xvii. paternal love that kills

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xvii. amor paternal que mata.

          ASTRID SABÍA QUE SU PAPÁ LA HABÍA LLEVADO A ALGÚN RINCÓN DE SU SUBCONSCIENTE para hablar con ella acerca de cómo lo había tratado, pero el lugar exacto que había elegido para esa conversación no le agradaba en absoluto

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          ASTRID SABÍA QUE SU PAPÁ LA HABÍA LLEVADO A ALGÚN RINCÓN DE SU SUBCONSCIENTE para hablar con ella acerca de cómo lo había tratado, pero el lugar exacto que había elegido para esa conversación no le agradaba en absoluto. Casi le dio un ataque de pánico al darse cuenta de dónde estaba.

Se encontraba en su antigua casa, todo lucía exactamente como recordaba antes de la explosión: el sillón reclinable en la esquina de la sala donde su padrastro solía sentarse a ver la televisión, la mesita de café en el centro con su decoración diseñada por ella, su hermana y Annabeth, los sillones negros alrededor, la cocina donde solían inventar recetas ella y su hermana, las fotografías junto a su hermana, Annabeth y su madre, incluida una con Annabeth y su primo Magnus, a quien no veía desde hace mucho tiempo. También estaba el pasillo que llevaba a la habitación principal y las otras tres habitaciones restantes.

Un ruido tras ella interrumpió su examen detallado de su antiguo hogar.

—¿Por qué, entre todos los lugares, me trajiste aquí? —preguntó con voz temblorosa, conteniendo las lágrimas.

—Porque sabía que aquí no intentarían nada indebido —respondió la voz fría de su padre, haciendo que se volviera para enfrentarlo.

—Eso no me impedirá exigir respuestas.

—Lo sé.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó furiosa, apretando las manos a sus costados.

—¿Decirte qué?

Astrid sabía que él tenía al menos una idea de lo que le estaba preguntando si la había llevado a ese lugar en específico.

—Sobre que mi madre estaba viva. Pudiste darme esa información hace años, pero llega el gran hijo de Poseidón y le ofreces la información en bandeja de plata, información que yo he estado rogando que me des por casi toda mi vida.

Ares sonrió como si supiera algo que ella desconociera sobre el precio que el chico de ojos verdes tendría que pagar por la valiosa información de su madre.

—No decirte que tu madre estaba viva fue una de las mejores decisiones que he tomado en siglos.

—¿En qué demonios fue mejor? —gritó Astrid furiosa, casi deseando sacar su daga y traspasar el cuerpo de su padre, aunque sabía que eso sería prácticamente un acto suicida.

—No decirte fue lo que te hizo ser quien eres ahora. Si te hubiera dicho que tu madre estaba viva y te buscaba, posiblemente te habrías debilitado y...

—¡Mi madre me hizo lo que soy ahora! —interrumpió bruscamente Astrid. —Ella me enseñó las cosas que sé ahora. Ella moldeó la mujer que soy, y no ayudó en nada que yo creyera que estaba muerta.

DANDELIONS, percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora