extra. the curse of aphrodite

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extra. la maldición de afrodita.

          YA HABÍA PASADO UN MES DESDE QUE ASTRID llegó al campamento, y se sentía miserable

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          YA HABÍA PASADO UN MES DESDE QUE ASTRID llegó al campamento, y se sentía miserable. Los gritos de su familia la atormentaban en sus pesadillas cada noche. Desde que el mismísimo Dios de la Guerra, Ares, la reclamó, la gente la miraba con precaución, como si esperaran que saltara sobre ellos en cualquier momento y los desollara. Para empeorar las cosas, poco después fue bañada por una luz plateada, y sus ojos, según Annabeth, reflejaron la eterna sabiduría; había sido bendecida por Atenea. Astrid no quería creerlo, no se sentía más sabia ni tan importante como para que la Diosa de la Sabiduría y la Estrategia la bendijera. Sin embargo, el líder centauro llamado Quirón parecía creerlo, ya que la miraba como si esperara más de ella, más de lo que esperaba de los demás. Solo contaba con Annabeth, Luke y Grover; eran los únicos que no la veían con esa expresión cada vez que pasaba.

—Hola —saludó Luke, sentándose junto a ella y mirando hacia el lago.

—Hola —susurró con desánimo.

Luke notó esto y le dio un empujón amistoso con su hombro, logrando que la niña sonriera un poco.

—¿Qué pasa, pequeño saltamontes?

Astrid frunció el ceño con molestia y le dirigió una mala mirada.—No me llames así.

Luke sonrió a modo de broma y levantó las manos.—Pero si te queda genial ese apodo.

Astrid le devolvió la sonrisa y lo miró inocentemente.—Claro que no, rubio teñido.

Luke soltó una ligera risa.—¿En serio? ¿Es lo mejor que se te ocurrió?

La pelirroja solo se encogió de hombros y volvió a su estado de ánimo anterior.—No soy muy creativa. ¿Sabes? Desde que llegué aquí y vi a los hijos de Apolo, quise ser como ellos. Habría querido que Apolo me reclamara. Me gustan los arcos.

Luke frunció el ceño.—Pero eres una grandiosa hija de Ares.

Astrid soltó una risa sin humor.—A ti no te ven como si fueras a matarlos y a usar su piel de abrigo.

—Wow, tienes pensamientos muy oscuros para una niña de siete años.

Astrid se levantó de golpe de donde estaba y dirigió su mirada ardiente a Luke, quien se había exaltado por el repentino cambio.—¡No! ¡Ellos son los que tienen pensamientos oscuros de mí! ¡Ellos son los que me ven con miedo!—las lágrimas bajaban por sus ojos, preocupando al rubio.—Yo no quiero ser un monstruo, Luke.

Al oír el susurro débil y roto que Astrid había soltado, Luke se levantó de donde estaba y la atrajo hasta sus brazos, empezando a acariciarle el pelo y dejando que llorara en su camisa.

—No, no, Astrid.—susurró para que solo ella lo oyera, como si tuviera miedo de subir la voz y quebrar más a la pelirroja.—No eres un monstruo.

Astrid negó con la cabeza.—Si me conocieras de verdad, si conocieras lo que hice, no pensarías igual.

Aunque la curiosidad lo carcomía por dentro, Luke no preguntó nada.—Yo solo sé que la Astrid que conozco y quiero es una niña muy especial, creativa, amable, hábil y una de las mejores personas de este mundo.—la tomó de los hombros y la apartó de su camisa naranja para poder verla a sus hermosos ojos verdes, pero estaban tan rotos y habían perdido el brillo que siempre tenían. Luke quiso asesinar a cualquiera que le pudiera hacer daño.—No me importa lo que hayas hecho, lo que hiciste o lo que harás, siempre te voy a querer. Porque eres Astrid, mi Astrid, la chica valiente que se enfrentó a un cíclope gigante por nosotros, la chica que arriesgó todo para que Annabeth estuviera a salvo, la chica que se quedó con Thalia a luchar hasta el último minuto y no quería abandonarla.—los dos guardaron silencio, aún les dolía demasiado hablar de su amiga. Tras tomar una bocanada de aire, Luke continuó.—La chica que me enseñó que podía ver el mundo como yo quisiera que fuera y tener el suficiente poder para cambiarlo. Tú eres única, Astrid, y que las demás personas no sepan verlo no significa que no lo seas. Pero yo lo veo.

A Astrid se le aceleró el corazón y sintió su cara caliente. Y como no, lo único que pudo decir fue:

—Gracias, rubio teñido.

Luke sonrió y Astrid lo imitó.—¿Por qué no le pedimos ayuda a uno de los hijos de Apolo para que te enseñe tiro con arco? No pasará nada malo.

Sí, bueno, Lee no estaría muy de acuerdo con eso, ni él ni su cabaña, pero Luke se encargó de darle clases y ayudar a Charles a hacerle su primer arco.

Esto la destruirá. Pensó Afrodita viéndolos desde el Olimpo con tristeza, pensando que su primer error fue dejar que Astrid se enamorara de alguien que tenía el corazón lleno de rencor.

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Literalmente yo haciendo escenarios ficticios con mi historiadurante todo el día con todas las ganas de escribir un buen capítulo para terminar escribiendo esto

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Literalmente yo haciendo escenarios ficticios con mi historiadurante todo el día con todas las ganas de escribir un buen capítulo para terminar escribiendo esto. 

Perdónenme.

DANDELIONS, percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora