Nuevas perspectivas

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- Pero papito, ¡no puedo evitarlo! -dijo Rósili, mientras su padre secaba sus lágrimas y la retenía junto a su pecho-. Te quiero tanto... Me encanta cuando me abrazas y me besas. Y cuando me acaricias, siento que toda mi piel se eriza. Cuando te beso cerca de los labios, todo mi cuerpo se estremece, y quiero más, y más. Incluso... Siento sensaciones en partes de mi cuerpo que antes no las tenían. Aquí, y aquí.

La niña adolescente se tocaba conforme hablaba. Y aunque Steven evitaba mirarla, sabía muy bien a qué partes de su cuerpo se refería.

- Rosi, mi amor... -comenzó Steven, y se detuvo para pensar.

Necesitaba escoger las palabras con todo cuidado. Tenía que ser muy delicado y luchar por darse a entender. Luciera como luciera y sin importa lo que sintiera, Rósili seguía siendo una niña que apenas trataba de comprender sus sensaciones y su cuerpo.

- Te entiendo muy bien, mi vida. Aunque yo soy hombre y las cosas son un poco diferentes para nosotros, también empecé a sentir lo que tu sientes, cuando mi cuerpo se desarrolló. Pero yo tuve la suerte de que pude irme acostumbrando a eso poco a poco. Crecía conforme me iba sintiendo más maduro; pero en ti fue muy diferente. Te cuesta trabajo entender lo que sientes, ¿verdad, princesa?

- Sí -dijo la chica sin mirar a su padre.

- Solo sabes que se siente increíble, delicioso... Y que quieres seguir sintiendo esas cosas con alguien a quien amas y a quien le tienes mucha confianza, ¿verdad?

- Sí, papito. Es así como tú dices -respondió Rósili, y sus mejillas enrojecieron.

- Mi amor... Todo lo que sientes es muy normal. A todos nos cuesta trabajo asimilar... Entender las cosas nuevas que sentimos. Pero para ti, es todavía más difícil porque tu cuerpo se desarrolló demasiado rápido.

- Sí.

- Bueno, mi niña -Steven suspiró-. Ahora viene la parte difícil: Tienes que tratar de comprender y aceptar que yo soy tu papá, y te amo con todas mis fuerzas. Pero también soy el esposo de tu mami. Amé a tu mami y la amaré para siempre. Cuando estábamos juntos, ella y yo sentíamos las mismas cosas bonitas que tú sientes en tu cuerpecito, princesa. Sentir esas cosas con la persona a la que amas es algo maravilloso, precioso. Pero esa persona que tú amas, y con la que vas a sentir esas cosas, no puedo ser yo. Tienes que entender que soy el esposo de tu mami, y siempre lo voy a ser. Cuando tú tengas más edad, encontrarás a una persona muy especial. Amarás a esa persona, y esa persona a ti; y compartirán juntos todas esas sensaciones bonitas.

Steven calló, y se quedó esperando la reacción de su hijita. Después de un rato, la muchachita lo abrazó con mucha fuerza y suspiró.

- Papi... De verdad te amo mucho. ¡Mucho! Mi cabeza entiende todo lo que dices, pero mi cuerpo... Me cuesta mucho trabajo. ¿Qué hago, papito?

- Qué hacemos, mi amor; eso es lo que debes decir. Recuerda siempre que no estás sola. Yo siempre estaré allí, para ti.

- Gracias, papi.

Se quedaron abrazados un rato más. Luego, la chica dijo.

- Creo que todo sería mucho más fácil si mamá estuviera con nosotros... Si ella no hubiera tenido que irse. Creo que si la viera a tu lado mientras te abraza y te besa, yo entendería más fácil que tú no puedes estar conmigo.

- Creo que sí, hijita. Eso es lo que les pasa a casi todos los niños que crecen con su papá y su mamá.

- Papi -dijo Rósili, mirándolo a los ojos-. ¿Crees que ahora sí puedas explicarme bien por qué mamá tuvo que irse? ¿Puedes decirme exactamente lo que le pasó?

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora