Capítulo 46

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Alonzo Caruso.

Observo a Demetrius curar las heridas de aquella mujer. Aun no me cabía en la cabeza que Alessandra la hubiese dejado con vida, esa mujer frente a mi había estado bajo el mando de los Novikov prácticamente toda su vida y si bien estoy seguro de que no la trataron como a una princesa,  también puedo apostar que le hicieron suficiente daño en su psique como para que ella les sea fiel. Aun si eso le cuesta la vida. 

-Eso te dejará cicatriz, te lo aseguro -Se mofa Enrico, viendo como le colocan los puntos en la herida que abarcaba toda el lado derecho de su mandíbula, desde el costado derecho de su mentón, hasta el final de su mandíbula, justo bajo la oreja.  

Enserio hizo enojar a mi piccola -pienso.

Bufa y rueda los ojos hastiada de las burlas de Enrico. Ya éramos dos. 

-Ya cierra la boca, Enrico -digo con molestia- si esa mujer se termina de cansar de ti y te salta para matarte, no podrás hacer nada -le advierto. 

-Y, ¿por qué me quedaría de brazos cruzados, Alonzito?. 

Gruño enojado por sus idioteces pero me decido por ignorar su provocación y mejor contestar a su pregunta. 

-Alessandra fue clara, no se le puede tocar un cabello a esa mujer. -señalo, ganándome una mala mirada de su parte- Y dudo mucho que quieras llevarle la contraria ¿o me equivoco? -sonrío con suficiencia al notar que lo he dejado sin palabras. 

-Dejen de hablar de mi como si no estuviese presente -masculla irritada mientras nos lanza miradas mordaces a ambos. 

Arqueo una ceja en su dirección. Debo admitir que me sorprendió su osadía al atreverse a pronunciar palabra. 

-No te confundas, el que Alessandra te esté, de cierta forma, protegiendo no significa que tengas algún tipo de importancia o relevancia entre nosotros – afirmo con vehemencia sin despegar mi mirada de la suya. 

-No eres más que la obra de caridad de nuestra hermosa princesita -secunda Enrico- apenas se canse de ti…- sonríe- me encargaré personalmente de deshacerme de tu insignificante existencia. 

El carraspeo de Demetrius llama mi atención, haciendo que fije la mirada en él.

-Señor, ya termine -anuncia quitándose los guantes de látex que traía puestos para posteriormente lanzarlo junto a lo que utilizó para curarla a la basura.- ¿Necesita algo más?. 

Asiento. 

-Llévala a una de las habitaciones, déjale agua, comida y un guardia las veinticuatro horas del día -ordeno- asegúrate de que nadie le toque un pelo y no la pierdan de vista en ningún momento. -asiente y toma de un brazo a la rubia antes de instarla a caminar fuera del área clínica- me voy a casa, debo hablar con Alessandra. Deshazte del cuerpo de Jayden, puedes utilizar a mis hombres para la tarea. -termino de decir. 

-Toma -saca del bolsillo trasero del pantalón la llave del carro y la lanza en mi dirección. La atrapo en el aire y lo miro confundido- no se en que carro se habrá ido Alessandra, se me olvidó darle las llaves del mío y ella tampoco me las pidió. 

-Debió tomar alguno de los carros que tengo aquí -exclamo pensativo- No las necesito, además ¿Cómo te irás de aquí?.  

-Tomare uno de tus carros -exclama con simpleza, encogiéndose de hombros- además, ese carro es el de Gastón y se pondrá histérico si no lo tiene de regreso pronto. 
 

Asiento y sin más salgo de aquel lugar.

 Apenas salgo soy impactado por la fuerte lluvia que cae con fuerza. 

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora