Capítulo 26

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El lugar en el que me encontraba estaba prácticamente en penumbra, la única luz provenía de un pequeño bombillo que colgaba del techo. El olor a eses y orina inundaba el lugar y quemaba mis fosas nasales.

No sabía con exactitud cuanto tiempo llevaba ahí, durmiendo en el frío y duro piso, alimentándome de a poco con un pan duro y una botella mediana de agua que me había dejado. Las primeras veces que había estado en ese lugar, la comida y el agua se me acababan con gran rapidez, por lo que a duras penas sobrevivía hasta que me sacará de ahí, pero con el tiempo había aprendido a administrarme.

Mi cuerpo dolía debido a los golpes que había recibido, pero a estas alturas ya no soltaba ninguna lágrima, el dolor se había convertido en mi único amigo.

Abro los ojos y me incorporo con rapidez al escuchar la puerta abrirse, mi corazón latía con rapidez pero no deje que nada en mí delatara el miedo que sentía. Si dejaba ver mis emociones me iría peor y eso lo sabía por experiencia propia.

Observo la imponente figura de un hombre en el marco de la puerta, las sombras creadas por la escasa luz lo hacen ver espeluznante.

-¿Hai imparato la lezione? -su voz retumba por el pequeño cuarto haciendo eco.

-Ho imparato la lezione, padre -exclamo haciendo uso de las pocas fuerzas que me quedan para que mi voz se escuche clara y segura.

Su mirada escanea mi cuerpo por unos segundos, para luego regalarme una sonrisa ladeada que altera mis nervios.

-Fatti una doccia e poi scendi a mangiare -ordena y se marcha, dándole paso a la mujer que se encontraba a sus espaldas.

Sin pronunciar palabra me levanto del piso y me acerco a mi madre. Me ve por unos instantes para luego darse la vuelta y dirigir sus pasos hasta el segundo piso de aquella mansión.

Una vez en el baño, me desvisto y entro en la tina.

Mi madre toma una esponja y se concentra en limpiar mi cuerpo, cuidando de no abrir las heridas.

-Non puoi disubbidire a tu padre e lo sai -exclama en un susurro, tomando el shampoo y comenzando a lavar mi cabello- guarda come ti lasciato -exclama con pesar.

No respondo, no hay nada que pueda decirle. Su pesar no hacía más que molestarme, porque ella nunca me defendía, a mi corta edad había  tenido que aprender a valerme por mi misma.

En silencio salgo de la tina, ella se encarga de curar mis heridas y arreglarme para luego bajar al comedor, donde mi padre ya me esperaba.

Uno de los sirvientes retira una silla a un costado de mi padre para que yo me siente.

-Ritiro Lessandra -Le ordena mi padre a mi mamá y ella como siempre obedece y se retira, no sin antes hacer una leve inclinación con su cabeza. A veces era difícil diferenciar a mi mamá con un empleado más de mi padre.

El lugar se queda en silencio mientras los sirvientes nos sirven la comida.

Tenía tanta hambre que solo deseaba saltar sobre la comida y engullir todo lo que pudiese, pero me contuve…no quería otro castigo.

-Sai che tutto quello che faccio é per il tuo bene ¿vero? -pregunta cortando un trozo del bistec que hay en mi plato, para luego llevarlo a mi boca.

Asiento y mastico la comida antes de hablar.

-Si, padre -digo con una pequeña sonrisa.

Él lo hace por mi bien, el me ama y solo quiere que sea fuerte. Era lo que me repetía una y otra vez.

-Sei il mio erede e quindi devi essere forte, non esitare. É la legge della natura regazza mia, solo i forti sopravvivono e i devoli…devono essere eliminati.

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora