Akram Giadala.
Observo a Alessandra sacar una carpeta con documentos del escritorio de Alonzo para luego abrirla y revisarla rápidamente. Siento la necesidad de preguntarle de que se trataban esos documentos y porque parecían ser tan importantes para ella, pero me contuve. No era mi problema y no había suficiente confianza entre nosotros como para realizar ese tipo de preguntas.
Aunque pareciera un tanto irónico teniendo en cuenta el hecho de haber compartido recuerdos y situaciones más íntimas entre nosotros. Había estado con ella en momentos de suma vulnerabilidad, la había observado caer en lo más profundo de las tinieblas y resurgir de las mismas como su reina. Ella era inalcanzable, poderosa, letal y a la vez vulnerable, delicada como una valiosa…, joya.
Ella me recordaba a aquella joya tan valiosa que el mundo tanto veneraba y codiciaba. Como la Hope Diamond con su color azulado proveniente de las impurezas causadas por pequeñas cantidades de átomos de boro; su forma de ser tan fascinante fue creada a partir de terribles experiencias que oscurecieron su alma y que a muchos hubiese destruido pero a ella solo la hacían brillar.
Las leyendas sobre aquella joya hablaban acerca de maldiciones y mala fortuna, pero eso no evitaba que fuese un objeto de deseo para quienes sabían de su existencia. Al igual que Alessandra que desprendía aquella esencia que te hacía saber el peligro al que te podías someter de estar muy cerca de ella y aun así no podías evitar anhelar poder acercarte un poco más.
Como el Hope Diamond, ella no desaparecía cuando la luz a su alrededor desaparecía. Ella cambiaba y refulgía con una tonalidad rojiza. Rojo, un color que simboliza la sangre, el fuego la revolución, la fuerza, la pasión y que, a mi parecer, la definía con perfección.
Como aquella joya que pasó por diferentes hombres que se creyeron con el derecho de hacerse llamar sus dueños. De un comerciante a un rey. Fue robada, cortada y nuevamente vendida siendo partícipe de historias llenas de escándalos y ambición. Una hermosa joya que sin importar todo lo que ocurrió a lo largo de su historia siguió brillando. A mi parecer justo eso era Alessandra D’amico, una joya que nunca perdió su valor, solo lo incrementó.
-¿Por qué me miras de esa forma? -su voz me saca de mis pensamientos para darme cuenta de que efectivamente la estaba mirando.
¿Cuánto tiempo estuve así?
Me aclaro la garganta sintiéndome repentinamente nervioso.
-¿De qué forma te miraba? -pregunto intentando sonar lo más calmado posible mientras luchaba por calmar el incremento en los latidos de mi corazón. No podía evitar sentirme ridículo ante mi comportamiento ¿acaso me había convertido en un puberto? No, era imposible, ni siquiera cuando tenía aquella edad actúe de está forma y es que no era una cuestión de edad ni por la situación, era por la persona que me causaba todas estas sensaciones. Era por Alessandra, solo ella a sido capaz de hacerme sentir de esta manera y lo peor del caso es que lo lograba sin siquiera intentarlo.
Ladea la cabeza, observándome con los ojos entrecerrados. No con desconfianza, más bien como si tratará de entender algo y yo tuviese la respuesta.
-No lo sé -frunce el ceño- no sabría explicarlo.
Asiento.
-Sólo me sumergí en mis pensamientos y por alguna razón me quedé viendo un punto fijo, que en este caso fuiste tu -miento a medias, no tenía intención alguna de contarle todo aquello que pasó por mi mente- lamento haberte incomodado.
Su mirada se queda fija en la mía por lo que parecen años antes de sonreír levemente y comenzar a caminar en mi dirección. Justo antes de llegar a mi se desvía y pasa por un costado con dirección a la salida. Me giro y la veo abrir la puerta para luego mirarme por encima del hombro.
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Destinos Entrelazados (En Edición)
Mystery / ThrillerPrimer libro de la Saga "Destinos" Hace tiempo leí acerca de una leyenda que afirma, que aquellos que estén unidos por el hilo rojo estarán destinados a ser almas gemelas, viviendo así una importante historia de amor, sin importar cuanto tiempo pase...