Capítulo 45

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Alessandro Lombardo 

La oscuridad de mi habitación se ve iluminada por los relámpagos que cortaban el cielo mientras el sonido retumbante de los truenos hacia eco por cada rincón de la casa. Era una noche tempestuosa, la lluvia caía cántaros y la brisa azotaba con fuerza contra las ventanas. 
Me hallaba acostado en mi cama observando la tormenta que se desataba en el exterior. Eran alrededor de las dos de la madrugada pero no lograba conciliar el sueño. El sentimiento de impotencia me carcomía lentamente mientras mi mente no me dejaba de recriminar el no haber hecho nada para ayudarla. Pero, ¿Qué podía hacer? Sin importar el peso de mis actos a lo largo de mi vida o el nivel de mi inteligencia, seguía siendo un niño, a los diez años debería preocuparme de otro tipo de cosas; como terminar mi tarea o ir a jugar con mis amigos pero esos jamás serían mis problemas. 
Era irónico como para ciertas cosas era tratado como un adulto y para otras no eras más que un niño inservible. 
El sonido de la puerta al abrirse llama mi atención, sacándome de aquella vorágine de pensamientos que no me llevarían a ningún lado.   
Giro mi cabeza en dirección de la puerta y observo una melena rubia llena de rizos asomarse por mi puerta con suma cautela. Una sonrisa involuntaria aparece en mis labios al ver a mi hermanita concentrada en terminar de abrir la puerta sin hacer ruido, tan concentrada que ni siquiera se a dado cuenta de que estoy despierto. 
Termina de entrar y con un cuidado casi obsesivo cierra la puerta tras ella. Su pijama de ositos junto al rebote de sus rizos ante cada movimiento crean la imagen más adorable que mis ojos hayan visto. 
Se gira con lentitud y por primera vez desde que entró posa su mirada en mi. Sus ojos azules se abren en desmedida ante la sorpresa de verme despierto mientras un puchero empieza a aparecer en sus labios. 
Me recuesto del espalda de la cama y abro los brazos en su dirección. Camina con rapidez en mi dirección, intentando hacer el menor ruido posible y se lanza a mis brazos, aferrando los suyos a mi alrededor como si en cualquier momento fuese a desaparecer. 
-No quería despertarte, Luc -exclama en un susurro casi inentendible.  
Ruedo los ojos ante el apodo que ella me había puesto, no era de mi total agrado y eso a ella parecía no importarle. 
Tiene cinco años ¿Qué esperabas?  -recrimina mi consciencia. 
-¿Estás bien? -pregunto luego de unos minutos de silencio. Una parte de mi no quería realizar aquella pregunta, mucho menos deseaba saber la respuesta. No quería aceptar el que mi hermanita haya sido corrompida a tan corta edad. Sí, yo había comenzado mi entrenamiento antes de siquiera saber lo que estaba ocurriendo pero de alguna manera tenía la esperanza de que a ella la dejará fuera de todo esto. 
La siento aferrarse con más fuerza a mi y su pecho vibrar ante el sollozo que intenta contener. 
-Padre se enojó conmigo -dice entre sollozos- yo no quería hacerlo y el me pegó hasta que obedecí.  
Aprieto con fuerza mi mandíbula mientras paso una de mis manos por su espalda intentando tranquilizarla, aunque sabia que no había nada que yo pudiese hacer para alejar de ella aquellos demonios que nuestro padre había creado y ahora se encargaba de alimentar. 
-No debes sentirte culpable, lo hiciste solo para sobrevivir -susurro repitiendo aquellas palabras que me repetía a mi mismo, una y otra vez con la esperanza de algún día llegar a creérmelas. 
Niega repetidas veces para luego separarse de mi y verme a los ojos. 
-No me siento culpable, Luc -exclama secando con el dorso de su mano el rastro de lágrimas que yacían en sus regordetas mejillas. 
Frunzo el ceño y siento como mi corazón late desenfrenado. 
-¿Por qué llorabas? -pregunto dubitativo. 
-Porque hice enojar a nuestro padre y ahora va a ser malo conmigo -hace un puchero. 
-¿No te sientes mal por lo que le hiciste a aquel hombre? -pregunto. No deseaba historia pero necesitaba confirmar aquello que sospechaba, necesitaba saber si ella era igual a él. 
Ladea su cabeza sin entender mi pregunta. 
-No ¿Por qué me sentiría mal? -pregunta confundida haciendo que mi corazón de un vuelco. Aún a mi corta edad sabia diferenciar lo que yo era y lo que era mi padre. Yo fui obligado a asesinar y lo hice con tal de poder sobrevivir pero día a día el peso de mis actos me consumía mientras intentaba recordarme que no era del todo mi culpa. Mi padre lo hacía por placer, por el poder que le otorgaba y nunca sentía remordimiento o pena por sus actos y ahora, viendo a los ojos de mi hermana podía notar la misma frialdad que veía en mi padre. Lo único que me daba un soplo de esperanza era aquel pequeño brillo en la profundidad de su mirada. 
Tal vez no todo estaba perdido.-pienso. 
-Sólo quiero que recuerdes que cada vida tiene valor, Less -le digo sin dejar de mirarla a los ojos- ahorita estas muy pequeña para entender el peso de toda esta situación pero…-hago una pausa e intento tragar el nudo en mi garganta- prométeme que nunca perderás esos sentimientos tan bonitos que posees. 
Una brillante sonrisa brota de sus labios iluminando por completo su mirada. 
-Lo prometo, Luc -posa su mano derecha sobre su pecho, justo donde se encuentra su corazón- tu eres mi corazón y si te tengo a ti siempre tendré bonitos sentimientos -una risa leve escapa de mis labios ante sus palabras y la inocencia de las mismas. 
-Te quiero, Less -la tomo entre mis brazos y la abrazo con fuerza. 
-Yo también te quiero, Luc.
Suspiro con pesadez ante el recuerdo. Quien diría que un año después nuestras vidas darían un giro tan abrupto y que aquella promesa se convertiría en palabras lanzadas al aire.  
Lanzo al escritorio los documentos que tenía en mis manos. Luego de tanto tiempo volvía a tener noticias de mi pequeña Less, aunque no parecía quedar nada de aquella niña que conocí, nuestro padre se había encargado de matar cualquier rastro de ella.  
Mientras yo comenzaba a vivir la vida que siempre había deseado tener, ella era consumida en aquel infierno hasta convertirse en la reina. 
Observo su foto en los documentos como lo había hecho a lo largo de estas horas, se había convertido en una mujer realmente hermosa y me lamentaba no haberla visto crecer, pero me lamentaba aun mas no haber estado con ella en ese momento tan importante en su vida. Su hijo. Tenía un sobrino, un sobrino que llevaba mi segundo nombre, he de admitir que cuando vi eso mi corazón sufrió la mayor de las heridas. Ella no me había olvidado y yo fui tan cobarde que no busqué acercarme a ella. 
Me avergonzaba ante mi egoísmo, no debo dejar que se rindiera, debo insistir aun mas en su rescate o al menos haberla buscado cuando fui mayor. Pero me deje guiar por el miedo, el miedo a mi padre y a saber en qué había convertido a mi hermana. La deje sola y eso era algo que jamás me perdonaría como tampoco podía perdonar el que mi abuelo me haya ocultado el hecho de que mantenía contacto con ella, que de hecho ella trabajaba para él.  
Sabía porque lo había hecho y era hipócrita de mi parte enojarme con el cuando hizo lo mismo que yo, cuando el miedo a herirme pudo más que su deseo de volver a unirnos. El temía en lo que Alessandra se hubiese convertido, temía que el juntarnos me llevará a la destrucción y lo entendía pero se me hacía imposible perdonarle. 
Ese día en la habitación de la clínica fue un completo choque a mi estabilidad mental. No necesite más que mirar ese azul en sus ojos tan similar al mío para poder reconocerla y por un momento estuve seguro de que me había reconocido pero no fue así. ¿Pero que podía esperar? Ella era muy pequeña cuando me marché, sin contar el hecho de que hasta donde sabe, yo estoy muerto. 
Todo fue demasiado para mi y el saber que mi abuelo tenía contacto con ella termino de enloquecerme, haciéndome tomar la decisión más cobarde que halle. Huir. No fue hasta ayer en la oficina de Giadala, cuando vi a aquel niño tan parecido a mi yo de seis años, con los rizos dorados que había heredado de su madre y aquellos ojos tan peculiares que me decidí a indagar. Apenas salí de la oficina fui directo a hablar con mi abuelo y el me lo confeso todo. 
Ahora estoy aquí, leyendo por millonésima vez todo lo que mis detectives privados lograron investigar de mi hermana. Sin saber que acciones tomar a continuación, con miedo de acercarme a ella y que me rechace, aterrado ante todos los escenarios que mi mente se dignó en crear para torturarme.  
Deseaba acercarme a ella, quería formar parte de su vida y la de Luca pero las cosas no eran tan sencillas. ¿Cómo reaccionaría al saber que estoy vivo? ¿Me perdonaría? Lo más probable es que me mandará a la mierda.  
Tal vez acercarme a ella como Alessandro Lombardo era la mejor idea, tantearía el terreno tanto por ella como por los dos hombres que parecían ser su sombra. Pero debía andarse con cuidado, no sabía en que tipo de persona se había convertido y si me guiaba por las personas con las que se codeaba…debía tener cuidado con aquellos hombres, podía utilizar la excusa de la sociedad para vigilar a Giadala pero aquel sicario…Caruso, el sería un problema. 
Escucho el timbre de mi teléfono, sacándome de mis pensamientos. Lo tomo y contesto la llamada entrante. 
-Lombardo. 
-Buenas tardes, señor, los abogados del señor Giadala acaban de enviar el contrato -exclama con seriedad uno de mis abogados- todo está en orden y según lo estipulado, sólo faltaría su firma.  
Una sonrisa aparece en mis labios y asiento aunque se que no puede verme. 
-Perfecto, programa una cita con el señor Giadala para la firma del contrato -exclamo con seriedad- asegúrate de notificarle mi deseo de hacerlo en persona, sin intermediarios. 
No perdería la oportunidad, por mínima que fuese, de poder toparme con mi hermana. Ya conseguiría la manera hacerlo. 
-De acuerdo, señor, ¿algo más?. 
- Eso sería todo, mantenme informado -ordeno y cuelgo. 
Puede que ir de frente fuese lo mejor y no me complicaría tanto la vida pero no podía solo salir de entre los muertos y aparecer frente a ella, aunque la amara con mi vida simplemente no podía lanzarme a ciegas sin pensar en las consecuencias que podía traer a mi vida. 

  

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora