¿Voy a perderte otra vez?

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Acostada en el diván de exploración, Lapis descubría su vientre mientras el anciano médico la exploraba concienzudamente. A su lado, Steven la tomaba por una mano y la gema del océano se la apretaba con fuerza.

Tras un par de minutos, el médico se incorporó y les dijo con gravedad.

- Señores Universe: si la señora Lapis fuera un ser humano, les podría asegurar, sin ningún tipo de duda, que está embrazada.

Steven estuvo a punto de suspirar, pero se contuvo y logró guardar su angustia para sí mismo. Tenía que ocultar sus emociones. En especial porque, desde que hablaron de la posibilidad del embarazo, Lapis se había puesto muy feliz y entusiasmada. Era uno de sus sueños ocultos, un deseo muy íntimo que le había surgido después de jugar tantas veces con sus sobrino-nietos. Pero a diferencia de ella, Steven sabía muy bien lo que eso implicaba.

- ¿De verdad, doctor? -preguntó ansiosamente la gema azul-. ¿Estoy embarazada?

El medico hizo un gesto para acomodarse sus anteojos de montura de titanio. Eran una reliquia de tiempos muy antiguos, porque las modernas microlentillas intracorneales resolvían fácilmente cualquier tipo de problema de enfoque visual.

- Bueno. Nos falta una confirmación definitiva, señora. Permítame que la llame así, pues a pesar del color de su piel, tiene usted toda la apariencia de una joven mujer humana. El asunto es que, por lo que me han explicado, no puedo confirmar mi diagnóstico utilizando la ecografía de 5D, y ni siquiera los métodos antiguos de mucho menor resolución. Si pudiera utilizarlos, ahora mismo podrían conocer la carita y el cuerpecito de su niño.

- Ay... -gimió Lapis. ¡Eso se oía tan hermoso! Inconscientemente, dio un fuerte apretón a la mano de Steven.

- Sí. Pero... si como me explicaron, su cuerpo es una manifestación de la luz con masa, entonces no podemos saber si los ultrasonidos pueden producir alguna distorsión en su cuerpo o en el de su bebé, señora. Su cuerpo es energía electromagnética, el ultrasonido también lo es, y no sabemos si puede haber procesos de interferencia que podrían dañarla a usted, o a la criatura. No podemos arriesgarnos de ninguna manera. Y por eso tampoco podemos utilizar ultrarresonancia, o incluso la magnetoecografía.

- ¿Y no hay nada que podamos hacer para confirmar, doctor? -preguntó Steven.

- En realidad, sí -dijo el médico, que había ido a rebuscar en los cajones de un viejo armario-. Podemos utilizar una antigualla: un método tan arcaico, que cualquier médico moderno se sentiría avergonzado por considerarlo siquiera... Claro, si es que los jóvenes mequetrefes de ahora fueran capaces de recordar para qué servía.

Les mostró una rudimentaria caja de metal, con un audífono conectado de un lado y un eliminador de baterías en el otro.

- Un monitor cardiaco fetal de última generación. Un aparato preciso y sensible como muy pocos. Lamentablemente, dejaron de fabricarse hace 50 años. Es cien por ciento seguro para usted y su bebé, señora Lapis; porque no genera energía electromagnética: la detecta. Permítanme calibrarlo, porque tiene muchos años que no lo utilizo.

Steven observaba al médico con profunda admiración. A pesar de su avanzada edad, sus movimientos eran tan rápidos y precisos como los de Perla o Peridot. Sus profundos conocimientos, su apertura mental, su vasta cultura y gran profesionalidad les habían inspirado confianza desde el primer momento. Sus hijos, sin duda, no pudieron elegir a alguien mejor para atender a Lapis.

Steven se había hecho cargo del problema inmediatamente. Desde aquella noche en que Lapis manifestó los primeros síntomas, les abrió su corazón a sus dos hijos mayores. Estuvo hablando con ellos mientras sus hijas y sus nietos se hacían cargo de Lapis. Les contó con todo detalle sus temores, y todo lo que sabía sobre el embarazo de su madre y las características de las gemas.

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora