07 | Cameron Hudson, acosadora profesional

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Es curioso, desde que comenzó el curso no he dejado de quejarme de que me haya tocado de nuevo el señor Law como profesor de literatura. Incluso intenté cambiarme a la clase de la señorita Reyes (o simplemente Rebecca o Becca, como deja que la llamen sus alumnos), que es mucho más simpática y mucho menos susceptible respecto a la impuntualidad. Debra, Caroline, Loreen, Patrick, Maverick y mi hermano están en esa clase.

La señorita Reyes les dejó formar a ellos mismos las parejas para el trabajo del libro y hasta permitió que hiciesen tríos y grupos de cuatro. Por eso mis amigas van juntas y Duncan organizó el equipo con Maverick y Patrick. Si el señor Law nos hubiera dejado hacer lo mismo a nosotros, yo habría acabado de pareja con Ethan. Pero gracias a que decidió emparejarnos al azar, ahora tengo el privilegio de ir con Liam.

Así que, aunque nunca pensé que diría esto, me alegro enormemente de estar en la clase del señor Law y no en la de la señorita Reyes. La situación resulta tan irónica que no puedo reprimir una pequeña sonrisa.

Es sábado por la mañana y estoy en mi cuarto. Anoche la fiesta de pijamas se nos fue un poco de las manos y al final nos fuimos a dormir cerca de las cinco de la mañana. Si a esto le añadimos que Duncan vino a recogerme a casa de Debra a las nueve en punto, obtenemos que no he descansado prácticamente nada. Me he levantado teniendo pinta de zombi y aunque ya han pasado un par de horas y me he tomado una buena taza de café, sigo sin poder dejar de bostezar.

Pero lo cierto es que me importa un bledo estar tan agotada. Porque Liam va a venir enseguida para hacer el bendito trabajo de literatura y es eso en lo único en lo que puedo pensar mientras deslizo la punta del lápiz por una de las hojas de mi viejo cuaderno. Sí, estoy dibujándole por enésima vez. Y sí, estar plasmando sus rasgos en el papel me está poniendo más nerviosa todavía, si es que eso es posible.

Estoy tan concentrada en lo que estoy haciendo que el sonido del timbre me sobresalta, haciendo que dé un respingo sobre la silla y que esté a punto de soltar un pequeño grito.

Vuelven a llamar y yo miro el reloj con cierta ansiedad. Todavía queda un buen rato para que sea la hora a la que Liam y yo habíamos quedado. A lo mejor se ha adelantado. O a lo mejor simplemente ha decidido venir antes sin avisarme.

Sea como sea, convencida de que es Liam quien está esperando a que le abra la puerta, me apresuro a arrancar la hoja de mi cuaderno. Saco la caja de cartón de debajo de mi cama y meto el dibujo dentro a toda prisa, volviendo a ponerle la tapa y dándole una patada para devolverla a su lugar.

Salgo de mi cuarto casi corriendo y bajo las escaleras de la misma forma. Al llegar a la planta baja, me tomo unos instantes para revisar mi reflejo en el espejo que hay en el recibidor, comprobando que el corrector de ojeras ha hecho su magia y que tengo el pelo medianamente decente. Me aliso la camiseta y voy hasta la puerta, forzando una sonrisa mientras poso la mano en el pomo de la misma.

Liam no ha dejado de llamar y a mí me va el corazón a mil por hora ante el pensamiento de que lo voy a tener delante de mí en menos de un segundo.

Pero, cuando abro la puerta, no es Liam quien se encuentra al otro lado.

Son Maverick y Patrick.

La sonrisa se me borra de la cara al verlos. Contengo un resoplido de desencanto.

—¿Y esa cara de decepción? —inquiere Patrick, al tiempo que Maverick y él entran en casa.

Yo cierro la puerta detrás de ellos. Han venido porque Duncan también ha escogido la mañana del sábado para hacer el trabajo. Decido ignorar su comentario, aunque Maverick me echa una mirada significativa para asegurarse de que me queda claro que él sí que sabe muy bien a qué se debe mi desilusión.

Efectos colateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora