Capítulo 19

32 20 18
                                    

-In realtá stavo pensando di chiamiarti principessa -exclama.

Observo a Alonzo pedirme que ponga la llamada en altavoz.

-Apetta un minuto -le digo, coloco el teléfono en el escritorio y presiono el icono de altavoz- sei in vivavoce, io sono con Alonzo -le aviso.

-Ciao Alonzo, piacere di parlare con te.- exclama con burla.

Alonzo blanquea los ojos.

-Hablen en español -ordena con fastidio. Si bien, Alonzo estaba más en contacto con lo que fue nuestra vida en Italia, cosas tan simples como hablar el idioma lo sacaban de quicio- ¿Por qué ibas a llamar a Alessandra? -pregunta sin rodeos.

-Igual de simpático que siempre -exclama con sarcasmo.

Escucho a Alonzo bufar.

-¿Quieres que te demuestre que tan simpático puedo ser, Enrico? -amenaza.

Ruedo los ojos ante lo infantiles que son, jamás se han llevado bien -ni idea del porque- y cada que hablaban o estaban cerca todo terminaba en pelea -muy ridículo, a mi parecer- y por lo que veo, los años no los han hecho madurar.

-Ya basta, se me calman los dos -exijo con molestia- o van a ver que tan “simpática” puedo ser -digo citando la ridícula amenaza de Alonzo- Enrico ¿Por qué ibas a llamarme? ¿Qué ocurrió?.

Observo a Alonzo recostarse en su silla con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

¿enserio está haciendo un berrinche? -pienso con incredulidad.

-Las cosas andan algo alborotadas por aquí -dice- según las malas lenguas, el hijo de puta de tu padre está gravemente enfermo -exclama dejándome sorprendida.

-¿Es cierto? -mascullo, sin poder salir de mi asombro.

-Si, investigue y es completamente cierto -dice con cautela- se sabe poco, pero de lo que pude enterarme, es que su enfermedad es grave y no le queda mucho tiempo de vida.

Jadeo y recuesto mi espalda del asiento. Odio a mi padre de eso no tengo ninguna duda, pero una parte de mi, esa que aún es una niña buscando el amor de su padre; se siente herida. Esa parte de mi, que creí muerta, luchaba por salir, por correr a auxiliar a su padre; lloraba ante la inminente muerte de aquel hombre, que aún sin merecérselo, ella amaba.

Siento una lágrima solitaria rodar por mi mejilla, la quito con brusquedad. Tomo aire y encierro esos pensamientos, que solo me estorbaban.

Me aferro a los recuerdos negativos, al odio y alejo cualquier rastro de debilidad que pudiese haber.

Alonzo me observa con atención, esperando cualquier indicio que le advierta que debe intervenir.

-Eso no es lo importante ¿o si? – exclamo, mi voz suena vacía, sin ningún tipo de sentimiento y eso me complace.

-No, la muerte de ese bastardo es lo de menos -pronuncia con asco- aquí el problema es, que el resto de las famiglias quieren quitarle el legado a tu padre, ya que no tiene heredero -explica- quiso dejar como heredero al imbécil de Nicolai.

-No puede hacerlo, no es sangre ni está casado con su hija -recalca Alonzo, para luego levantar bruscamente la mirada en mi dirección.

Aprieto mi mandíbula a tal punto que podría rompérmela y hago mis manos puño.

-Viene por Luca -exclamo entre dientes, sintiendo la ira recorrer mi cuerpo como ponzoña, adueñándose de cada una de mis terminaciones nerviosas.

Escucho maldecir a Alonzo en voz alta -casi gritando- para luego golpear el escritorio e incorporarse y empezar a caminar por la oficina como león enjaulado.

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora