n. solei prewett

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n. solei prewett.

          SU MADRE ERA UNA PERSONA HERMOSA, y su belleza iba más allá de lo físico

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          SU MADRE ERA UNA PERSONA HERMOSA, y su belleza iba más allá de lo físico. Era amable, empática, solidaria, soñadora, risueña y poseía todas las cualidades positivas imaginables. Era como una luz brillante en medio de la oscuridad. Su mirada maternal tenía el poder de generar confianza, de manera que podías contarle todas tus preocupaciones. Ella te escucharía con atención, abrazándote mientras aseguraba que todo saldría bien y que siempre estaría ahí para apoyarte.

Era igualmente una persona misteriosa; nunca compartió con Astrid detalles sobre sus abuelos, tatarabuelos ni nadie en particular de su árbol genealógico. Tal vez el nombre de alguna mujer de su familia podía surgir en su memoria, pero en realidad, desconocía por completo la historia de sus antepasados, y nunca le interesó indagar. Aunque Astrid tenía la sensación de que había una razón más profunda, no era tan simple como si su madre no quisiera aburrirla con historias familiares. Había algo más poderoso en juego, algo que llevaba a su madre a levantarse sobresaltada a mitad de la noche, llamándola con gritos cargados de desesperación.

Nunca cuestionó a su madre acerca de esos sueños, y ella nunca quiso compartirlos. En cambio, Astrid simplemente la abrazaba con fuerza, buscando asegurarse de que su madre estuviera presente, de que fuera tangible y real. Ambas se sentían mutuamente como la pieza faltante de su rompecabezas; cuando estaban juntas, todo parecía estar en paz, pero al separarse, una feroz tormenta las golpeaba una vez más.

Solei Prewett era esa persona que deseabas tener en tu vida, capaz de capturar la atención de quienes caminaban por la calle, haciendo que abandonaran por un momento sus quehaceres para centrarse por completo en ella. Era la fuente de risas a carcajadas en cualquier situación, poseía un talento culinario tan excepcional que podría dirigir el mejor restaurante de la ciudad. Su bondad era casi irreal, capaz de sanar tanto las heridas físicas como las emocionales con una destreza asombrosa. En un instante, podías tener un rasguño en la rodilla que resultaba insoportable, y al siguiente, podías volver a jugar con total tranquilidad.

Su voz al cantar era angelical, y su habilidad con las palabras resultaba envidiable; siempre sabía qué decir en el momento preciso. Era experta en hacerse escuchar, y su aguda inteligencia siempre se hacía evidente. Solei Prewett era esa presencia especial que iluminaba la vida de quienes la rodeaban, dejando una huella imborrable con su encanto y sus múltiples talentos.

Entendía perfectamente por qué cualquier persona con un poco de sentido común se enamoraría de ella. Sin embargo, nunca comprendió cómo su padre, un ser vil lleno de amargura y ansias de conflicto, logró conquistarla de tal manera que cada vez que le preguntaba por él, a ella se le iluminaba la mirada con amor. Hablaba de él como si fuera la persona más perfecta que había conocido, el único que verdaderamente la había enamorado a lo largo de todos los años que había estado viva.

Comprendió la razón después de contarle sobre Luke. Se dio cuenta de que, de alguna manera, parecía ser casi hereditario enamorarse de hombres que no podían superar sus problemas mentales sin recurrir a la guerra. Cuando se lo contó, su madre simplemente rió y negó con la cabeza de manera divertida, asegurándole que no eran esas cosas por las que se sentían atraídas, sino por lo que realmente eran, por lo que sabían que eran.

No entendía. Sabía que Luke era un traidor, que no había mirado atrás a las personas que iba a dejar. Era alguien cruel que había preferido enfrentarse solo a todo, sin importarle realmente a las personas que lastimaba en el camino. Aún no sabía el motivo de su traición. Intentó averiguarlo durante largas noches, pero solo llegó a la conclusión del rencor contra su padre. Entonces, ¿por qué aún sentía que era su deber defenderlo? ¿Por qué aún se negaba a siquiera pensar que él era así? Seguía amándolo, tanto que le dolía saber que al regresar al campamento, él no estaría esperándola con su habitual sonrisa despreocupada y los brazos abiertos, listo para abrazarla e irse juntos a entrenar. No culpaba a ninguna fuerza externa, como Afrodita, por su desdicha de haberse enamorado de alguien que se sumió en su propio odio.

Pero su madre siempre se mostró tan comprensiva con ella, tan amorosa como la recordaba. Una noche en la que tampoco pudo conciliar el sueño, se sentaron juntas en el sillón de la sala, cada una con una taza de chocolate caliente y una sonrisa llena de cariño. Para distraerse, Astrid le preguntó sobre su hermana, de la que no había tenido noticias desde que llegó a su hogar. Su madre, de repente, se puso seria; su labio inferior tembló como si estuviera a punto de llorar.

—Ojalá estuviera con nosotras —fue lo único que dijo antes de desearle las buenas noches e irse a su habitación. No necesitó decirle más a Astrid para hacerle entender que su hermana había fallecido, probablemente en la explosión de su casa hace ya casi seis años. Ambas lloraron hasta quedarse dormidas, enfrentándose a un dolor similar pero con significados distintos.

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DANDELIONS, percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora