01 | ¿Es que no has oído hablar de Cameron Díaz?

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¿Sabéis cuál es la diferencia entre los gemelos y los mellizos? Los gemelos son idénticos. Comparten el 99% de su ADN, así que, en esencia, son clones. Son, literalmente, fotocopias. Dos fetos que se han originado a partir del mismo óvulo, fecundado por el mismo espermatozoide. Es casi imposible encontrar diferencias entre dos hermanos gemelos.

Los mellizos, por el contrario, son como hermanos corrientes, pero que nacen a la vez. Cada uno proviene de un óvulo diferente que ha sido fecundado por un espermatozoide distinto. Comparten el 50% de su ADN, de modo que no se parecen más que cualquier par de hermanos normal.

Duncan y yo somos mellizos. Mellizos, no gemelos. Y hay pocas cosas que odie más en esta vida que el hecho de que la gente se confunda constantemente y se refiera a nosotros como «los gemelos Hudson». En serio, no creo que sea tan difícil comprender la diferencia entre gemelos y mellizos. Gemelos: idénticos; mellizos: diferentes.

Y Duncan y yo no podríamos ser más diferentes. Duncan es alto, yo soy una enana. Duncan está en forma, a mí me sobran varios (muchos) kilos. Duncan es popular, yo soy una marginada. A Duncan se le dan bien los deportes, yo me torcí un tobillo la última vez que me obligaron a jugar al baloncesto en la clase de gimnasia. Duncan saca sobresalientes sin estudiar, yo tengo que pasarme horas memorizando los apuntes para conseguir un mísero aprobado. Duncan es Duncan y yo... Bueno, yo soy «la hermana de Duncan».

Porque, por muy diferentes que seamos, siempre estamos juntos. Y eso incluye que compartimos amigos.

En realidad, los amigos de Duncan me consideran un chico más de su grupo. Por eso no es raro que ahora mismo esté aquí, sentada en una tumbona en nuestro jardín junto a Duncan, jugando a las cartas con Liam, Ethan, Patrick y Maverick.

—¡Has hecho trampas, Cam! —me increpa Ethan cuando enseño la mano que llevo y queda claro que he ganado la partida.

—¿Qué? ¡Claro que no! —replico, riéndome.

En realidad, sí que he hecho trampas. Ethan siempre sabe cuándo estoy mintiendo o tratando de engañar a alguien. Por algo es, junto con Debra, uno de mis mejores amigos.

El chico se ríe y se abalanza sobre mí para hacerme cosquillas en el estómago. Es mi punto débil y el muy maldito lo sabe muy bien.

—Eres una pequeña arpía mentirosa.

—A lo mejor es que tú eres un desconfiado —contraataco, sin dejar de reírme.

Adoro a Ethan. Es cierto que no se fía de nadie, pero, a cambio, es una persona en la que tú siempre podrás confiar. No sé qué haría sin él.

—Con trampas o sin ellas, yo ya estoy harto de que la hermana de Duncan gane siempre —interviene entonces Patrick, quien, con un gruñido molesto, ha dejado sus cartas sobre la mesa y se está empezando a quitar la camiseta—. ¿Os apetece un baño?

Duncan refunfuña. No puede meterse en la piscina porque hace poco menos de una semana se rompió la pierna y todavía la tiene escayolada. Pero los demás están perfectamente, así que Liam, Ethan y Maverick imitan a Patrick y se quedan en bañador. Cuando quiero darme cuenta, se han tirado a la piscina y Duncan y yo acabamos salpicados de agua y con toda la ropa empapada.

—¡Sois lo peor! —les grita Duncan—. ¿Os parece bonito aprovecharos así de un discapacitado?

Maverick responde volviendo a salpicar. Yo suelto un pequeño gruñido, pero Duncan se ríe con ganas y los demás le siguen.

Aparte de Liam, somos los únicos que tenemos piscina en casa, así que, siempre que Duncan invita a sus amigos, terminan en el agua.

Y es un espectáculo que todas las chicas del instituto pagarían por ver. De hecho, me he planteado alguna vez anunciarlo por los pasillos de Sombersy y exigir cinco dólares como pago para poder entrar en nuestro jardín en tardes como esta. Es más, estoy segura de que a alguna ese precio incluso le parecería barato a cambio de poder ser testigo de cómo los cinco jugadores del equipo de baloncesto se divierten en la piscina.

Efectos colateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora