Sueños que se rompen

331 27 9
                                    


- Lapis, ¿no te das cuenta de que vas a sufrir, pequeña? Van a llegar juntos y más unidos que nunca.

- No lo sé. Quizá lo hago porque debo convencerme por mí misma. La guerra terminó, y si no es por él, no tengo nada por qué quedarme en este planeta.

Peridot tomó suavemente el brazo de Lapis. Se acercó a ella, y estuvo a punto de besar la delicada piel de su hombro. Pero no se atrevió.

- Aquí estoy yo, Lapis. Yo estaré contigo.

Lapis sonrió, y pasó suavemente la mano por el cabello de Peridot.

- Te lo agradezco mucho, Peri. Pero yo necesito mucho más que amistad: necesito amor. El amor de la persona a la que yo amo. Solamente eso podría hacerme feliz.

- Y ese alguien a quien amas, no soy yo - pensó Peridot, mientras la soltaba.

- Tú sabes que él la ama a ella- dijo ahora-. Y no creo que vaya a dejar de amarla por el hecho de que no pueda caminar si apoyo, ¿sabes? Antes, podría ser al contrario. Sería algo así como... su heroína mutilada.

- Si yo creyera que eso va a ser necesariamente así, seguro que no lo intentaría Peri – suspiró Lapis, mientras se nublaban sus ojos-. Pero necesito convencerme. Necesito ver si de verdad no tengo ni una ligera esperanza.

- Parece que estas siendo un poco egoísta, pequeña. ¿De verdad deseas interponerte en la felicidad de alguno de ellos? Quizá puedas construir la tuya en otro lugar... con otra persona...

- Pero, ¿con quién? Él es lo mejor que me ha pasado en... -empezó a decir Lapis, pero se detuvo al ver el rostro de Peridot muy cerca del suyo.

- Piénsalo, pequeña –dijo Peridot, mientras sus mejillas se oscurecían. Hay otras personas que te aman tanto, y desean verte feliz...

Lapis se apartó bruscamente. Sólo en ese momento se dio cuenta con claridad de lo que Peridot pretendía. Siempre había sabido que la gema verde sentía un afecto muy especial por ella; pero eso...

- Peridot –dijo fríamente-. Lo que tú pretendes es imposible.

- Pero... ¿por qué? ¿No me darás siquiera una oportunidad? –dijo, mientras tomaba las manos de Lapis-. ¿No te la darás a ti misma?

Lapis la empujó, y estuvo a punto de hacerla perder el equilibrio.

- Déjame en paz, Peridot. Yo no te quiero de esa manera. Mi corazón pertenece a otra persona.

Los ojos de Peridot se llenaron de lágrimas. La enorme tristeza que sentía se mezclaba con sentimientos de furia y desesperanza.

- Maldita sea, Lapis. ¿No te das cuenta de a quién le pertenece el corazón de ese... Ese híbrido? Tú y yo viviremos por siempre. El quizá muera de viejo, como el resto de los humanos. ¿No has pensado en eso? ¿Por qué no lo dejas quedarse con su humana? ¡Maldición, ojalá Diamante Amarillo lo hubiera...

Se detuvo inmediatamente, dándose cuenta de lo que estuvo a punto de decir; pero era demasiado tarde. Lapis tenía la boca abierta por el asombro.

Del asombro transitó a la ira y atacó a Peridot con una de sus manos de agua, arrojándola a varios metros de distancia.

- ¡Maldita! –grito Lapis, con el rostro descompuesto por la furia-. Por eso no me dejaste ir a ayudar a Steven, ¿verdad? ¡Querías que él muriera, y así tendrías una excusa para estar junto a mí y consolarme! ¿No es cierto?

- ¡Lapis! ¡Te juro que yo....

- ¡No me mientas! Ahora veo claro que estuvimos haciendo puras estupideces al final de la guerra. Enriquecer uranio... ¡Si ya no había ninguna necesidad de hacer bombas arcoíris!

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora