La sombra de Connie

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Al despertar, Steven se sentía tan relajado y confortado como no lo había estado en mucho tiempo. Unos cálidos brazos lo envolvían, y no lo habían soltado en toda la noche.

Cuando abrió los ojos, se sobresaltó por un momento al ver que no abrazaba a su esposa, sino a su amiga Lapis; la hermosa gema azul que lo había rescatado del alcoholismo y la depresión. La misma que le había dado nuevas esperanzas para el futuro y le había inyectado nuevas ansias por vivir.

La criatura encantadora que había departido el día anterior con toda su familia, y le había confesado su amor, antes de que él le hiciera el amor.

No pudo evitarlo. Por un momento se sintió culpable, y su mente obnubilada se transportó a las innumerables noches de placer que había vivido con su esposa. Estaba de nuevo entre unos brazos reconfortantes, disfrutando aquella suavidad que siempre lo llenaba de gozo... Pero la encantadora mujer que lo acompañaba ya no era Connie, sino Lapis.

- ¿Qué estoy haciendo? -se dijo mortificado-. ¡Estoy traicionando la memoria de mi esposa!

Su primer impulso fue levantarse y salir del amoroso abrazo en el que Lapis lo tenía envuelto. Pero la gema descansaba tan tranquila sobre su pecho, se veía tan bella e indefensa, que de inmediato se sintió enternecido. En lugar de apartarla, le pasó un brazo sobre los hombros.

Ella no despertó, pero sonrió levemente en sueños, y exhaló un ligero suspiro de satisfacción.

- Por las gemas -pensó Steven-. ¡Se ve tan hermosa!

Se sintió tan emocionado que cerró los ojos. Aquel momento cálido, donde el conflicto entre la culpa y la ternura comenzaban a torturarlo, le estaba trayendo recuerdos. Como un flash pasaron por su mente cientos de imágenes de él con su esposa: su dorada juventud, sus hijos, su etapa de adultos maduros, y finalmente la muerte y la enfermedad. De manera inevitable, se le apareció de nuevo el rostro de aquella excepcional mujer con la que vivió más de 70 años, hablándole con extraordinaria seriedad. Exigiéndole que la escuchara, y exigiéndole una última promesa. Un último juramento que él no podía romper, ni pasar por alto:

"Tienes que prometerme... ¡Que jurarme! Que, si algún día llega alguien más que sea digna de ti, te darás la oportunidad de amarla. Y se la darás a ella."

Y ahora, a su lado, se encontraba Lapis. Una mujer... Una gema más que digna; más que hermosa, y más que leal. La oportunidad de volver a ser feliz que Connie le había exigido que tomara.

Steven recordaba muy bien aquel momento. Aquel juramento hecho de palabra, pero no con el corazón. ¿Cómo podía exigirle eso la única mujer a la que había amado en su vida?

Pero ahora, mientras Lapis reposaba tranquila en sus brazos después de tantos meses de cariño y apoyo mutuo, el juramento cobraba un nuevo sentido.

- ¿Será que Connie, una vez más, demuestra ser más sabia que yo? -pensó Steven-. Siento algo muy profundo por Lapis. Pero... ¡Por las gemas! ¡Connie fue la compañera de mi vida! ¿Cómo puedo traicionar su memoria así?

Nuevamente volvió la vista hacia Lapis, y otra vez tuvo que reconocer la profundidad de esos sentimientos. De ese cariño profundo. De ese... ¿amor?

Steven se sentía presa de un conflicto terrible. Connie se había ido, y jamás podría regresar. Le había dicho expresamente que quería que volviera a encontrar la felicidad con una nueva pareja, y Lapis había demostrado desde siempre que, si existía alguien capaz de amarlo profundamente, era ella sin duda.

La mirada de Steven se perdió por su cuerpo. Las sábanas estaban totalmente corridas, y ahora podía contemplar el hermoso cuerpo delgado y desnudo, con la delicada gema en forma de gota en su espalda. Su cabeza seguía apoyada sobre su pecho, y esa sonrisa que resaltaba la belleza de aquel rostro hermoso...

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora