Capítulo 34

22 12 6
                                    

Alessandra Palmieri 

New York, 2015.

-¡Alonzo! -llamo a mi mejor amigo- Alonzo, idiota ¿estas ahí?.

No se escucha nada en todo el departamento y es señal suficiente para saber que estoy sola.

Termino de bajar las escaleras y me dirijo a la cocina con una sola meta, tomar el helado de chocolate y galleta. Tomo el helado y me dirijo a la sala para sentarme de manera perezosa en el sofá y comenzar a atiborrarme de helado. 

Un pequeño gemido de satisfacción sale de mis labios al momento que pruebo el dichoso helado. A estas alturas, podía decir si ningún tipo de duda, que era adicta a este helado en específico. Me sentía en paz siempre que lo comía, no tenía idea del porque y tampoco me interesaba saberlo, con que siguiese teniendo ese efecto me conformaba.

Un helado, no solucionará tu vida -me recuerda mi consciencia.

Intento ignorarla y seguir disfrutando de mi helado, pero es difícil ignorar algo que es tan obvio, no hay manera de solucionar mi vida ya que la misma a estado jodida desde el momento de mi nacimiento y la “situación” que estoy viviendo justo ahora tampoco la tiene…bueno, de hecho tiene dos, la primera está mas que descartada y la segunda…

Me enderezo, con algo de dificultad y dejo el helado en la mesa de centro. Empiezo una pelea sin sentido con los cojines, buscando una posición en la que pudiese estar cómoda, tarea que se estaba complicando, haciendo que mi paciencia empezara a esfumarse.

Si, porque tu tienes mucha -Se burla esa vocecilla fastidiosa que se hacía llamar mi consciencia.

Resoplo, golpeando por última vez los cojines y recostándome en el sofá.

Recorro mi mirada por el departamento. Odiaba quedarme sola, cada vez que me quedaba sola, mi mente se encargaba de ahogarme en recuerdos que me lastimaban. Por esa misma razón, Alonzo salía solo si yo estaba dormida, lo que ocurrió está vez fue que me desperté antes por la incomodidad en mi cuerpo, llevo varios días así.

 Dejo caer mi cabeza contra el respaldo del    sofá y me quedo viendo el techo, siendo incapaz de frenar el recuerdo que viene a mi de golpe.

《  Estaba en el baño de mi habitación, sentada en el escusado mirando con fijeza la prueba de embarazo en mis manos.

Mis lágrimas caían en cascada por mis mejillas y mi respiración era errática, pero aún así, ningún sonido salía de mí. Lo último que necesitaba en ese momento, era que mis padres me escuchasen y entrarán a mi habitación. 

Sin importar la veces que había visto la prueba en mis manos yo me negaba a creer que eso estaba pasando.

Me negaba a creer que había algo creciendo dentro de mi y aun más si era producto de lo que me había hecho ese hijo de puta.

-No puede ser cierto -susurre.

Cada vez sentía que mi mente se nublaba más, como si estuviese viendo todo desde afuera, como si estuviese flotando y luego caía de nuevo en la realidad, me mantenía en ese ciclo que cada vez se hacía más fuerte, advirtiéndome de un futuro colapso.

Sacudo mi cabeza intentando despejarla, me incorporo y me acerco al lavamanos.

La imagen que me muestra el espejo me da asco, asi que desvío mi mirada y lavo mi rostro con rapidez para luego tomar la prueba y salir del baño.

Me dirijo con rapidez a la puerta de mi habitación, tranco con seguro y me acerco a la mesa de noche para tomar mi celular y marcar el número de la única persona que podía ayudarme.

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora