viii. salve, perseus jackson

1.1K 173 29
                                    

✦ ˚ * ✦ * ˚ ✦

viii. salve, perseus jackson.

          ERA VIERNES POR LA TARDE, Y ASTRID SE ENCONTRABA ENTRENANDO junto a Annabeth en la arena, preparándose para el juego de captura de bandera de esa noche

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          ERA VIERNES POR LA TARDE, Y ASTRID SE ENCONTRABA ENTRENANDO junto a Annabeth en la arena, preparándose para el juego de captura de bandera de esa noche. Sentía una gran emoción por liderar a su equipo hacia otra victoria y honrar a su padre, quien a pesar de negarlo, ella sabía que a veces observaba su desempeño y progreso.

A Astrid le llenaba de alegría el hecho de que cada vez que ganaban, encontraba un pequeño dije en su cama, listo para complementar la pulsera que siempre llevaba en su mano derecha. El recuerdo de la primera vez todavía estaba fresco en su mente: la euforia compartida con su cabaña y la fatiga que la llevó directo a la cama. Sin embargo, cuando se disponía a descansar, un pequeño objeto punzante tocó sus costillas. Frunciendo el ceño, se incorporó en la oscuridad y vio una pequeña caja dorada con un lazo rojo brillante en su interior. Descubrió un dije de motocicleta con rubíes, adherido a una pulsera de plata.

Con el tiempo, esta tradición se consolidó, y Astrid ya había acumulado cuatro dijes. El primero fue la motocicleta, seguido por un jabalí y finalmente un pequeño ojo de piedra con un rubí en el centro.

—Si sigues así de distraída vas a terminar muerta —comentó la rubia.

Astrid sacudió la cabeza y volvió la mirada hacia Annabeth, quien se acercaba con su daga en mano. Con agilidad, Astrid esquivó el ataque y rápidamente derribó a Annabeth. Lanzó la daga lejos para que no tuviera oportunidad de recuperarla, y finalmente inmovilizó a Annabeth en el suelo con su pie sobre su espalda.

—Lo siento, Annie. Estaba pensando en el juego de esta tarde.

A pesar de estar en el suelo, cubierta de polvo, Annabeth logró esbozar una sonrisa burlona.

—¿Tienes miedo de ser vencida, mi querida Adelaide?

—Ni un poco, Chase.

Con ese último comentario, reanudaron su combate hasta la hora de la cena.

Los campistas estallaron en gritos y aplausos cuando Annabeth, Malcolm y Brady corrieron por el pabellón con la bandera de seda. La enseña tenía alrededor de diez pies de largo, un tono gris brillante y una lechuza en reposo sobre un olivo en su centro. Por otro lado, Clarisse, Jack y Astrid avanzaron portando su bandera, del mismo tamaño, pero con un vibrante rojo en llamas, una lanza empapada en ficticia sangre y la figura majestuosa de un jabalí.

Luego, los equipos fueron anunciados. Atenea había forjado una alianza con Apolo. Astrid giró la cabeza en un gesto de fingida indignación hacia Will y Lee, susurrándoles "Traición", pero ellos únicamente respondieron con un par de inocentes sonrisas. Y con Hermes. Vio a los Stoll y a Ariana con los ojos entrecerrados.

Todo resultaba bastante irónico, dado que se trataban de las dos cabañas más grandes; claramente, las ventajas de una ducha adecuada.

Por otro lado, su grupo había formado alianza con Dionisio, Deméter, Afrodita y Hefesto. Cástor y Pólux, dos de sus amigos más cercanos, destacaban por su agilidad y destreza física. Respecto a los hijos de Deméter, eran versados en las artes naturales y otras habilidades, aunque carecían de una naturaleza agresiva, salvo por su líder de cabaña, Diana Diggory. En cuanto a ella, su feroz competitividad y devoción por las plantas eran notables. Recordaba la ocasión en la que intentó tomar una delicada rosa de su jardín personal y terminó con manchas rojas terribles en su piel debido a una hierba venenosa que había conjurado. Aquellas manchas persistieron durante meses.

DANDELIONS, percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora