Así que... esto es el amor

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Con los ojos arrasados en lágrimas, Lapis arrojó el libro contra el techo del silo.

- ¡Pobre ruiseñor! - pensó triste y enfurecida-. ¡Mira que haber sacrificado su vida por ayudar a esa pareja de idiotas!

Estuvo sollozando unos minutos hasta que se tranquilizó. Había pasado la última semana leyendo y releyendo ávidamente los libros. Las hermosas y tristes historias la habían hecho reír y llorar innumerables veces. Pero lo más importante, estaban ayudándola a aclarar sus propios sentimientos.

Se secó las lágrimas y recogió el pequeño librito. Lo había dejado para el final, porque creyó que al ser tan pequeño y delgado tendría muy poco que enseñarle. ¡Qué equivocada estaba!

Ya tranquila, pudo pensar con mayor claridad.

- La verdad es que el ruiseñor eligió morir por amor al amor mismo- reflexionó Lapis-. Se sacrificó por lo que él sentía, y porque estaba seguro de que, ayudar a que el amor surgiera, era más valioso que su propia vida.

De pronto, se hizo la luz en su mente; y los sentimientos la golpearon con la fuerza de una marejada.

- ¡Claro! Es como... ¡Como yo lo hice con Steven!

¿Cómo no pudo verlo antes? ¡Ella era como el ruiseñor! Por eso había soportado su ordalía con Malaquita. Por eso había librado la terrible batalla con Jasper, y se había arriesgado a mandar aquel mensaje, aún a sabiendas que podía ser descubierta y castigada por traición.

La conclusión era muy clara: ella estaba enamorada. Pero no del amor, sino de una persona concreta por la cual lo había sacrificado todo.

¡Ella amaba a Steven!

Pero, ¿desde cuándo?

- ¿Fue desde que lo conocí? ¿Desde que me liberó de mi prisión y me curó? ¿O desde que intentó ayudarme de nuevo en aquella maldita nave?

En realidad, eso importaba muy poco. Volteó a ver el libro, admirando la portada bellamente decorada.

- La diferencia de esta historia con la mía, es que Steven no es como ellos – pensó, mientras miraba la portada del libro-. No es como esta estúpida muchacha y el imbécil estudiante. Él ya me ha ayudado y rescatado tantas veces...

- ¡Lapis!

La gema azul escuchó el grito y reconoció al punto la voz.

- ¡Steven! –contestó ella. Descendió rápidamente del silo para ir a encontrarse él. Al llegar a su lado se fundieron en un cálido abrazo, reteniéndose el uno contra el otro por unos instantes.

Lapis hubiera querido estrecharlo un poco más. Ahora que conocía sus verdaderos sentimientos, notaba tantas cosas que antes se le escapaban. El calor de los brazos de Steven, su suavidad, su aroma... Todas aquellas sensaciones penetraron en tropel a su consciencia.

- ¡Hola, Lapis! –saludó una tercera voz.

- Connie... -contestó Lapis, y tuvo que forzar una sonrisa.

Correspondió al saludo, pero sin mucho entusiasmo. Los libros y la música le habían hecho ver que, por muy bien que le cayera, Connie era algo así como su rival. Y aunque no tuviera nada contra ella, seguía siendo la "amiga especial" de Steven.

- Lapis. Connie y yo planeamos ir a la playa. ¿Será que tú y Peridot quieran venir?

- Mmm... No lo sé. Quizá Peridot quiera ir, yo no lo creo. Ya sabes lo que me ocurre con el mar, Steven.

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora