Aquí estoy yo

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Lapis volaba a poca distancia del suelo, mirando cuidadosa y detalladamente cualquier lugar en el que pareciera haber seres humanos. Llevaba muchos meses buscando, pero no estaba dispuesta a rendirse. No se rendiría jamás, aunque tuviera que examinar cada centímetro cuadrado de la superficie de la Tierra.

Había regresado cerca de dos años atrás, sintiéndose incómoda y nerviosa; sin saber a ciencia cierta con qué se iba a encontrar. Pero nunca imaginó que de hecho no encontraría nada. El templo estaba desierto desde mucho tiempo atrás, a juzgar por el deterioro y las capas de polvo y humedad acumuladas. En Ciudad Playa no reconoció a ninguno de los antiguos habitantes, y la propia Tierra había cambiado bastante.

Al principio se sintió desesperada. ¿Habrían sido en vano aquel viaje de retorno y los esfuerzos de Connie? ¿Qué era lo que había pasado?

Afortunadamente, el silo del granero permanecía en pie todavía. La construcción y el propio granero tenían aspecto de grave descuido y estaban derruidos en varios lugares; pero al menos se tenían en pie. Y a Lapis le sirvió de solaz volver a ese lugar donde Steven la llevó a dar su primera vuelta por la Tierra.

Estuvo recorriendo las viejas estancias, advirtiendo que muchos de los mobs que ella y Peridot habían hecho seguían allí. Lapis no pudo evitar sonreír al ver todo aquello.

- ¿Dónde estará Peridot? Y lo más importante. ¿Dónde estará Steven?

Invocó sus alas de agua, y voló hacia el techo del silo. Permaneció gran rato mirando las estrellas y pensando.

Inevitablemente se le presentaron mil y un recuerdos de su breve tiempo de estancia en la Tierra. De los años de guerra. De las atenciones de Steven, y de la visita de Connie.

-Sólo prométeme que lo pensarás, ¿de acuerdo? -le había dicho ella.

Gracias a su regalo, Lapis había hecho mucho más que solamente pensarlo. Ahora estaba allí, en la Tierra; atraída por la promesa de conocer por fin el amor y la felicidad.

Súbitamente, cerró los puños y en su rostro apareció una expresión de determinación.

Y comenzó su exploración, al igual que lo había hecho en aquel horrible planeta helado. Había recorrido cada país, cada región, prestando atención a todas las áreas pobladas y a cada rostro que veía. Pero no había encontrado nada, y ahora estaba de vuelta en Ciudad Playa.

- Haré una segunda exploración. Muchísimo más cuidadosa. Aunque me tome años. Y si no encuentro nada, iré a Homeworld y buscaré la ayuda de Zafiro -se dijo.

***

- ¡Estás borracho, papá! ¿Cómo es posible? -Preguntó molesto Greg, el segundo de los hijos de Steven y Connie.

- ¡Cállate! -grito Steven, exacerbado por el efecto del alcohol - ¡Muestra un poco de respeto por tu padre!

- ¡Mi padre es un hombre sobrio, responsable y cariñoso! ¡Jamás necesitó gritarle a uno de sus hijos! ¿Qué crees que diría mamá, si pudiera verte?

Steven lo miró con los ojos inyectados en sangre. En los últimos días, cada vez que estaba alcoholizado y pensaba en Connie, se molestaba con ella por haberse ido. Por haberlo abandonado. Y en sus cada vez más escasos momentos de sobriedad, se arrepentía de todo y le pedía perdón a la memoria de su amada esposa.

- ¡No menciones a tu madre! ¿Oíste? ¡Ella ya no está! ¡Se fue! ¡Murió y nos abandonó para siempre!

- Papa... -dijo Greg, decepcionado y mortificado-. ¡Todavía nos tienes a nosotros!

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora