La pequeña Rósili

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La pequeña Rósili cambió por completo la vida de Steven. Su belleza, encanto, y gran parecido con su madre, le dieron deleite y consuelo por la pérdida de su amada. Pero también le trajeron preocupaciones nuevas, que nunca hubiera podido imaginar.

No fue difícil explicarle a la familia lo que había pasado con Lapis. Aunque sabían todavía menos que él sobre su nacimiento y la desaparición de la abuela Rose, sus hijos comprendieron rápido. Hubo llanto y tristeza, porque todos habían aprendido a aceptar y amar a la gema del océano. Especialmente los niños, que se divertían tanto en los paseos únicos que su tía Lapis les proporcionaba.

Por si fuera poco, todos los hijos de Steven recordaban muy bien lo que pasó cuando murió Connie. Estaban muy preocupados por la estabilidad psicológica de su padre; pero las cosas ahora eran muy distintas. Aquella vez, Steven se había quedado solo. Ahora había una criatura que dependía de él para todo... O al menos, así debería haber sido.

Incluso en medio de su dolor, Steven se había preparado mentalmente para la prolongada infancia y dependencia de su pequeña. Rechazó con firmeza la ayuda de sus hijos, alegando que ellos tenían sus propias familias y preocupaciones; pero ellos insistieron en visitarlos cada fin de semana, solo para corroborar que las cosas marcharan bien.

Lo que cambió todo lo que esperaban, fue que la herencia de gema de la pequeña Rósili se manifestó casi inmediatamente; y produjo una serie de problemas para los que nadie, ni siquiera el propio Steven estaba preparado. Para empezar, la niña jamás fue una verdadera bebé. Comía y dormía, pero sus ciclos de sueño eran más parecidos a los de una niña grande que a los de un infante. Nunca hacía siesta, dormía solamente por la noche, y de día exigía toda la atención de su padre. No podía perderlo de vista un momento, porque enseguida comenzaba a llorar; y Steven pronto se dio cuenta de que la mejor manera de tenerla tranquila era llevara a todas partes en una carriola, para mirarla y hablarle constantemente.

Por suerte, Steven había disfrutado mucho la crianza de sus otros hijos, y realmente no le molestaba tener que cuidar a su pequeña todo el tiempo. Al contrario: el hecho de que fuera tan demandante le impedía pensar mucho en su soledad y en la pérdida de Lapis. De noche, estaba tan cansado que apenas podía dedicarle algunos pensamientos y unas lágrimas a su esposa desaparecida.

Pero además, la niña tenía un apetito insaciable. Desde los primeros días comía constantemente, y se acababa un bote pequeño de fórmula láctea en un día. La siguiente semana fue un bote grande. Y si Steven pretendía darle agua o negarle el alimento, lloraba con tanta fuerza y desesperación que siempre lo hacía ceder. Al principio, le preocupó mucho el que la niña pudiera engordar demasiado; pero jamás ocurrió tal cosa.

No engordaba, por que crecía muy rápidamente. El mismo Steven lo notaba, y cuando sus hijos lo visitaban cada fin de semana, se asombraban al ver que la bebé ya había crecido varios centímetros desde su visita anterior. Se desarrollaba tanto que ya sonreía todo el tiempo, y se rodaba por la cama con gran peligro de caer.

La segunda semana fue todavía más sorprendente, porque Rósili consiguió sentarse y conservar el equilibrio por más de un minuto. Al día siguiente, permaneció sentada tanto tiempo como quiso y comenzó a gatear.

Los hijos de Steven estaban asombrados y alarmados, pero él les explicó lo que el Dr. Lenart había conjeturado. Su crecimiento estaba muy acelerado por causa de su herencia de gema. Por supuesto, eso explicaba también su enorme apetito. Al final de la segunda semana, la leche ya no le satisfacía. Steven comenzó a darle papillas de frutas, y a la niña le brotó su primer diente casi sin darle molestias.

Probablemente Steven se hubiera adaptado al crecimiento de su hija sin mayor problema, pero al final de la tercera semana ocurrió algo prodigioso; y también muy peligroso.

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora