemplo del hombre que yacía a su lado, quien no había aguantado casi nada, consiguiendo la furia desmedida de Enrico. 
 

-¡¿Pero que le pasa a este imbécil?! -exclama furioso, lanzando un puñetazo al rostro de Jayden- ¿acaso le di permiso de morirse?...No -Se cruza de brazos, mientras fulmina con la mirada el cuerpo sin vida. Enrico era sin duda un auténtico psicópata; amaba la sangre y el dolor que causaba en sus víctimas o juguetes, como en realidad él los veía y el que Jayden haya muerto antes de que Enrico así lo quisiera le irritaba de sobremanera.  
 

Suspiro, he ignorando su pequeño berrinche paso mi atención a la mujer frente a mí. Su ojos se encuentran cerrados y su cabeza gacha, mientras su pecho se mueve con dificultad en un intento de proporcionar oxígeno a sus pulmones. A diferencia de Jayden, ella no tiene tantas heridas causadas por el filo de un cuchillo, solo aquella a lo largo de su mandíbula que cause en un momento de ira, su estado lamentable se debia a los múltiples golpes a lo largo de su cuerpo. 
 

-Déjame matarla. 
 

La voz de Enrico me saca de mis pensamientos, haciendo que voltee en su dirección. 

Me ve impaciente a la espera de una respuesta, sin embargo me quedo callada regresando la mirada a la rusa. Había algo que me estaba molestando desde hace un rato y ahora era consiente de ello. No dudaba de la fortaleza de aquella mujer, como tampoco dudaba de la mía. Pero el que siguiese con vida no se debía a que tuviese aguante ni que yo no pudiese acabar con ella…, era por un motivo tan simple como confuso que hasta ahora me había pasado desapercibido. Yo no quería matarla y no porque me faltaran motivos ya que los mismos me sobraban, era el hecho que de una manera enfermiza, ella me recordaba a mi misma. 
 

No sabía con exactitud que había ocurrido a lo largo de su vida, aunque podía darme una idea bastante clara al yo haber sido víctima de monstruos como con los que ella convivió y era más que consiente del tipo de persona que era Kesar Novikov. Aun a mi pesar y mi deseo de hacerlo, no podía culparla del todo por lo que hizo, yo estuve en su posición…, al final no tenía elección he hizo aquello a lo que se había acostumbrado. Sobrevivir. 
 

Te estás ablandando -exclama aquella voz ponzoñosa. 

-No vamos a matarla -termino por decir, regresando mi mirada a Enrico, quien me mira incrédulo. 

-¿Y que se supone que harás con ella? -exclama entre dientes, notablemente molesto por mi decisión- trabaja para el cabron de tu ex, si la dejas vivir ¿Quién te dice que no te traicionara?.

Nada, nada me garantizaba su lealtad pero de todas maneras no iba a cambiar de opinión. Puede que fuese estúpido de mi parte y de cierta forma me recriminaba por la decisión que había tomado pero había algo en ella que me hacía querer darle el beneficio de la duda. 

Observo el movimiento que hace la rusa al levantar la cabeza para observarnos incrédula y sumamente desconfiada. Me decido por ignorarla y responderle a Enrico quien cada vez se haya más impaciente. 

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora