x. prophecies, missions; demigod things

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x. profecías, misiones; cosas de semidioses.

         PARECÍA QUE EL MUNDO BUSCABA EL EQUILIBRIO; mientras amenazaban a Percy con convertirlo en delfín, a Astrid la molestaban añadiendo una hierba ligeramente venenosa en su ensalada de manzana y zanahoria

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         PARECÍA QUE EL MUNDO BUSCABA EL EQUILIBRIO; mientras amenazaban a Percy con convertirlo en delfín, a Astrid la molestaban añadiendo una hierba ligeramente venenosa en su ensalada de manzana y zanahoria. Al menos eso haría que el día fuera interesante.

Will no se sorprendió al verla sentada en una camilla de la enfermería; era casi una visita habitual.

Durante el entrenamiento, casi pierde la cabeza cuando Ariana decidió hechizar las flechas y espadas, como si la sesión no fuera suficientemente caótica. Luego, tuvo que separar una pelea entre la mitad de su cabaña y la cuatro. Ese no era su día.

Tras un largo día, estaba lista para tomar una siesta de doce horas, pero entonces Annabeth llegó, toda roja y sudada, diciendo que debían ir a Casa Grande. No era cualquier misión; era *la* misión. La que habían estado esperando por años.

Mientras la arrastraban hacia Casa Grande (sí, la arrastraban), Astrid intentaba meditar sobre su vida y sus decisiones, entre bocanadas de tierra y algún insecto. ¿Qué haría mañana? ¿Quizá renunciar? Era tentador, pero, ¿y si en ese momento Justin Timberlake decidía visitar la cabaña siete?

Al llegar, Annabeth se puso la gorra de los Yankees y se volvió invisible, llevándola a un rincón.

—Cuéntame, Percy—dijo Quirón—, ¿qué ocurrió con el perro del infierno?

—Me asustó. Si Astrid no le hubiera disparado, yo no estaría aquí.

Quirón miró hacia donde ellas estaban, como si las hubiera detectado.

—Encontrarás cosas peores, Percy. Muchas peores, antes de que termines.

—¿Terminar con qué exactamente?

—Con tu misión, por supuesto. ¿La aceptas?

Astrid y Annabeth cruzaron los dedos, rezando porque dijera que sí.

—Eh... Señor, aún no sé de qué se trata.

Quirón hizo una mueca. —Bueno, esa es la parte difícil: los detalles.

Un trueno resonó en todo el valle, sobresaltándolas y casi haciendo que la gorra de Annabeth cayera.

—Poseidón y Zeus—murmuró Percy—. ¿Están luchando por algo valioso que fue robado, no?

—¿No que no sabía? —susurró Astrid a Annabeth.

Quirón se inclinó hacia Percy. —¿Cómo sabes eso?

Percy se sintió atrapado. —Bueno... Astrid y Annabeth me contaron rumores, algo sobre sobornos a los sátiros...

—¿Astrid sobornó a quién?—dijeron Quirón y Grover al unísono.

DANDELIONS, percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora