09 | ¿Por qué le pido consejos sobre besos a mi peor enemigo?

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Hoy es 14 de octubre. Esta fecha está marcada con subrayador rosa fluorescente en mi agenda porque es probablemente el día más importante de mi vida. Es el día en el que señor Law nos entregará nuestros trabajos corregidos y, por tanto, sabremos nuestras notas. En mi caso, aprobar o no es cuestión de vida o muerte. Una nota igual o superior a cinco significa que tengo la oportunidad de salir a cenar con Liam. Una nota igual o superior a cinco significa que tengo la oportunidad de salir a cenar con Liam. Una nota inferior a cinco equivale a decir adiós a mi única posibilidad de conseguir una cita con mi crush de toda la vida.

Así que, mientras el señor Law se pasea por entre las mesas del aula de literatura, repartiendo los informes corregidos, yo no puedo dejar de tamborilear en la mesa con los dedos y morderme el labio inferior. El corazón me late a toda velocidad y tengo tantos nervios acumulados en el estómago que casi siento ganas de vomitar.

Cruzo los dedos y me disculpo con Dios por no haber ido a misa desde hace al menos cuatro años, empezando a rezar todo lo que sé para que esa maldita nota sea un aprobado.

Como Liam se sienta justo delante de mí, es a él a quien nuestro amargado profesor de literatura entrega nuestro informe de lectura sobre El guardián entre el centeno.

Yo tengo que usar todo mi autocontrol para no levantarme de un salto y mirar por encima de los anchos y perfectos hombros de Liam en busca de respuestas acerca de nuestra nota. En lugar de hacer eso, me esfuerzo por quedarme sentada en mi sitio, tan ansiosa que el señor Law me echa una mirada de reproche cuando pasa al lado de mi mesa, siguiendo su camino en la devolución de los trabajos.

Espero pacientemente a que Liam termine de echarle un vistazo al informe y, cuando veo que empieza a girarse en mi dirección, aparto la mirada y finjo estar muy ocupada revisando mis últimos apuntes, que versan sobre los autores más relevantes del siglo XX.

Liam da un par de golpecitos en mi pupitre para llamar mi atención (¡Liam da un par de golpecitos en mi pupitre para llamar mi atención! ¡Liam Donovan!) e, intentando no parecer una lunática, alzo la vista y le dedico una enorme sonrisa al conectar mi mirada con esos irresistibles ojos azules.

—¿Hemos aprobado? —me atrevo a preguntar.

—Míralo por ti misma —es lo que me contesta él, esbozando una perfecta sonrisa al tiempo que deja el trabajo encima de mi cuaderno.

No tiene que pedírmelo dos veces. Mis ojos vuelan solos hasta la primera página de las más de quince que componen el informe y miro  con avidez el número encerrado en un círculo de tinta roja.

Me cuesta procesarlo. No es un cinco, es... ¡Es un maldito sobresaliente! ¡No es que hayamos aprobado, es que casi hemos conseguido la nota máxima!

—Vaya —atino a decir, anonadada.

Nunca había sacado una calificación tan alta ni en un trabajo ni, por supuesto, en ningún examen de literatura. El señor Law siempre me aprueba por los pelos.

—Sabía que haríamos un gran equipo —comenta Liam, que todavía me está sonriendo de esa forma tan encantadora.

Me quedo tan embobada con su sonrisa que todos los pensamientos que me asaltan la mente acerca de que en realidad no hemos trabajado para nada como un equipo quedan suprimidos al instante. Él no ha hecho prácticamente nada del trabajo, he sido yo la que ha tenido que apechugar con la parte más difícil y quedarme varias noches en vela redactándolo después de llegar del trabajo, pero, ¿qué importa eso ahora? Todo mi esfuerzo ha merecido la pena. ¡Voy a tener una cita con Liam Donovan!

Carraspeo, intentando buscar una forma sutil de recordarle su promesa sin que se dé cuenta de que estoy coladita por sus huesos desde los trece años.

—Y yo que pensaba que ni siquiera íbamos a aprobar... ¡Hemos sacado una notaza! —acabo soltando. Intento sonar graciosa, pero las risas forzadas no son mi especialidad y al final acabo pareciendo una hiena en celo.

Efectos colateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora