Epílogo

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Como cada noche de los últimos cincuenta años, Steven Jr caminaba solitario sobre la arena de la playa. ¡Era tan agradable recorrer aquellos lugares que no cambiaban por más que transcurriera el tiempo! Y además, sus caminatas le ayudaban a conservar su fuerza y su salud. Después de todo, aunque los años lo trataban muy bien, sin lugar a dudas había envejecido. Su esposa ya no estaba, y sus propios hijos ya se habían convertido en abuelos.

Aquella noche era Luna Nueva, y el cielo estaba más despejado de lo habitual. Las estrellas de la constelación de Homeworld brillaban con más fuerza que nunca, y la estrella azul del centro parecía un poco más grande y brillante de lo que siempre había sido. Aquello era sin duda muy extraño, y Steven Jr. se quedó mirando con curiosidad. Pasó muy poco tiempo antes de que comprendiera lo que ocurría, y una sonrisa radiante se dibujó en su rostro.

Había esperado aquello durante cincuenta años.

Avanzó unos cuantos pasos hacia la escollera, y se sentó en una de las rocas para esperar. Ahora la luz era más brillante, más azul, y eso solo podía significar una cosa. Lamentó no haberse llevado a su caminata su microcircuito de comunicación, como su nieta le había aconsejado. Sus hermanos se iban a molestar por no haberles avisado de inmediato.

Pero no importaba. Después de todo, ¿acaso existía algo que pudiera robarle la emoción de aquel momento?

Comenzó a sentirse emocionado. Su respiración se agitaba, y sintió que las comisuras de sus ojos comenzaban a arder. El destello se hizo más intenso y fue creciendo con rapidez. Apenas habían pasado unos minutos cuando lo tuvo en la superficie de la playa. Ya desde antes pudo ver las siluetas, y esas inconfundibles alas de agua que brillaban a la tenue luz de las estrellas.

Lleno de emoción, ya con lágrimas en los ojos, salió corriendo hacia ellos.

También lo vieron llegar, y estallaron en un par de sonrisas radiantes. Los dos se veían magníficos, llenos de salud y alegría. Extendieron sus brazos para recibirlo y se estrecharon los tres sin decirse nada

- Papá... Señora Lapis... ¡Sabía que lo lograrían! -dijo al fin, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

***

- Entonces, ¿Rósili quiere venir para casarse en la Tierra? -exclamó Steven Jr, entusiasmado- ¡¿Y dicen que tenemos diez nuevos hermanos?! ¡Wow! ¡Esto tienen que saberlo mis hermanos! ¡Ahora van a estar todavía más enojados porque no les avisé enseguida!

- Seguro que te perdonarán, hijo -repuso Steven, giñando un ojo-. Después de todo, no podrían regresar de Keystone tan rápido.

- Ya hay helirreactores que los pueden traer en cuestión de minutos, papá. Y claro, lo decía en broma. ¡Todos van a estar muy felices de verlos!

- ¿Y dices que ya hay nietos y bisnietos? -preguntó Lapis, emocionada.

- Siete niños y tres bebés. Parece que tres de nuestras hijas se pusieron de acuerdo para tener al mismo tiempo.

- ¡Es maravilloso! -dijo Lapis, entrelazando las manos-. Estaré encantada de verlos. ¡Me encantan los bebés! Pero la infancia de nuestros niños dura tan poco...

Aprovechando el entusiasmo de Lapis, Steven Jr. les pidió los detalles de toda su odisea. Steven le facilitó una relación muy breve, prometiendo dar todos los detalles cuando estuvieran la familia reunida. Steven Jr escuchó todo ávido y sorprendido, y cada vez más feliz al saber que Lapis ya ni siquiera tenía necesidad de regresar a su gema para dar luz a una nueva vida.

- Entonces, esta Peridot fue la que encontró la solución definitiva. ¿Y dices que ella se va a casar con Rósili, después de 50 años de noviazgo? ¡Vaya! ¡Tuvo que esperar tanto tiempo!

Te he esperado tanto tiempo... (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora